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La historia de los laberintos

Redacción (Viernes, 22-10-2010, Gaudium Press) Todos nosotros ya nos hemos en¬contrado en situaciones tipo «callejones sin salida». Pero, después de algún tiempo, acabamos de alguna forma encontrando ‘la salida’, sea por una intervención de lo alto, sea por el tiempo que pasa y tranquiliza nuestro panorama. La sensación que tenemos, después de salir de si-tuaciones como esas, es indescriptible y tal es el alivio, que algunos de los antiguos resolvieron hacer de esto un juego: es el conocido laberinto.

El nombre «Laberinto» deriva del término griego ‘labyrinthos’ (λαβ?ρινθος). El primer tipo de laberinto, del que se tiene noticia en la historia, parece haber sido construido por Amenembrat III, faraón de la XII dinastía y, que gobernó entre 1860 a.C. y 1814 a.C., siendo considerado uno de los soberanos más importantes del Imperio Medio. La fachada estaba adornada con piedras blancas como el mármol.

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Foto: Diane t H.

Herodoto, que había visto y visitado las salas del piso superior, habla del laberinto con entusiasmo, diciendo que era superior a todos los edificios griegos, y su belleza superaba a las pirámides del Antiguo Egipto. Los visitantes tenían que ser acompañados por un guía para no perderse, pues quedaban maravillados con las riquísimas ornamentaciones y la magnificencia de sus habitaciones y se perdían, pues las salas eran interpuestas de manera a confundir al visitante.

Otro laberinto que, aunque mucho menor que el anterior, se volvió tan famoso que llevó al del antiguo Egipto a desaparecer en las brumas de la historia, fue el Laberinto de Creta. Según la mitología griega, fue elaborado y construido por Dédalo, por orden del rey Minos, cerca de la ciudad de Cnossa y quedaba bajo tierra. Abrigaba un monstruo llamado Minotauro, medio-hombre, medio-toro, que se alimentaba de carne humana. Un joven valiente llamado Teseo, se presentó para exterminar al monstruo. El joven fue guiado por los meandros del laberinto por un alambre que Ariadna le había entregado, y que le permitió, después de matar al monstruo en una lucha heroica, encontrar la salida. Para conmemorar la victoria Teseo elaboró una danza que simbolizaba, por sus movimientos, los intrincados caminos de un laberinto.

Dice la leyenda que, tiempos más tarde, las murallas de Troya fueron construidas de manera que dificultaban la entrada de los enemigos formando laberintos.

Los constructores medievales, retomaron los laberintos y los utilizaron en el piso de diversas iglesias. Eran estos hechos con ladrillos en formato circular u octogonal. De entre estos podemos destacar los de las catedrales de Amiens, Chartres y Reims. El motivo del laberinto estaba relacionado con la peregrinación a Tierra Santa y fue por eso llamado de Legua de Jerusalén. Los fieles seguían los caminos de los laberintos de rodillas, lo que les valía indulgencias.

A lo largo del tiempo, esta bella simbología original fue perdida, y el laberinto en el piso, comenzó a ser cada vez más considerado como un «juego sin sentido, un desperdicio de tiempo», y muchos de ellos fueron destruidos.

Por Davi Werner Ventura

 

 

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