Redacción (Miércoles, 27-10-2010, Gaudium Press) El pecado es la aversión a Dios y la conversión a las criaturas, dice Santo Tomás. Siendo el hombre creado para servir, amar y glorificar a Dios, todo aquello que lo aleja de este fin debe ser rechazado, y todo aquello que lo acerca debe ser aceptado.
Entretanto, el hombre no es, como los ángeles, mero espíritu, sino que está constituido de cuerpo y alma. Por tanto, no puede vivir de acuerdo con su naturaleza propia sin valerse de elementos materiales.
Hay aquí una aparente contradicción. Si el pecado es la conversión a las criaturas, y si el hombre no debe pecar, ¿cómo puede ser que esté en su naturaleza utilizar a las criaturas?
Dios es la propia Sabiduría en substancia y no podría crear algo que fuese contradictorio. Si hay alguna falla debo buscarla en mí, no en Dios.
El hombre no solo puede, sino que debe utilizar a las criaturas materiales que están a su alcance, pues Dios ordena en el Génesis «fructificad y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla. Dominad sobre los peces del mar, sobre las aves de los cielos y sobre todos los animales que se arrastran sobre la tierra. He aquí, os doy toda la hierba que da semilla sobre la tierra, y todos los árboles fructíferos que contienen en sí mismas su semilla, para que os sirvan de alimento. Y a todos los animales de la tierra, a todas las aves de los cielos, a todo lo que se arrastra sobre la tierra, y donde haya soplo de vida, yo doy toda hierba verde por alimento». (Cf. Gn 1, 28-30)
¿Cuál es el error entonces? La respuesta es simple. Dios es el fin último del hombre, todas las otras criaturas son instrumentos o medios que el hombre debe utilizar para auxiliarse en su ascenso hasta el Creador. Por eso, el hombre debe buscar las criaturas que más lo eleven a Dios y rechazar las que de Él lo alejen.
¿Por qué Dios quiere que subamos hasta él a través de las criaturas? Como Dios es la humildad, Él prefiere actuar a través de causas segundas y da al hombre capacidad de tomar las criaturas, como ellas se encuentran en la naturaleza, trabajar en ellas y «crear» verdaderas maravillas. Estas obras salidas de las manos humanas son las ‘nietas’ de Dios.
Una de las vías para llegar al conocimiento de Dios, abstrayendo la de la fe, es la belleza, según el Doctor Angélico. Pero, si la belleza nos da pruebas de que Dios existe, cuanta más razón ella conducirá a Él a los que ya lo conocen.
La belleza es un elemento muy eficaz para elevar al hombre hasta su Creador y debe tener un lugar especial en la mente humana para que sus obras más perfectamente lo lleven a su fin.
Los carruajes, verdaderas bombonières (bomboneras) para llevar a los hombres, pueden servir como ejemplo de esto. Cómo es noble que el hombre envés de dislocarse de aquí para allá caminando use medios como este magnífico carruaje. Es verdad que él no tiene ni de lejos la capacidad de velocidad que existe en los automóviles de nuestros días, pero talvez ello sea una más de sus ventajas.
La velocidad automovilística fue creada para solucionar problemas que antes no existían. Mientras que el carruaje, al contrario, es lento, pero da un aire de ligereza y serenidad a cuantos lo miran. Es noble, distinguido y elegante. Casi diríamos que la persona que pasea dentro de él debe estar hecha de porcelana y que vive sin las preocupaciones de las que nosotros estamos enlodados. La posición en la cual estaba el cochero elevaba su persona y su profesión y daba a los transeúntes un bello espectáculo de dignidad y respeto.
¿Cuál era el estado de espíritu del hombre que andaba en este carruaje? Placidez, elevación de espíritu, delicadeza de alma, fortaleza de pensamiento. Probablemente diferente del hombre moderno.
¿Y el hombre que idealizó el carruaje? Alma rica en amor a Dios, llena de sabiduría – en el más alto sentido de la palabra sabiduría, o sea, un conocimiento sabroso de las cosas divinas. No imperaba en él sobretodo el deseo del lucro o la fama, sino que su principal intención, aún subconsciente, era reflejar un aspecto de Dios y elevar las almas de cuantos utilizasen o viesen aquel carruaje.
Talvez esto no fuese explícito en su espíritu, pero de tal manera la sociedad de entonces vivía teniendo a Dios en el centro de todas las cosas que todo cuanto se producía salía casi espontáneamente maravilloso. Que época diferente de la que vivimos…
¿Cuál es la ventaja de fabricar un medio de locomoción lindo, pero de poca utilidad práctica, y que además probablemente costaría más caro? Imaginemos, por ejemplo, que alguna casa de chocolates famosa en el mundo tomase uno de estos carruajes y estilizase cajas de chocolate con estas formas y colocase en estas cajas sus mejores bombones. ¿No sería considerada una idea originalísima? Ciertamente sí. Y probablemente tendría una gran venta. ¿Por qué? ¡Muy simple! El alma humana tiene sed de las cosas bellas, pues tiene sed de Dios, Belleza absoluta.
Nosotros podríamos preguntarnos cuál de los medios de locomoción nos conduce más a nuestro fin que es Dios. ¿Quién osaría decir que es el último modelo de auto moderno? Las criaturas deben ayudar al hombre a encontrar la verdadera felicidad aquí en la tierra a la espera de la felicidad sin fin que lo aguarda en el Cielo. Para esto nada mejor que habituarse, a través de bellezas efímeras, a la Belleza eterna que nos espera de brazos abiertos en la eternidad.
Por Felipe Rodrigues
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