jueves, 05 de diciembre de 2024
Gaudium news > Dios viene

Dios viene

Redacción (Martes, 23-11-2010, Gaudium Press) ¿Cuáles son las características de la verdadera amistad? Son varias, una de ellas se comprueba cuando se tiene la confianza de revelar al amigo los propios pensamientos. Es lo más íntimo que hay en el ser humano, lugar impenetrable a los otros, no para un verdadero amigo. Se puede revelar un secreto o un deseo. «El término ‘revelación’ significa literalmente ‘quitar El velo que oculta alguna cosa'».

nacimiento.jpg

Adoracion del Niño Dios, cuadro de Fra Angelico

Foto: Joaquín Martínez Rosado

Otra prueba de una amistad llevada hasta las últimas consecuencias es dar la propia vida, si necesario, por quien se ama. Imaginemos, por ejemplo, un inocente condenado a la muerte cuya ejecución se dará en breve, sería difícil ofrecerse para morir en su lugar, aún sabiendo que en él no hay ningún crimen. Más difícil sería dar la vida por un criminal manifiesto. Tal vez un gran amigo pudiese presentarse a fin de recibir la sentencia que cabe al otro, pero vean que no es fácil.

Pues bien, Dios tanto amó a los hombres que no solo entregó Su vida por los pecadores a fin de abrirles las puertas del cielo, sino también quiso venir al encuentro del ser humano por medio de la Revelación Divina.

De alguna forma el Creador está accesible a todos. Para algunos, es posible encontrarlo a través de la luz natural de la razón por las obras creadas, como enseña San Pablo: «Desde la creación del mundo, las perfecciones invisibles de Dios, su sempiterno poder y divinidad, se tornan visibles a la inteligencia, por sus obras» (Rm 1,20). Para otros, les fue dada la Revelación Divina, inaccesible a la pura razón: «Muchas veces y de diversos modos una vez habló Dios a nuestros padres por los profetas» (Hb 1,1). Esto siempre se realizó dentro de los designios benevolentes de Dios.

Lo importante es saber que la revelación de Él nos llegó por medio de palabras y obras, de esta forma entramos en contacto con el misterio de Dios, que conduce la historia de nuestra salvación. Pero Dios quiso darnos absolutamente todo, y eso se realizó cuando envió a su propio Hijo al mundo: «Últimamente nos habló por su Hijo, que constituyó heredero universal, por el cual creó todas las cosas. Esplendor de la gloria (de Dios) e imagen de su ser, sustenta el universo con el poder de su palabra» (Hb 1,2-3).

Jesucristo es el ápice de la Revelación Divina, Dios dijo todo a través de su Verbo Encarnado: «Por tanto, la economía cristiana, como nueva y definitiva alianza, jamás pasará, y no se ha de esperar ninguna otra revelación pública antes de la gloriosa manifestación de nuestro Señor Jesucristo (cfr. 1 Tim 6,14; Tit 2,13)». No se espera otra revelación antes de la manifestación gloriosa del Señor, pero los cristianos reviven los acontecimientos de Su vida.

A través de la liturgia se celebran los acontecimientos que trajeron nuestra salvación. Dios Padre envió a su Hijo que murió por nosotros y es el Espíritu Santo que actualiza esta memoria en la liturgia: «La liturgia cristiana no solamente recuerda los acontecimientos que nos salvaron, como también los actualiza, los torna presentes. El misterio pascual de Cristo es celebrado, no es repetido; lo que se repite son las celebraciones; en cada una de ellas sobreviene la efusión del Espíritu Santo que actualiza el único misterio».

Adviento

Entre los acontecimientos que la liturgia conmemora está el adviento, próximo a iniciarse.

El año litúrgico de los cristianos está separado por períodos, a los cuales cabe contemplar místicamente la vida del Divino Redentor. Entre ellos está el período de Navidad, donde se espera la llegada del Salvador en medio de los hombres, conmemorada el día 25 de diciembre. Como preparación para esta llegada, la Iglesia instituyó la celebración de cuatro domingos, conocidos como «adviento» (del latín significa «llegada», «venida»). Se espera la venida de Jesús, su nacimiento. También se refiere a la segunda venida de Jesucristo.

Desde el siglo XI el adviento abre el año litúrgico, que finalizó con la solemnidad de «Cristo Rey».

Son cuatro semanas de preparación para la Navidad, en las cuales la liturgia va progresivamente pidiendo la venida del Salvador. No siempre y en todos los lugares fueron cuatro semanas de adviento, ocurrían variaciones entre tres a seis semanas; entretanto, en Roma, las cuatro semanas son celebradas desde el siglo V.

Como símbolos de este tiempo, se pueden encontrar manifestaciones de penitencia y alegría, ambas con moderación. La penitencia se verifica, por ejemplo, en la ausencia del cántico de Gloria, así como en los paramentos púrpuras, y etc. La alegría se manifiesta con el cántico del Aleluia y con el domingo Gaudete («Alegra-os»), cuyos paramentos son róseos; pero, sobre todo, entre los símbolos de alegría en el adviento se encuentran dos fiestas dedicadas a la Madre de Dios. El ocho de diciembre se celebra la solemnidad de la Inmaculada Concepción, en honor a la Virgen María concebida sin pecado original; dogma proclamado por Pío IX, en 1854. Y la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, en México, Patrona de América Latina, el 12 de diciembre.

En este sentido, «el Adviento es por excelencia el tiempo de la esperanza, en el cual los creyentes en Cristo son invitados a permanecer en expectativa vigilante y laboriosa, alimentada por la oración y el compromiso efectivo del amor». En la liturgia se espera este Dios que viene, porque «Dios viene para salvarnos».

Dios es nuestro verdadero Amigo. Además de enviar a su Hijo para morir por nosotros en la cruz y de haberse revelado definitivamente, también confía a la Iglesia la misión de transmitir estos acontecimientos todos los años, bajo los auspicios del Espíritu Santo. Es nuestra vez de probar que también somos fieles a esta amistad, preparándonos para este tiempo que se inicia.

Por Thiago de Oliveira Geraldo

_______

1 MONFORTE, Josemaría. Conhecer a Bíblia. Trad. de Luis Margarido Correia. Lisboa: DIEL-L, 1998, p. 18.
2 Constituição Dogmática Dei Verbum, sobre a Revelação Divina, n. 4.
3 Catecismo da Igreja Católica. São Paulo: Edições Loyola, 1999, n. 1104.
4 BENTO XVI. Angelus, três de Dezembro de 2006.
5 BENTO XVI. Homilia, dois de Dezembro de 2006.

 

Deje su Comentario

Noticias Relacionadas