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Quien no debe, no teme…

Redacción (Jueves, 25-11-2010, Gaudium Press) En la tranquilidad de sus canales, con bellos edificios y una vida económica estable, Holanda sigue los padrones de la cultura y temperamento nórdico. Método, raciocinio y estabilidad pueden sintetizar el modo de vivir de este pueblo que se habitó a enfrentar con labor los avances del mar. Según el Eurobarometer (2005), una investigación de opinión pública de European Comission, 97% de los holandeses están satisfechos con su nivel de vida.

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Foto: Ferdi

El 5 de mayo, en Ámsterdam, su bella y tradicional capital, se realizaba una ceremonia de homenaje a las víctimas de la Segunda Guerra Mundial, donde estaba presente la familia real. Entretanto, en el período en que transcurrían dos minutos de silencio en homenaje a las victimas, un grito y un estruendo asustaron a la multitud. La reina Beatriz y los miembros de la familia real holandesa fueron evacuados, por todos lados correría y pánico. Sesenta personas heridas fue el resultado del incidente.

Todo no pasó de una falsa alarma cuando alguien gritó cualquier cosa indescifrable y se oyó el ruido de un bullicioso objeto tirado en el piso. Un hombre de 39 años, acusado de disturbios del orden público, y que ya había sido detenido por crimen violento, fue responsabilizado por el hecho. Es el poder de una falsa alarma.

Las personas están asustadas por causa de los atentados terroristas que cada vez más asolan a Europa y EE.UU. Este hecho en la lejana y amigable Holanda nos invita a poner algunas cuestiones pertinentes. ¿Cuál es la razón más profunda para que las personas se sientan tan inseguras?

He aquí algunos datos que invitan al lector a una reflexión.

Infelizmente, solamente 34% de los holandeses creen en Dios, lo que coincide con la población que se dice católica y musulmana en aquel país. Según el Eurobarometer 27% de los holandeses no creen en Dios y el restante de la población (37%) cree en alguna suerte de espíritu o fuerza. Este altísimo grado de ateísmo coloca a Holanda en 3º lugar en el ranking europeo de ateísmo, atrás apenas de Francia y Republica Checa, 33% y 30% respectivamente. Coincide con esta gran tasa de ateísmo, un gran pesimismo en el futuro del país: apenas 35% de los habitantes de Holanda creen que la próxima generación gozará de una calidad de vida superior, atrás apenas de Francia (34%) y Suiza (26%). Como los números no mienten, pesimismo y ateísmo están en línea.

Todavía, según el recordado Papa Juan Pablo II, existe una especie de hombre que no está denominado en las estadísticas, pero que, entretanto, posee una psicología muy difundida en el mundo moderno. Es una mentalidad por la cual el individuo confiesa un Dios, una religión, pero no vive según los principios de su propia creencia. Este grupo de personas parece coincidir con la inmensa mayoría de personas que viven distantes de Dios en su cotidiano. Si son católicas, no frecuentan debidamente los sacramentos y la Misa, viven para una subsistencia meramente humana sin cualquier prisma sobrenatural. Era lo que Juan Pablo II denominaba de «ateísmo práctico».[1] A pesar del ateísmo doctrinario y confesado no tener presencia sensible en la sociedad latinoamericana, el «ateísmo práctico», está tan arraigado en el alma del hombre contemporáneo, como es inconsciente y difundido.

En diversas ocasiones Juan Pablo II y Benedicto XVI atribuyeron este acontecimiento al materialismo y al consumismo,[2] que hace algunos años atrás penetró en los países europeos y que es cada vez más creciente en América Latina. También la secularización tiene especial papel en este proceso, como correlaciona el anterior Papa: «la secularización contemporánea está acompañada de una fragmentación y un empobrecimiento de la vida interior espiritual del hombre».[3] ¿Cuál es el remedio para este mal tan difundido en el mundo actual?

El antídoto para el problema es la virtud de la Fe. La seguridad y la confianza son frutos de la virtud de la esperanza. La confianza tranquiliza el sistema nervioso y hace que el hombre evite situaciones desesperantes e irreflexivas. Para Monseñor João Clá, fundador de los Heraldos del Evangelio, «la confianza es la esperanza multiplicada por la Fe».[4]

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La Fe es la raíz de todas las virtudes

sobrenaturales – Foto: Luis M. Varela

La razón teológica más profunda del enorme papel de la Fe, está en que esta es el principio de las demás virtudes.[5] Aunque sea menos excelente que la caridad, sin la virtud de la Fe, no existe ni caridad, ni esperanza. No existiendo virtudes teologales, no puede haber virtudes cardinales. Así, la Fe es el principio de la perfección cristiana, por eso dijo el Divino Maestro: «Aquel que cree en el Hijo del Hombre tiene la vida eterna» (Jo 3, 36). Por lo tanto, las demás virtudes teologales – la Esperanza y la Caridad – gravitan en torno a la Fe, pues, no se espera en aquello que no se cree, y no se ama aquello que no se conoce.

Solamente así, el cristiano podrá alcanzar la perfección espiritual, que se llama santidad. San Pablo, de forma clara y simple, demuestra que la justificación se da por la Fe.[6] No es la ley, sino, el espíritu que vivifica. La Fe justifica,[7] pues, como dice, Santiago es probada por las obras[8]. No que se presuma una salvación sin el cumplimiento de las bienaventuranzas evangélicas o de los mandamientos de la Iglesia.

Además, la Fe, por su contenido escatológico y cristológico, descortina delante del individuo una perspectiva real e ideal, atrayéndolo por la belleza, lo torna apto a la práctica de la ley moral, la cual no sería muy del agrado del hombre, por sus impulsos naturales, sino que, a través de la sublimidad de la Revelación, la persona es capaz de decir «no» a lo que ofende a Dios, a la comunidad humana y a sí mismo, pero también, a decir «sí» a la vida, al progreso, el bien común, la virtud y al apelo universal de Cristo a la santidad. Por tanto, la excelencia de la Fe concede al hombre la concientización necesaria para decir «no» al mal, y «sí» al bien.

Talvez, esta ponderación ayude a los que ya poseen la virtud de la Fe a incrementarla con la oración y el estudio. No basta solo creer en Dios, es necesario convivir con Él a través de la oración, la participación de los sacramentos y la vida parroquial, pues según Von Balthasar, «la Fe no es un acto humano aislado, sino el comportamiento global, la disposición global con que el hombre responde por la gracia a la revelación de Dios que le interpela»[9]. Es la verdadera lección que sacamos de una falsa alarma.

Por Marcos Eduardo Melo dos Santos

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[1] Ateísmo teórico e prático. JOÃO PAULO II. Fides et Ratio, n. 46-47; Catequesis. El sentido de la cuaresma. 25 fev. 1998; Christifideles Laici, n. 4, 1998. Biblia Clerus. CD-ROM.

[2] Cf. Discurso às Nações Unidas, 5 de Outubro de 1995, n. 18; ed. port. de L’Osserv. Rom. de 14.10.1995, pág. 5.

[3] Juan Pablo II, Homilía. 13 oct. 2002.

[4] CLÁ DIAS. João S. Homilia na Igreja do Seminário de Virgo Flos Carmeli. São Paulo. 24 maio 2009. Arquivo Pessoal.

[5] Cf. ROYO MARÍN, Antonio. Teología Moral para Seglares. T. II. Madrid: BAC, 1994.

[6] Cfr. Ef 2,8 – Cf. Tg 2,14-26

[7] Sobre la Fe e l justificación (DENZINGER, 1332, 801)

[8] Cf. Concilio de Trento. DENZINGER 1521, 793).

[9] VON BALTHASAR, Hans Urs. La percepción de la forma. Madrid: Encuentro, 1985. p. 123.

 

 

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