Redacción (Jueves, 25-11-2010, Gaudium Press) Este sábado 27 de noviembre el mundo entero se unirá en la «Vigilia por la Vida Naciente», que el Papa Benedicto XVI convocó para que diócesis, parroquias, comunidades religiosas, asociaciones y movimientos católicos de todo el planeta se unan para celebrar la vida.
Con ocasión de esta jornada mundial de oración en torno al significado de la vida, Gaudium Press quiere traer a la memoria textos de la «Evangelium vitae», la Carta Encíclica de Juan Pablo II que habla sobre el valor y el carácter inviolable de la Vida Humana, que el Pontífice polaco dirigió a obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas, fieles laicos y a todas las personas de buena voluntad, el 25 de marzo -en la solemnidad de la Anunciación del Señor- de 1995. Justamente este año se conmemoraron los 15 años del documento del Santo Padre.
«Toda amenaza a la dignidad y a la vida del hombre repercute en el corazón mismo de la Iglesia»
En la Encíclica, Juan Pablo II, al hacer referencia a las amenazas contra la vida humana, recordaba que toda persona, en virtud del misterio del Verbo de Dios hecho carne, se confía al cuidado maternal de la Iglesia, y que, en este sentido «toda amenaza a la dignidad y a la vida del hombre repercute en el corazón mismo de la Iglesia, afecta al núcleo de su fe en la encarnación redentora del Hijo de Dios, la compromete en su misión de anunciar el Evangelio de la vida por todo el mundo y a cada criatura».
Al respecto, y refiriéndose al llamado progreso científico y tecnológico, el Papa Wojtyla expresaba: «Con las nuevas perspectivas abiertas por el progreso científico y tecnológico surgen nuevas formas de agresión contra la dignidad del ser humano, a la vez que se va delineando y consolidando una nueva situación cultural, que confiere a los atentados contra la vida un aspecto inédito -podría decirse- aún más inicuo ocasionando ulteriores y graves preocupaciones».
Estas inquietudes a las que el Pontífice hacía referencia en el documento, tenían relación con la justificación que algunos sectores de la opinión pública venían haciendo -y continúan realizando hoy- a algunos atentados contra la vida en nombre de los derechos de la libertad individual.
El aborto y la eutanasia: gran preocupación del Pontífice
Una especial preocupación del Papa polaco, manifiesta en «Evangelium vitae», era la problemática del aborto. Sobre ello decía: «Hoy una gran multitud de seres humanos débiles e indefensos, como son, concretamente, los niños aún no nacidos, está siendo aplastada en su derecho fundamental a la vida (…) La Iglesia, al final del siglo pasado, no podría callar ante los abusos entonces existentes, menos aún puede callar hoy, cuando a las injusticias sociales del pasado, tristemente no superadas todavía, se añaden en tantas partes del mundo injusticias y opresiones incluso más graves, consideradas tal vez como elementos de progreso de cara a la organización de un nuevo orden mundial».
También, y de forma contundente, expresaba que la aceptación del aborto, tanto en la cultura como en la ley, es señal de una peligrosa crisis del sentido moral. «Ante una situación tan grave, se requiere más que nunca el valor de mirar de frente a la verdad y de llamar a las cosas por su nombre», añadía Juan Pablo II.
Sobre la eutanasia, el Santo Padre decía que ella es «uno de los síntomas más alarmantes de la ‘cultura de la muerte'», que, como se menciona en el texto, se caracteriza porque presenta a los ancianos «como algo demasiado gravoso e insoportable». «En semejante contexto es cada vez más fuerte la tentación de la eutanasia, esto es, adueñarse de la muerte, procurándola de modo anticipado y poniendo así fin (…) a la propia vida o a la de otros», señalaba el Papa polaco.
Un llamado a defender la vida
En este sentido, «Evangelium vitae», fue un fuerte llamado que hacía Juan Pablo II a defender la vida; una invitación que muy bien puede tenerse en cuenta en el contexto actual.
En la Carta, el Papa decía: «La presente Encíclica, fruto de la colaboración del Episcopado de todos los Países del mundo. Quiere ser pues una confirmación precisa y firme del valor de la vida humana y de su carácter inviolable, y, al mismo tiempo, una acuciante llamada a todos y a cada uno, en nombre de Dios: ¡respeta, defiende, ama y sirve a la vida, a toda vida humana! ¡Sólo siguiendo este camino encontrarás justicia, desarrollo, libertad verdadera, paz y felicidad!».
Por Sonia Trujillo
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