viernes, 22 de noviembre de 2024
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Qumran: las misteriosas cavernas de Israel – II Parte

Redacción (Viernes, 17-12-2010, Gaudium Press)

Qirbet Qumran: una historia por atrás de las ruinas

Después del descubrimiento de la 11Q, se hicieron exploraciones al sur del Qirbet Qumran. Encontraron una habitación, en la cual la parte occidental constituía la vivienda de los vivos y la oriental el descanso de los muertos. Las tumbas localizadas llegaron a 1.200, y una gran cantidad de ellas era constituida por hombres entre veinte a cuarenta años, que probablemente fueron muertos en una resistencia militar y sepultados después de la retirada del enemigo vencedor. De entre los descubrimientos realizados allí, llama la atención un taller de cerámica (cuyos formatos se asemejaban a los encontrados en las grutas) y un scriptorium (oficina). A pesar de no encontrarse manuscritos en el lugar, estos dos ambientes indican que sus moradores escribían y hacían jarras de cerámica para guardar los escritos. Por tanto, había una actividad de escribas (copistas) en Qumran.

A pesar de no haber noticia de monedas en las once grutas exploradas, en las ruinas de Qumran fueron encontradas 1.250 piezas (según el P. de Vaux), de las cuales la mayoría podía ser reconocida. A través del tipo de moneda se puede prever los períodos de ocupación de Qumran. Restos de muros y pedazos de cerámica encontrados al nordeste de la edificación principal hace remontarla al siglo VIII-VII a.C. Esta habitación puede estar haciendo mención a la «Ciudad de la Sal» (Jos 15,62), pero de la cual no se tiene más informaciones. Probablemente el primer período de ocupación en Qumran (según las monedas allí localizadas) se dio alrededor del año 100 a.C., terminando con un temblor de tierra asolador en el año 31 a.C. El segundo período que se inició cerca de 30 años después de la tragedia, va hasta el año 68 d.C., donde un destacamento del general romano, Vespasiano, conquistó Qumran durante la ocupación de Jericó. Las monedas encontradas en la segunda camada arqueológica (de los años 67-68 d.C.) corresponden al período de la Primera Revuelta de los Judíos contra Roma (años 66 al 70 d.C.).

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Foto: Suzane Chapman

A partir de entonces, el tercer período de ocupación se limita a la manutención del edificio por parte de un puesto romano, hasta el dominio completo de la revuelta (con la caída de la fortaleza de Massada en el año 73 d.C). Las monedas rescatadas por los arqueólogos – correspondientes a este período – datan de los años 69-70 a 72-73. Posiblemente los ocupantes de Qumran en esta época serían la 10ª legión romana (comandada por el general Trajano – padre del futuro emperador Trajano). De las piezas descubiertas, siete monedas se refieren al Período de la Segunda Revuelta de los Judíos contra Roma (años 132-135 d.C.); eso muestra que un destacamento de judíos resistió en la Qirbet durante este período. Con este contexto histórico, la colocación de los manuscritos en las grutas del Mar Muerto se dio a más tardar en junio del año 68 d.C., por causa de los conflictos. ¿Qué contienen estos manuscritos?

Los fragmentos encontrados en las once grutas corresponden a cerca de 600 manuscritos. En ellos están contenidos libros bíblicos y obras hasta entonces desconocidas, como: comentarios bíblicos (Targum) de carácter polémico, reglamentos para la admisión de adeptos y modo de vida para una comunidad, táctica militar, etc. Apenas 11 de estos manuscritos se presentan casi íntegros (siete de la 1Q y cuatro de la 11Q). Los conservados en la gruta 11 contenían un manuscrito del Levítico, una compilación de Salmos, un Targum de Job y un texto litúrgico de carácter apocalíptico. Los localizados en la 1Q corresponden a los siguientes temas: dos copias del libro de Isaías, un comentario de Habacuc (estos son los bíblicos), reglamento de la Guerra de los Hijos de la Luz contra los Hijos de las Tinieblas, Apócrifo del Génesis, Regla de disciplina e Himnos. El rollo del Reglamento de la Guerra de los Hijos de la Luz contra los Hijos de las Tinieblas es el que está en mejor conservación y el Apócrifo del Génesis es el único que presenta el texto en arameo. De la lista general de los 600 manuscritos, prácticamente un cuarto de ellos se refiere a textos bíblicos, inclusive con libros deuterocanónicos. También llaman la atención algunos textos de códigos disciplinares (Regla de disciplina y sobre la Guerra) que presentan semejanzas con textos encontrados por Salomon Schechter en la genizá (sacristía) de una sinagoga del Cairo (1896-1897), conocidos como Documento (o Escrito) de Damasco. Esto indica que probablemente tenían varias comunidades esénicas esparcidas. Tests científicos comenzaron a realizarse, a fin de comprobar la veracidad de los documentos. El Prof. Willard F. Libby efectuó una pesquisa nuclear (test carbono 14) en el Instituto de Física Nuclear de Chicago. Este comprobó que un pedazo de lino retirado de un rollo del Profeta Isaías era del tiempo de Jesús. La publicación de los descubrimientos de Qumran no tardó. Alrededor de la década del 50 comenzó la divulgación de las investigaciones; entretanto, solo el tiempo y el trabajo de especialistas podrán desvendar todo el valor contenido en estos documentos.

Tres tradiciones textuales de la Biblia

Cuando en los días de hoy se toma una Biblia en la mano, tal vez ni se imagine que ella tuvo más de una versión en la antigüedad. Tres son las principales versiones (tradiciones) de la Biblia: la Samaritana, el Canon de Jamnia y la Traducción de los Setenta.

En la tradición Samaritana está presente solo el Pentateuco (cinco primeros libros de la Biblia: Torá – Ley). No modificaron su canon aún después de nuevas ediciones de la Biblia Hebraica. El Canon de Jamnia se hizo necesario después de la dispersión de los judíos con la tomada de Jerusalén por las tropas de Tito en el año 70 d.C., a fin de resguardar la integridad religiosa de la nación en aquella emergencia. Este trabajo fue realizado por los fariseos en Jamnia (Yabnéh) donde su escuela rabínica se tornó próspera. El Canon de Jamnia excluyó de su Biblia siete libros sagrados (conocidos como deuterocanónicos: Tobías, Judit, Baruc, Eclesiástico, Sabiduría, 1 y 2 Macabeos); además de fragmentos de Daniel (3,24-90; 13-14) y Ester (10,4-16,24).

Este texto de Jamnia no contenía vocales, por eso, fue realizado un exhaustivo trabajo – iniciado en el siglo VI d.C. y terminado en el siglo X – con la finalidad de colocar señales que indicasen las vocales de las palabras, evitando equívocos de interpretación. Estas señales son puntos vocálicos que no modifican la estructura de la palabra hebraica. El texto se volvió conocido como Massorá y los compositores de estas señales como massoretas («testigos de la Tradición»). Una tercera tradición, más antigua que la masorética es la de Alejandría. Ésta es la versión griega de la Escritura Hebraica. La primera referencia a esta versión se da alrededor del año 200 a.C. en la llamada «Carta de Aristeas». Según esta correspondencia, el rey de Egipto, Ptolomeu II Filadelfo (287-247 a.C.) encomendó, a pedido del responsable de la – recién fundada – biblioteca de Alejandría, Demetrio de Fálaro, una copia de los libros sagrados de los judíos. Fue enviada una embajada judaica a Egipto compuesta por seis miembros de cada tribu de Israel, sumando 72 sabios. De ahí proviene el nombre de «Traducción de los Setenta» o «Septuaginta» (LXX).

Durante siete días fueron sometidos a 72 preguntas de las cuales respondieron con toda sabiduría. En 72 días su misión estaba terminada; la traducción de los libros sagrados del hebraico al griego llegaba a su curso. Desde entonces la obra pasó a formar parte del acervo de aquella biblioteca. Los descubrimientos de Qumran traían manuscritos correspondientes a estas tres tradiciones. Eso significa un importante acervo para comparaciones y estudios de las versiones vigentes hasta aquel momento (como, por ejemplo, el texto en hebraico, donde el más antiguo manuscrito conocido databa del siglo IX d.C.). Como subraya el P. Dupont-Sommer, este descubrimiento no invalida los estudios ya realizados referentes a la crítica, sino proporciona material que posibilitará una investigación más sólida.

Por Thiago de Oliveira Geraldo

(El próximo Lunes – III parte: El mapa del tesoro)

 

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