Redacción (Viernes, 17-12-2010, Gaudium Press)
El mapa del tesoro
¿Qué haríamos si nos fuese entregado un mapa de un tesoro? ¿Creeríamos tener en manos una guía para encontrar riquezas incalculables? ¿O pensaríamos ser esto un fraude cualquiera? En la gruta 3Q fueron encontrados rollos de cobre. Después de averiguar el estado de los rollos y haberlos preparado, el P. H. Wright Baker (de la Facultad de Ciencias y Tecnología de la Universidad de Manchester) resolvió cortarlos en 23 tiras, a fin de leer lo que en ellos estaba escrito. Primitivamente estos rollos parecían estar unidos por rebites. Todo indica que son tres hojas de cobre, midiendo treinta centímetros por ochenta. Los caracteres gravados en los rollos están en hebraico.
Foto: Suzane Chapman |
¿Y qué estaba escrito en ellos? ¡Una relación de tesoros! En la lista, 63 de estos tesoros estaban descritas su localización indicada. Inclusive constaba haber una segunda lista más detallada. La suma de estas preciosidades (oro, plata, objetos sagrados para el culto, vestimentas, substancias odoríferas, etc.) sumaba 4.632 talentos, lo que equivale más o menos de 150 a 160 toneladas de material valioso. Todo en el territorio de Palestina. ¿La lista será verdadera? Se puede, al contrario, preguntar qué habría llevado a la confección de tales rollos, con la preocupación de esconderlos en una gruta, si todo fuese mera leyenda…
Hay indicios históricos (documentales) de valores semejantes o superiores a este, como el caso narrado por Flávio Josefo, cuando Pompeyo exigió cerca de 10.000 talentos por ocasión de la toma de Jerusalén; o cuando Craso -más tarde- se apoderó de 2.000 talentos del Templo en los cuales Pompeyo no había tocado, además de 8.000 talentos de los tesoros del Templo. Entretanto, no es probable que este tesoro al cual se refieren los rollos de cobre, fuese del Templo, pues este había sido saqueado por los romanos en la toma de Jerusalén en el año 70 d.C. Una hipótesis es la de que el tesoro perteneciera a un grupo de judíos insurrectos de la Segunda Revuelta contra Roma (132-135 d.C.), comandados por Bar-Kokheba (llamado de «hijo de la estrella» por Justino y Eusebio) pero, debido a la aproximación de las legiones romanas, habrían juzgado más prudente esparcir el tesoro y algunos, refugiados en Qumran, allí guardaron los rollos de cobre. Otra hipótesis es que el tesoro perteneciera a la Comunidad de Qumran, pues había un encargado de administrar las riquezas pertenecientes a los miembros de la comunidad.
El fragmento 7Q5
«De hecho, no habían comprendido nada respecto a los panes. El corazón de ellos continuaba endurecido. Habiendo atravesado el lago, fueron a Genesaré y atracaron» (Mc 6,52-53). Talvez el texto de arriba ya haya sido leído en varias ocasiones o contemplado en la liturgia, pero él trae un gran cambio para los estudios bíblicos. En los descubrimientos de Qumran se creía que todos los textos pertenecían al Antiguo Testamento, pero el P. José O’Callaghan S.J. (profesor de papirología griega en el Instituto Pontificio Bíblico – Roma) publicó un estudio en marzo de 1972 titulado «¿Papiros del Nuevo Testamento dentro de la gruta 7 de Qumran?», donde estudios de papirología indicaban que algunos textos de Qumran formaban parte del Nuevo Testamento. En especial el Evangelio de Marcos 6,52-53, fragmento denominado como 7Q5 (la gruta 7 de Qumran y el número 5 es para identificarlo entre los demás papiros allí encontrados).
Con el hallazgo de los versículos 52 y 53 del Evangelio de S. Marcos, el tiempo de «tradición oral» que se suponía ser de cuarenta años después de la muerte de Jesucristo, para la redacción final del Evangelio, se reduciría a veinte, contradiciendo lo que la crítica pensaba hasta entonces. Acerca de esta hipótesis, comenta el P. Martini -hoy Cardenal- (en mayo del mismo año 1972, como Rector del Instituto Bíblico de Roma) que era una hipótesis basada en consideraciones graves y dignas de atención, que precisaba ser estudiada bajo el punto de vista paleográfico, papirológico y arqueológico. También comenta que algunas oportunidades nuevas e interesantes se estaban abriendo para evaluar el origen de los Evangelios. Concluye diciendo que era prematuro ocuparse de estos problemas antes que hayan sido examinados con más cuidado los papiros y el contexto en que fueron descubiertos.
De la misma forma, el vice-rector del Instituto Bíblico de Roma, el P. Schökel, decía que la ciencia aún no tuvo tiempo de pronunciarse. Pero que concretamente -en aquel momento- era una hipótesis seria y sólida. El P. O’Callaghan encuentra respaldo en la ciencia -como él mismo lo certifica- por medio de la profesora de Papirología, Montevecchi, que fue presidente de la Asociación Internacional de Papirólogos, y del Catedrático de Matemáticas, el Dr. Albert Dou. Ambos son afines con la hipótesis del P. O’Callaghan. Otros, sin embargo, son de tesis contraria, como el P. Pierre Grelot (biblista del Instituto Católico de París y miembro de la Comisión Pontificia Bíblica). En una entrevista para 30 giorni en junio de 1991, acusaba O’Callaghan de haber hecho una conjetura completamente absurda, que tiene un fin apologético. La suposición del P. O’Callaghan es una hipótesis en estudio. Vale resaltar que en la séptima gruta, al contrario de las demás (que contenían la escritura hebraica o aramea sobre el pergamino), los escritos estaban en griego sobre el papiro.
Una realidad actual
Los descubrimientos realizados en las grutas y ruinas de Qumran no cayeron en el olvido y todavía continúan fascinando al mundo. La Dra. Pnina Shor, jefe de la Sección de Conservación de Artefactos del Departamento de Antigüedades de Israel, fue la encargada de una exposición de 17 artículos ocurrida en Toronto, en el Royal Ontario Museum, finalizada el 3 de enero de este año. El mayor descubrimiento arqueológico del siglo XX hizo que una generación entera de estudiosos -para no decir el mundo- dedicase sus vidas para analizarlas. El tema aún despierta interés en analistas y muchos debates se hacen a propósito de este descubrimiento. Entretanto, la Providencia solamente permitió que estos manuscritos fuesen encontrados casi veinte siglos después de su inclusión en las grutas. ¿Por qué tanto tiempo? ¿Será que no había reservado este descubrimiento para una época en que la fe se tornó «pasible de duda», para así despertar nuevamente el sentido religioso en los corazones humanos?
Por Thiago de Oliveira Geraldo
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