Ciudad de México (Lunes, 20-12-2010, Gaudium Press) «El Señor mismo les dará una señal: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros» (Mt 1, 22-23). El texto litúrgico de San Mateo, en el que se recuerda la cita del profeta Isaías, sirvió al Cardenal Norberto Rivera Carrera, Arzobispo Primado de México, como punto de inicio de su reflexión homilética, el pasado domingo en la catedral de la capital azteca.
El profeta habla de un Dios que está con nosotros, asumiendo nuestra naturaleza. Aparte de la alusión a la fecundidad de una Virgen, que más explícita no podía ser, el Primado de México destacó esa cercanía a los hombres del Emmanuel: «Se ha hecho Dios-con-nosotros, un Dios cercano, se ha hecho uno de nosotros, ha entrado en nuestra historia, ha sellado una nueva y eterna alianza con todos y cada uno de nosotros.»
La señal anunciada a los hombres -llamada Emmanuel- es el propio Dios, y entretanto un Dios que es «de-nosotros», pues «si sólo fuera Dios, sin ser ‘de nosotros’, si no fuera verdadero hombre, tampoco su salvación nos llegaría, según el antiguo adagio patrístico: ‘lo que no se asume no se redime’ «, explicó el Cardenal. Por tanto, el cristiano, particularmente en estos días previos a la Navidad, está convocado a afirmar su «fe tanto en la divinidad de Jesucristo, como en su dimensión humana e histórica».
El haber sido impregnados por misericordia de esa fe, conlleva también un compromiso: «La carta de San Pablo a los Romanos, que hoy hemos escuchado, nos lleva a descubrir que nuestra vocación y el verdadero reto que tenemos como cristianos es llevar a toda persona a la obediencia de la fe, es ser apóstoles, es proclamar el Evangelio de Jesucristo. Somos conscientes de que esta vocación no es una carga, sino una gracia, un verdadero privilegio, ya que Dios nos asocia a su Hijo Jesucristo para realizar la obra de la salvación», expresó el purpurado.
No quiso el Cardenal Rivera concluir su homilía, sin hacer la alabanza de la Madre de Dios, mencionada de forma explícita en el texto de Isaías. A Jesús lo encontraron los Magos junto a su Madre. Así lo debemos hallar nosotros: «Los Pastores y los Reyes Magos encontraron a Jesús ‘con María su madre’; es absurdo por tanto que nosotros queramos recibir a Jesús y que no aceptemos a la que Él escogió para venir a este mundo. La alegría de la Navidad no sería completa si nuestra mirada no se dirigiese a aquélla que, obedeciendo totalmente al Padre, engendró para nosotros en la carne al Hijo de Dios. Pidámosle a María, madre de Cristo y madre nuestra, que nos prepare para recibir a su Hijo Jesús, en esta Navidad y siempre, y que ella nos enseñe cómo tratar a Cristo una vez que lo hayamos admitido en nuestra vida», concluyó el Cardenal.
Con información del Siame
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