San Pablo (Martes, 28-12-2010, Gaudium Press) En las últimas décadas, se notan loables esfuerzos en el sentido de rescatar de la visión del hombre, como un todo, la educación. Como Howard Gardner -profesor de Neurología en Boston School of Medicine y de Psicología en Harvard University- con su «Teoría de las inteligencias múltiples» (1983), en donde la inteligencia humana es presentada desde varias facetas, ampliando los horizontes pedagógicos que se habían restringido sólo a las inteligencias lingüística y lógico-matemática.
Éstas, por cierto son la base también para los tests de IQ (Cociente Intelectual), hoy muy contestados, y con razón, y sin embargo, tan a la moda hasta hace poco. Encontramos casos curiosos de tests de IQ aplicados a deportistas célebres que los apuntaron en el límite de la debilidad mental… Otras inteligencias -o sea, talentos, capacidades y habilidades mentales- deberían igualmente ser trabajadas, según Gardner, como la visual/espacial, la corporal/kinestésica, la musical, la interpersonal y la intrapersonal. ¿Por qué matemática, por ejemplo, debería ser más importante que música? Concepción, ésta más holística, que es aceptada generalmente por los educadores contemporáneos.
Un progreso, sin duda. Aunque, dígase de paso, nuestra legislación educativa no está debidamente actualizada cuando permite que los exámenes de reclasificación se restrinjan simplemente a las disciplinas de portugués y matemáticas. ¿Cuántos futuros artistas y deportistas que quizá serán famosos, un día, no estarán siendo perjudicados hoy?
Sin embargo, el centro de la atención de la gran mayoría de los educadores modernos es el mecanismo de la inteligencia, el funcionamiento del cerebro, la epistemología en el hombre, que no es suficiente, pues no abarca la persona entera. Se busca reducir el hombre a la materia, no considerando estudios científicos recientes que revelan cómo la percepción y las actividades mentales son meta-neuronales.
Si la percepción es meta-neuronal, con mayor razón lo debe ser la actividad mental, el pensamiento. La primera actividad mental es la formación de conceptos o ideas, operación que consiste en eliminar lo accidental de una cosa, para quedarse con su esencia. […] Por tanto, debemos concluir que: si para llegar a la abstracción se supera la información sensorial, que es la que nos proporcionan las neuronas, el proceso de abstracción ha de ser meta-neuronal. […] Si no es el cerebro el que se encarga de abstraer, ¿quién es el responsable de esta función? Según Aristóteles es el entendimiento agente, que como actividad anímica que es, no reside en el cerebro, sino corresponde a la persona, compuesto substancial de cuerpo y alma (SANZ, 2007).
Naturalmente, los nuevos descubrimientos en el campo de la psicología y la neurología son muy útiles, entretanto, según apunta la antropología cristiana, hay una falla capital al no considerarse el alma humana y el primordial papel de la voluntad en la educación de un niño. Se estudia el cuerpo humano, sobre todo el cerebro y su funcionamiento; se ignora el alma. Se ignora, particularmente, la realidad de los efectos del pecado original en las potencias del alma: inteligencia, voluntad y sensibilidad.
Siendo el hombre principalmente alma, la cual, como espíritu, es superior a la materia, no se considera lo más importante que hay en el ser humano. De ahí, la crónica insuficiencia notada en la pedagogía moderna, en sus múltiples y variados sistemas de enseñanza.
Con todo el avance técnico, ¿no es recurrente la queja entre los educadores con relación a la baja calidad de los estudiantes, y el nivel de aprendizaje? ¿Quién se atrevería a afirmar que los jóvenes de hoy aprenden más y están más preparados que sus padres o abuelos, en la misma edad?
Por los frutos se conoce el árbol, dice el proverbio popular.
Por P. Ricardo Basso, EP
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