Redacción (Miércoles, 28-12-2010, Gaudium Press) En las Sagradas Escrituras nos encontramos a Dios muchas veces comunicarse a los hombres por medio de señales en la naturaleza: la brisa de la tarde en el Paraíso, el arco iris después del diluvio, la zarza ardiente, la diáfana nube de San Elías, etc… Y en su propio nacimiento, Él quiso usar de una señal en el cielo, la Estrella de Belén.
Este hecho es narrado únicamente por un evangelista: San Mateo.
En verdad, en aquella época se admitía que el nacimiento de personas importantes estaba relacionado con ciertos movimientos de los astros celestiales.
Así, se decía de Alejandro Magno, Julio César, Augusto, y hasta filósofos como Platón tuvieron su estrella, aparecida en el cielo cuando ellos vinieron al mundo.
Mucho se ha hablado respecto de la estrella aparecida a los tres Reyes Magos, guiándolos hasta el lugar bendito en donde el Salvador había de nacer. Y no han faltado hombres de ciencia que han intentado encontrar una explicación natural para ese suceso sobrenatural, centro de la historia humana. No tenemos la pretensión de hacer un compendio científico a este respecto, pero no deja de tener cierto interés conocer, aunque sea de modo sumario, las principales tentativas de solucionar este enigma.
Una de las primeras teorías surgidas era que ese astro habría sido el planeta Venus. Cada 12 meses, poco antes de nacer el sol, él aparece diez veces más claro que la más brillante de las estrellas: la Sirius. Pero ese ya era, entonces, un fenómeno muy conocido por los pueblos de Oriente y, por tanto, para los Reyes Magos nada tendría de extraordinario.
Otra hipótesis surgió de un astrónomo reconocido en los medios científicos del siglo XVI: Johannes Kepler.
Intentó demostrar con sus largos estudios que ese astro no era sólo uno, sino la conjunción de dos planetas: Júpiter y Saturno. Cuando ellos se sobreponen, suman sus respectivos brillos. Un fenómeno de esos fue observado por él en 1604 y pudo producir un efecto semejante al que nos cuenta la Biblia. A partir de ahí, Kepler defendió su teoría.
Existen tres problemas al hacer esta afirmación: primero, esa conjunción dura apenas algunas horas, y la estrella que apareció a los Reyes Magos fue visible durante semanas; segundo, Júpiter y Saturno nunca se funden completamente en una única estrella. A simple vista, siempre se podrían distinguir dos cuerpos; tercero, a menos que la fecha del nacimiento del Niño Jesús esté muy mal calculada, tal conjunción sólo podía tener lugar tres años después.
Hay quien dice que la estrella fue, en verdad, un meteoro especialmente brillante. Pero un meteoro sólo puede durar algunos segundos, y sería muy forzado creer que esos pocos segundos de visibilidad bastarían para guiar a los Reyes Magos en un viaje a través de kilómetros, en un desierto inhabitable, y que al llegar a Belén, apareciera otro meteoro semejante, indicando el lugar exacto donde estaba el Niño Dios.
Orígenes, Padre de la Iglesia, nacido en Alejandría, Egipto, llegó a reconocer que la estrella de Belén era un cometa. Algunos cometas llegan a ser centenares de veces mayores que la tierra, y su luz puede dominar el firmamento durante semanas.
Incluso, algunos sustentan que San Mateo había quedado tan impresionado con el cometa Halley, visto en los cielos en el año 66 d.C., o por el testimonio de los más antiguos cristianos que lo habían visto en el año 12 a.C., que lo incluyó en la historia. Otros afirman que fue el propio Halley la estrella de Belén. Pero debemos reconocer que las dos fechas citadas están muy apartadas del nacimiento de Jesús para ser unidas a él. Y según los datos catalogados, no hay mención de ningún otro cometa que haya sido observado a simple vista entre los años 7 a.C. y 1 d.C., período en el cual se acepta haber nacido el Mesías. Además, lo habitual es que en la antigüedad fueran anunciadores de desgracias y no de beneficios.
Una última hipótesis científica es que habría sido una «Nova». Existen ciertas estrellas que explotan de tal forma que su luz aumenta centenares de veces en pocas horas. Son las llamadas «Novas», o «Supernovas», dependiendo de la intensidad de la explosión.
Se calcula que cada mil años, aproximadamente, una estrella se transforma en Supernova, siendo ese fenómeno visible durante varios meses, incluso durante el día.
Sin embargo, ya no se cree en esa hipótesis, pues tales explosiones, debido a su magnitud, aún después de siglos, dejan trazos inconfundibles en el espacio, como manchas estelares, etc. Entretanto, hasta hoy no se descubrió ningún indicio de tal fenómeno ocurrido en ese periodo histórico.
Si bien que las diversas tentativas de explicación científica no hayan dado respuestas satisfactorias al respecto del misterio de la estrella de Belén, eso en nada disminuye el mérito de los esforzados estudiosos, que con recta intención buscan desvelar los enigmas de la naturaleza.
Dejando de momento esas hipótesis de lado, volvamos nuestros ojos a otro aspecto de la cuestión: el campo teológico, donde se considera que la estrella era la realización de la profecía del Antiguo Testamento: «Una estrella avanza desde Jacob, un cetro se levanta de Israel» (Num 24, 17).
Algunos teólogos defienden que San Mateo hizo una interpretación de las tradiciones de la época, refiriéndose al astro no como una estrella en el sentido literal, sino como símbolo del nacimiento de un personaje importante.
Pero Santo Tomás, el doctor angélico, ya pensó en eso en su época y resolvió la cuestión en la Suma Teológica (III q. 36 a. 7), usando cinco argumentos de San Juan Crisóstomo:
1º.- Esta estrella siguió un camino de norte a sur, que no es lo común en las estrellas.
2º.- Ella aparecía no solo de noche, sino también durante el día
3º.- Algunas veces ella aparecía y otras, se ocultaba.
4º.- No tenía un movimiento continuo: avanzaba cuando era preciso que los magos caminasen, y se detenía cuando ellos debían detenerse, como la columna de nubes en el desierto.
5º.- La estrella mostró el parto de la Virgen no sólo permaneciendo en lo alto, sino también descendiendo, pues no podía indicar claramente la casa si no estuviese cercana a la Tierra.
Pero si ese astro no fue propiamente una estrella ¿qué era?
Según el propio Santo Tomás, todavía citando al Crisóstomo, podría ser:
1º.- El Espíritu Santo así como apareció en forma de paloma sobre Nuestro Señor en su Bautismo, también apareció a los Reyes Magos en forma de estrella.
2º.- Un ángel, el mismo que apareció a los pastores, apareció a los Reyes Magos en forma de estrella.
3º.- Una especie de estrella creada aparte de las otras, no en el cielo sino en la atmósfera próxima a la tierra, y que se movía según la voluntad de Dios.
Como solución al misterio de la estrella de Belén, Santo Tomás afirmaba ser más probable y correcta esta última alternativa.
De cualquier forma, tenemos la seguridad de que esa estrella continúa brillando, no solo en lo alto de los árboles de Navidad, sino principalmente en el alma de cada cristiano al conmemorar la Luz nacida en Belén para iluminar los caminos de la Humanidad.
Por Emílio Portugal Coutinho
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