Redacción (Miércoles, 05-01-2011, Gaudium Press) «Natalis solis invicti»: con este nombre, el Emperador de Roma, Aureliano, oficializaba la tradicional conmemoración del sol naciente e invencible. Todos los años, el 25 de Diciembre, sucedía algo muy curioso… Debido a la inclinación natural del planeta, en el hemisferio norte transcurría el día más corto y, consecuentemente, la noche más prolongada del año. El paganismo de los romanos atribuía a este hecho el significado de ser una amenaza de los dioses, pues notaban, a lo largo de las estaciones, la progresiva disminución de las horas solares, hasta llegar al clímax que se daba en esa ocasión.
Asustados, les ofrecían desagravios a los dioses y, por medio de prolongados rituales y celebraciones, juzgaban atraer su bendición, evitando así la desaparición de la luz.
Nacimiento, en la Iglesia Santa María de Tyn – Praga Foto: Victor Toniolo |
Con el advenimiento del Cristianismo, los romanos recién-convertidos guardaban nostalgia de las fiestas realizadas por ocasión del «Natalis Solis Invicti». Por esta razón, la Santa Iglesia consideró que era sabio conducir hacia el bien esta arraigada tradición: conmemorar, en ese mismo día, el nacimiento del «Sol de la Justicia que trae la salvación en sus rayos» (Ml 3, 20). Y apoyada en pasajes de la Sagrada Escritura, en los cuales el Mesías es presentado como la «Luz para iluminar las naciones» (Lc 2, 32) (cf. Jo 1, 9), emprendió la cristianización de esta vieja costumbre pagana.
Un antiquísimo mosaico del siglo III, encontrado en la cripta vaticana y conocido como el Mausoleo de los Iulii, conjuga grandiosamente las imágenes de Cristo y del Sol, sobre un carruaje triunfante. Con base en esto, se atribuye al Emperador Constantino, constructor de la Basílica Vaticana, ser uno de los primeros en instituir, en esta fecha, la celebración de la Navidad.
El primer calendario en constatar este hecho fue editado por un personaje conocido como Filocalos (354). Entretanto, la declaración oficial de la Santa Iglesia fue proferida por el Papa Julio I (337-352). Como enseña la Doctrina Católica, las fiestas del año litúrgico nos hacen participar de las mismas gracias dispensadas por Dios en el propio episodio conmemorado [1]. Habiendo, pues, la Cátedra infalible de Pedro, ligado esta determinación en la tierra, fue ligada también en el Cielo (cf. Mt 16, 19), atrayendo de esta manera bendiciones copiosísimas para el 25 de Diciembre, ¡Navidad del Señor!
Por Sebastián Correa Velásquez
[1] cf. Mediator Dei. II Ciclo dos Mistérios; Tertio Millenio. II. O Jubileu do ano 2000.
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