Nueva York (Martes, 18-01-2011, Gaudium Press) El ahora venerable Mons. Nelson H. Baker, antes de entregarse al servicio de Dios, oyó las voces que lo llamaban a un futuro de próspero comerciante, y también fue convocado para el servicio de las armas en su país, pero ningunas de ellas consiguió desviarlo de su gran y verdadera vocación, la de la labor sacerdotal.
Ahora Venerable, decimos, pues el Papa Benedicto XVI junto al decreto del milagro que permite la próxima beatificación de Juan Pablo II, autorizó también el decreto que promulga las virtudes heroicas de este insigne sacerdote diocesano americano.
Mons. Nelson H. Baker Foto: Diócesis de Búfalo |
Nelson Henry Baker nació en Buffalo, Nueva York, EE.UU., el 16 de febrero de 1842, en un momento en que la ciudad ya era un importante puerto en los Grandes Lagos y contaba con alrededor de 20.000 habitantes. El padre de Nelson, tendero, inculcó en su hijo un agudo sentido para los negocios, que más tarde le sería de profunda utilidad. Si su padre era luterano su madre era entretanto una devota católica irlandesa, quien legó a su hijo un profundo amor a su fe.
En julio de 1863, durante la Guerra Civil Americana, Nelson se enlistó en el 74º Regimiento de la milicia del estado de Nueva York, y solo algunas horas más tarde, su unidad tuvo que dirigirse a la frontera entre Pennsylvania y Maryland, donde intervino en una de las más violentas y famosas batallas de todos los tiempos, la batalla de Gettysburg. Después de Gettysburg, y tras ser requerido para otra misión en la ciudad de Nueva York, Nelson y su unidad regresaron a Buffalo, donde concluyó su corta vida militar, que había durado 30 días de servicio activo.
Poco después de su regreso, un amigo del futuro Monseñor le sugirió a este ahora veterano de guerra de 21 años, que estableciesen una sociedad comercial. Aunque Nelson le manifestó que estaba pensando en hacerse sacerdote, finalmente cedió a la insistencia y montaron lo que terminó siendo una exitosa empresa de comida y granos. En esos días de prosperidad, Nelson Baker dio vía libre a su gran propensión hacia la caridad con los más necesitados. Entretanto, la llamada radical de Dios seguía resonando en su interior.
Habiendo decidido realizar un particular «retiro espiritual» que aportara luces sobre su futuro, Nelson hizo en el verano de 1869 un viaje en barco a lo largo de las orillas de los Grandes Lagos. Las iglesias de Detroit, Milwaukee, Chicago y de otros puertos pudieron contemplar entonces a este inquieto joven pedir luces sobre su futuro, el cual al final del viaje estaba completamente claro y resuelto: sería sacerdote, y así lo comunicó a su familia al regresar a la ciudad natal. Su padre y hermanos no estaban muy a gusto con la nueva, no así su madre, quien no dejaba de manifestar su encanto.
Con resolución firme, Nelson Baker entró en el Seminario de en la Universidad de Niágara, Nueva York, en 1870, y fue ordenado sacerdote diocesano el 19 de marzo de 1876.
Durante cinco años se desempeñó como sacerdote asistente en Lackawanna, después como cura en Corning, Nueva York (entonces parte de la Diócesis de Buffalo). En 1882, fue llamado a Lackawanna como Superintendente de la institución destinada a convertirse en Casas de Caridad «Nuestra Señora de la Victoria», con un orfanato, una escuela industrial, un hogar para niños, instalaciones para madres solteras, y un hospital de maternidad, en lo que se constituyó después en una verdadera «Ciudad de Caridad», beneficio para innumeras personas. El Padre Nelson Baker fue nombrado Vicario General de la Diócesis de Buffalo en 1902, Prelado doméstico en 1905, y posteriormente Protonotario Apostólico. Mucho ya tenía que agradecerle su comunidad.
Entretanto, y a la edad de 79 años, inició la obra por la que más lo reconocería la posteridad, la construcción de la Basílica de Nuestra Señora de las Victorias. No habiendo los fondos suficientes para el inicio de la obra, promovió entre los miembros de la Asociación Nuestra Señora de la Victoria que él había conformado, la campaña «done un bloque de 10 dólares para la construcción de la basílica». De toda la nación, la respuesta fue de una generosidad inesperada. En sólo 4 años -y empleando de excelentes artistas europeos, y de finos materiales venidos de Asia, África y Europa- la basílica estaba construida, justo en el año en que se conmemoraban las Bodas de Oro sacerdotales del Padre Baker. Y sin ninguna deuda por saldar…
El Padre Baker administró la nueva Basílica-parroquia hasta bien entrado en años, junto con la «Ciudad de la Caridad» adyacente. Su muerte tuvo lugar el 29 de julio de 1936, Lackawanna, Nueva York.
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