Santo Domingo (Lunes, 24-01-2011, Gaudium Press) Hace 500 años, más exactamente el 8 de agosto de 1511, fue erigida por el Papa Julio II la Arquidiócesis de Santo Domingo, en República Dominicana, considerada la primera diócesis latinoamericana.
Con motivo de la fiesta jubilar, que comenzó a celebrarse desde agosto del 2010 y conmemora a la diócesis primada de América, el Episcopado de República Dominicana emitió el pasado viernes 21 de enero, la Carta Pastoral «500 años de misión evangelizando la nación».
Catedral Primada de América |
Los prelados, quienes comienzan la carta tomando un trecho del texto bíblico del Eclesiástico «Voy a hacer el elogio de los hombres buenos, nuestros antepasados de diversas épocas (…)», señalan: «nos ha parecido justo presentarles un rendido homenaje a cuantos nos precedieron, y a los actuales agentes de pastoral, un panorama a grandes rasgos de lo que ha supuesto la presencia y acción de la Iglesia entre nosotros».
Sobre la creación de las tres primeras Diócesis de América -en su orden Santo Domingo, La Vega en República Dominicana, y San Juan de Puerto Rico-, los obispos dominicanos dicen que «fue un acto primacial y constituyente de las Iglesias de América». Al respecto también recuerdan que no en vano Juan Pablo II llamó a la isla dominicana «La primogénita en la fe de América».
Predicación, administración de los sacramentos, enseñanza y asistencia social
«La misión de la naciente Iglesia dominicana a partir de la bula ‘Romanus Pontifex’ y el primer acto jurídico del obispo franciscano Fr. García de Padilla -12 de mayo de 1512 – fue la predicación, la administración de los sacramentos, la enseñanza y la asistencia social. ‘Prediquen el Santo Evangelio y enseñen a los infieles, y con buenas palabras los conviertan a la veneración de la Fe Católica, y ya convertidos, los instruyan en la religión cristiana, les den y administren el Santo Sacramento del Bautismo. Y así convertidos, como los demás fieles de Cristo, les administren los santos sacramentos de la Confesión, de la Eucaristía y los demás’, decía el Papa en el cuarto párrafo de su citada bula del 8 de agosto de 1511»; es lo que recuerdan los prelados en la misiva.
Igualmente, los prelados elogian la labor que, a lo largo de los años, viene realizando la Iglesia dominicana, sobre todo ante los cambios que traen las diferentes épocas: «La Iglesia católica no sólo combatió errores y reduccionismos de posiciones filosóficas, políticas y religiosas y defendió su derecho a existir y aportar sus valores religiosos y sociales (…) La Iglesia pudo así desarrollar una imaginación creativa y dar origen a una personalidad religiosa capaz de vivir y aportar en este mundo nuevos métodos pastorales y comunidades religiosas para enfrentar los retos de los tiempos cambiantes».
Una Iglesia Misionera
Los Obispos también resaltan la labor que desde el siglo XIX hasta nuestros días vienen realizando los misioneros en República Dominicana, destacan que ha sido «una Iglesia misionera, abierta a la cooperación misionera extranjera, agradecida de la ayuda de tantos sacerdotes, religiosas y religiosos laicos y laicas extranjeros que vinieron a aportar su trabajo».
Obispos dominicanos |
Destacan, a su vez, la importante misión que ha desarrollado la Iglesia dominicana ante las necesidades sociales de la nación, particularmente ante la «precariedad constante» del sistema educativo y de salud. «Hay que destacar la presencia en la educación desde los mismos inicios en las escuelas conventuales, en particular la de los franciscanos de La Vega (…); las tres universidades del periodo colonial y el Seminario del periodo republicano que abrió las puertas a toda clase de estudiantes», traen a la memoria los prelados.
Asimismo, distinguen a la Iglesia de su país como una Iglesia afianzada por sus miembros quienes, en su consagración a Dios y su entrega sirviendo a los más necesitados, «han encontrado el camino a la santidad». «Sacerdotes -algunos con debilidades conocidas, pero dedicados a la construcción de la Iglesia y al servicio del Pueblo- administraron los sacramentos y repartieron el pan en medio de grandes dificultades, no obstante, la pobreza de las parroquias, su delicado estado de salud, las dificultades de los caminos y la inestabilidad política», añaden.
Igualmente, reconocen que la devoción mariana a la Virgen de las Mercedes y de la Altagracia, ha abierto la generosidad del pueblo dominicano «a los altos valores del espíritu», y le da identidad a «nuestra dominicanidad».
Finalmente, expresan su agradecimiento a Dios, «Dador de todo bien, que tan generoso ha sido con nosotros», y piden a Él «luz y fortaleza» para enfrentar las debilidades y negligencias.
Gaudium Press / Sonia Trujillo
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