sábado, 23 de noviembre de 2024
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El gusto por los buenos modales resurge

Redacción (Miércoles, 26-01-2011, Gaudium Press) Mucho se ha dicho sobre las buena maneras, atribuyéndoles como principal inconveniente la falta de sinceridad en la relación mutua.

Desde París nos llega la noticia (1) de que volvieron ellas a ser bien vistas en general por la población.

Otrora ocupaban ellas un papel preponderante en la vida social. El movimiento libertario de mayo de 1968 en Francia tuvo como empeño barrerlas en gran parte de la sociedad. Enseñar a los niños a tener reglas de educación equivalía a quebrar de forma culposa la espontaneidad de sus personalidades.

Algunos centros de información decían que la reprensión dificultaba el potencial creativo de los jóvenes, como de hecho, también, a los menos jóvenes…

Sin embargo, esa opinión es errónea. Al evitar a alguien practicar lo indeseable, en realidad se le está ayudando a transitar sin impedimento el camino del bien. Tal será, por ejemplo, el caso del policía que detiene el intento del suicida; impidiendo el mal, lo llevó al bien, por la preservación de su vida.

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Una sala noble, acorde con nobles maneras…

O el caso del anciano que necesita de la barandilla para subir la empinada escalera. Apoyándose en ella no va a debilitar su personalidad, sino por el contrario dará señal de lucidez por la elección de un medio a su alcance para llegar a la meta que tiene en vista, cual es, la de subir a un piso superior.

Pero a veces cuesta percibir las cosas obvias

Entretanto, «chassez le naturel et il reviendra au galop» (expulsad lo que es natural y él regresará al galope), dicen los franceses. El galope, en el caso de las buenas maneras, llevó casi cerca de medio siglo, pero acabó hasta cierto punto, haciéndose escuchar.

Informa la referida noticia de La Croix que las guías de buenas maneras se venden hoy como panecillos.

Portarse bien en la mesa vuelve a ser de buen tono. ¿Quién diría?

El arte de bien recibir es difundido hoy por una de las páginas web de cocina más populares (2), que contiene normas relativas a la disposición de cubiertos, vasos, y vinos en las mesas.

Sin manifestar un apego a las cuestiones de protocolo, las indicaciones tienen en cuenta ciertas reglas naturales, tales como, por ejemplo, dejar el lugar de mayor precedencia a las personas a quienes queremos rendir homenaje de una forma especial.

La cortesía parece estar volviendo al gusto del día

Bertrand Buffon, jefe de gabinete de un centro para la inversión internacional -continúa informando La Croix- acaba de publicar un ensayo titulado «El gusto de la cortesía» en el que declara que «dada la ascensión de las incivilidades -término extraño, dice él, que evita hablar de la desaparición de la cortesía- se ha comenzado a tener consciencia de que el hombre, naturalmente sociable, necesita de la cortesía para ser feliz y crecer».

Dominique Picard, psico-socióloga y autora de dos libros sobre este tema explica que, «fundamentalmente la cortesía es el aceite que se pone en las coyunturas de las relaciones sociales, es lo que nos permite vivir juntos, respetándonos unos a otros. Se sabe que no es posible vivir de acuerdo a la espontaneidad. Al despertar en la mañana de mal humor no podemos responder a un vecino que nos saluda: «¡No me moleste!»

– Es la razón por la cual declaramos que tenemos mucho placer en conocer a alguien que nos es presentado, incluso aunque no tengamos ningún encanto en ello. Importa que tengamos disponibilidad social para convivir.

Resume la psico-socióloga que «las normas de cortesía permiten que las personas vivan juntas en el respeto mutuo, sin colocarlas en posición incómoda».

Es evidente que las reglas de la cortesía son el fruto de la cultura de las personas que las generan. Dominique Picard cita como ejemplo el hecho de que en Europa cuando un niño habla a un adulto, debe mirarlo a la cara, mientras que en Asia la regla es que baje los ojos. Así, la manera de mostrar respeto por alguien varía entre estos dos mundos, pero el principio fundamental que se quiere afirmar es el mismo: exteriorizar el respeto que se tiene por ciertas personas.

Para más allá de la diversidad de formas de ser, lo que importa conocer son los principios fundamentales que rigen las relaciones mutuas.

En términos católicos, el respeto mutuo que es practicado por la cortesía es ley fundamental, establecida por Dios mismo, al mandarnos amar «también a nuestro prójimo como a nosotros mismos». El interés por las almas de los demás lleva a tratarlos bien siempre que tengamos la ocasión, para poder aproximarlos más a su finalidad eterna, que es conocer a Dios.

Por Guy de Ridder

 

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