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Costumbres paganas entre los cristianos del Siglo V: Soluciones y propuestas en los Sermones de San León Magno – III Parte

Redacción (Miércoles, 26-01-2011, Gaudium Press)

Propuestas contra el paganismo en los Sermones de San León Magno [16]

Visando formar no solo a los neófitos, como también a aquellos que eran ya bien instruidos, San León Magno aprovechaba las principales fiestas litúrgicas para dar el «obsequio de su palabra». [17]

Uno de los principales puntos al que el Pontífice pretendía llamar la atención de los presentes en la asamblea, era la consideración de la gracia recibida con el Bautismo, lo que presuponía dejar el paganismo en que vivían, y el resurgir para una vida nueva, adorando un solo Dios: «Perezca lo que es viejo, surja la novedad. […] ‘Nadie puede servir a dos señores’ (Mt 6, 24; Lc 16, 13)» (Sermón 71, 1). Estas alocuciones visaban así la integridad de todos los bautizados, delante de las solicitudes del mundo y de las insidias demoníacas, dándose cuenta de la condición de hijos de Dios y del rescate recibido por la muerte de Jesús en la Cruz:

San León.jpg«Arrancados así por tan alto precio y por tan gran misterio al poder de las tinieblas y liberados de los lazos de la antigua esclavitud, tomad cuidado, queridísimos, para que el diablo no corrompa la integridad de vuestras almas mediante algún artificio. Todo lo que os sea inculcado contra la fe cristiana, todo lo que os sea aconsejado en oposición a los mandamientos de Dios, todo eso viene de los engaños del diablo: es él que, por innúmeros artificios, se esfuerza por desviaros de la vida eterna, aprovechando ciertas ocasiones ligadas a la debilidad humana, para hacer recaer en los lazos de su propia muerte a las almas incautas y negligentes. Recuerden, pues, todos aquellos que fueron regenerados por el agua y el Espíritu Santo, de aquello a que renunciaron» (Sermón 52, 5).

Esta consideración de que, una vez miembros de la Iglesia, somos portadores de una vida nueva que a todos llama a la plenitud, lleva a San León Magno a considerar lo inverso: aquel que se inmiscuye con los que andan en las tinieblas «se encontrará tanto más cerca de la muerte como más lejos esté de la luz católica» (Sermón 47, 2). De esta forma, pretendía el Pontífice que aquellos que hubiesen ingresado en los caminos de la verdad, no se dejasen atraer por atractivos engañadores (Cf. Sermón 74, 5).

Para él, la fuerza para caminar por los caminos del Señor y no mirar hacia atrás vendría de la Redención, con la cual todos se deberían configurar, y que empuja a la misión y la evangelización. La Cruz toma entonces un valor más que simbólico para todos los cristianos. Significativas son sus numerosas consideraciones en este ámbito; a título de ejemplo:

«¿Cómo será nuestra participación en la muerte de Cristo, sino dejando de ser aquello que fuimos?» (Sermón 50, 1).

«Tomar la cruz es muerte a los apetitos, extinción de los vicios, fuga de la vanidad, abdicación de todo error» (Sermón 72, 5).

«Confírmese, según la predicación del sacratísimo Evangelio, la fe de todos. Nadie se avergüence de la cruz de Cristo, por la cual el mundo fue redimido» (Sermón 51, 8).

Entretanto, enseña a los presentes a tener un amor por la Iglesia y a la fe en la cual fueron instruidos que los animase a no vacilar en la sana doctrina y en las costumbres cristianas, volviendo los ojos hacia los antiguos cultos paganos. Como vimos ya anteriormente, una de las cuestiones que más preocupaba a San León Magno era la de los astros. Advertía él en uno de los sermones:

«Queridísimos, cuanto a vosotros, descendencia santa de nuestra madre católica, que fuisteis instruidos por el Espíritu Santo de Dios en la escuela de la verdad […] No os contaminéis, pues, con el error de aquellos que manchan sobretodo su observancia, ‘que sirven a la criatura, envés de al Creador’ (Rm 1, 25), dedicando una abstinencia estrafalaria a los astros del cielo: […] instituyeron su ayuno para honrar al mismo tiempo los astros y para despreciar la resurrección del Señor. Se alejan así, del misterio de la salvación. […] y como para disimular su incredulidad, ellos osan penetrar en nuestras asambleas» (Sermón 42, 5).

Notaba San León Magno que algunos de estos cultos paganos se habían infiltrado en el seno de la Iglesia. Algunas medidas precisaban ser tomadas. Sin duda alguna, que la mayor de ellas sería el ejemplo y la integridad de vida, apoyados en la vida sobrenatural y en la piedad cristiana. Y la solución para estos problemas que minaban la Iglesia se encontraba en la santidad de los católicos. Y estos verían en la oración y en el amor al prójimo un fuerte escudo y amparo contra el maligno, conforme él confirma a la asamblea de los bautizados al aconsejarlos que:

«Todas las veces que la ceguera de los paganos los condujese con mayor intensidad a sus supersticiones, el pueblo de Dios perseverase aún más devotamente en las oraciones y en las obras de caridad. Pues, en verdad, cuanto más los espíritus inmundos se alegran con el error de los paganos, tanto más se sienten derrotados por la observancia de la verdadera religión y, así, el crecimiento de la justicia consume al autor de la maldad» (Sermón 8).

En su 96º Sermón, también llamado de ‘Tratado contra la herejía de Eutiques’, San León Magno revela la consciencia que tiene de su ministerio y de su importancia delante de aquellos que querían manchar la ortodoxia y la santidad de la Iglesia, y se muestra preocupado con la imprescindible vigilancia delante de los errores que surgían: «Nuestro ministerio pastoral debe velar para que la deturpación de la herejía no perjudique al rebaño del Señor y mostrar cómo evitar la astucia de los lobos y ladrones» (Sermón 96, 1). Se entiende de este modo porque, falleciendo San León Magno en 461, el Papa Sergio I reconocería su ejemplaridad, componiendo un apropiado epitafio que lo define como un verdadero y atento pastor: «A velar para que el lobo, siempre al acecho, no disipe el rebaño». [18]

Por el diácono José Victorino de Andrade
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[16] Todas las citas de los sermones fueron extraidas de la versión portuguesa en PATRÍSTICA. Leão Magno: Sermões. 2. ed. Tradução SCHIRATO, Sérgio et all. São Paulo: Paulus, 2005. Vol. 6. Nos limitamos a citar, de ahora en adelante, la respectiva referencia.

[17] Cf. Sermão 76, 1. Importante también aqui la frase que revela dirigirse a todos: «Doctos e indoctos no menosprecien el servicio prestado por nuestros lbios».

[18] Apud DANIEL-ROPS. A Igreja dos tempos Bárbaros. São Paulo: Quadrante, 1991. p. 112-113.

 

 

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