Redacción (Jueves, 27-01-2011, Gaudium Press) Vemos que en el mundo sensible es hecho evidente la graduación de las perfecciones transcendentales en una maravillosa jerarquía. Es fácil comprender que todas las cosas son ontológicamente buenas «secundum magis et minus». La aprehensión de los grados se torna todavía más evidente cuando se considera el «pulchrum», escalera segura de contemplación jerárquica de las cosas, con la cual alcanza, en su vértice, su Suma Perfección.
Tal Perfección, absolutamente desproporcionada en relación con el hombre, nos es revelada por medio de ese sublime reflejo de Dios en las criaturas: la belleza.
Al analizar la Creación y su multifacética variedad podemos preguntarnos por qué Dios quiso crear tal inmensidad de seres. Pues siendo Él infinitamente perfecto, se bastaría a Sí mismo, sin la absoluta necesidad de crearlos. Sin embargo, en Su infinita bondad y misericordia, así lo deseó.
Ahora, su intención, al crear cantidad insondable de seres, fue para que estos no solamente reflejasen su perfección infinita, sino también la reprodujesen en sus más variados grados. De este modo se explica el carácter jerárquico que Dios imprimió al Universo.
Entretanto, ¿no podría Dios originar una única criatura que por sí sola reflejase todas sus perfecciones tan bien como el conjunto de los seres creados? Parece que eso sería metafísicamente imposible. Pues Dios creó un Universo compuesto de muchas criaturas para que ellas, de un lado por su pluralidad, de otro por su jerarquización, reflejasen convenientemente su belleza y perfección divina. Pues así como un acorde sonoro es bello por la formación de una unidad armoniosa en una «tercera», más bello es aún cuando agregamos apenas una nota en un acorde de «quinta», constituyendo lo que se llama «consonancia perfecta».
Análogamente, el orden de la creación es todavía más bello por su rica pluralidad, cuando cohesiva en la unidad. Por tanto, el hombre, al contemplar el mundo a su alrededor puede -aliándose con la cuarta vía, o sea, a partir de la observación de la gradualidad de los seres creados- inferir en estos, los espléndidos reflejos de la divina pulcritud.
De este modo, el espíritu jerárquico de los diversos grados aliados al orden, a las desigualdades armónicas, al «pulchrum», en suma, nos llevan de ‘proche en proche’ hasta la demostración de la existencia de Dios, a su consideración y, por último, a la contemplación de su Suma Perfección, causa de todas las perfecciones.
Por Felipe de Azevedo Ramos
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