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Medellín (Jueves, 09-02-2011, Gaudium Press) Aproximadamente hace dos semanas las escuelas, colegios y universidades abrieron sus puertas para recibir a miles de alumnos que dan inicio a un nuevo año escolar. Con ello se asumen nuevos retos, metodologías y proyectos encaminados a la mejora continua de la educación en el país, aún a pesar de las múltiples crisis que la atraviesan.
De este modo, y con el propósito de reflexionar en torno al valor de la educación, el Arzobispo de Medellín, Darío Tobón Restrepo, compartió con su comunidad eclesial y con todo el país sus apreciaciones al respecto.
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| Mons. Darío Tobón Restrepo |
«La sociedad no podría realizarse cabalmente sin este servicio y este arte de transmitir a las nuevas generaciones lo que la humanidad ha ido conquistando. Quien educa verdaderamente se dedica a una persona concreta, se hace cargo de ella con amor constante para que broten, en la libertad, todas sus potencialidades. Educar implica estar atentos a que se desarrollen en cada persona la inteligencia, la voluntad y la capacidad de amar», expresó el arzobispo.
Y es que es justamente la escuela, junto al hogar, el primer lugar en donde los niños aprenden y aprehenden no solo conocimientos teóricos, sino también valores, que les permiten formarse como personas íntegras.
Sin embargo, según el Arzobispo de Medellín, «nadie ignora las dificultades que hoy debe enfrentar la educación. Entre ellas, sobresalen el escepticismo sobre su misma posibilidad y la programación a corto plazo de los proyectos educativos. Con frecuencia, la familia ya no logra educar auténticamente. No podemos desconocer tampoco que hoy los niños y los jóvenes se ven seducidos por muy diversas propuestas, sin tener los elementos para una acertada opción. A esto se añade la debilidad de la voluntad que no siempre es capaz de resistir al mal»
En este sentido, el Arzobispo Tobón recordó especialmente las palabras del Papa: «Su Santidad Benedicto XVI ha indicado que la dificultad quizás más profunda para una verdadera obra educativa es que nuestra esperanza está amenazada y corremos el riesgo de volvernos también nosotros, como decía San Pablo de los antiguos paganos, «hombres sin esperanza y sin Dios» (cf Ef 2,12). En la raíz de la crisis de la educación, concluye el Papa, está efectivamente una crisis de confianza en la vida (21-1-2008).»
«De otra parte, ahí podemos situar la contribución específica que, desde la visión cristiana, surge para la educación; porque, en último término, la única fuente de esperanza es Cristo. De la fe en Cristo, efectivamente, nace una gran esperanza para el hombre, para su vida, para su decisión de amar. El seguimiento de él configura el perfil de una persona capaz de darle sentido a la vida, dispuesta a ofrecerse en proyectos de servicio a los demás, lista a afrontar con gozo e ilusión el futuro. Por tanto, aunque es una misión ardua, la educación, en la perspectiva de un humanismo integral y trascendente, es una tarea que hoy se hace urgente para la humanidad y que corresponde por naturaleza a Iglesia», finalizó.
Con información de la Arquidiócesis de Medellín, Colombia.
Gaudium Press / Nathali J. Rátiva M.
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