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A la búsqueda ansiada del Azul Absoluto

Bogotá (Viernes, 25-02-2011, Gaudium Press) Entre la perfección creada y la Perfección Increada, que es Dios, existe una distancia infinita que es de alguna manera cubierta por los posibles de Dios. Es lo que intentaremos explicar ahora.

Dios creó las aguas, de muy diversos tipos. Las hay tranquilas como las de la mar en calma, o como las de un lago de los adentros de las montañas. Las hay tempestuosas o raudas; existen las meramente agitadas.

Existen aguas de muy diversos colores, desde los oscuros misteriosos y atemorizantes, hasta los aguamarinas cristalinos y encantadores de algunas playas del Caribe o del Pacífico Sur. En mi patria hay un río que surca los bordes de la selva amazónica y que es llamado «el río de los 7 colores», por sus tonalidades variadas verdaderamente maravillosas.

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Chambord – Foto: ‘Sybarit48’

Entretanto, las aguas, y todas las criaturas en su variedad gigantesca, no son sino la realización concreta de ideas divinas. Como dice Mons. Juan Clá en su maravillosa obra «A Fidelidade ao Primeiro Olhar – Um périplo, da apreensão do Ser até a contemplação do Absoluto» (La Fidelidad al Primer Mirar – Un periplo, de la aprehensión del Ser hasta la contemplación del Absoluto), siguiendo a San Agustín, «siendo la naturaleza una obra de Dios, se encuentran en la inteligencia divina las ideas ejemplares de todos los seres ya creados o posibles. Así, cada criatura encuentra su propia perfección en esa idea».

De hecho, según explica San Buenaventura -y no podría ser diferente pues Dios es una sustancia simple- no hay distinción real entre Dios y sus ideas ejemplares. Por tanto, toda la creación apunta directamente hacia la esencia divina.

Todo apunta hacia Dios. Sin embargo, los seres creados no están al mismo nivel; de acuerdo a Santo Tomás sus perfecciones son diversas y están graduadas en una escala jerárquica. Una escala por tanto, que corresponde a una escala de ideas divinas. Pero esa escala de ideas divinas camina también para la Idea Absoluta, que es el propio Ser divino.

Dice pues Mons. Juan Clá, que entre las ideas divinas no solo están las que se hicieron materia, sino también las que son meras ideas: son los posibles de Dios.

Es claro que Dios no creó las cosas en su máxima perfección, entre otras razones porque quería asociar al hombre a su acción creadora, brindándole la oportunidad de que él perfeccionara la propia creación, y tornara realidad varios posibles que anidaban en la esencia divina, esperando salir de su dulce ‘letargo’.

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Buscando el Azul Absoluto – Foto: ‘Daspool’

Y si también las ideas ejemplares en Dios están jerarquizadas, la realización de un posible más perfecto de lo ya existente -como correspondiente a una idea ejemplar más perfecta que es- es un acercamiento aún mayor, una profundización aún mayor a la Idea Absoluta, que es Dios.

En ese sentido, quien construyó la primera casa, por ejemplo con un bello tejado, hizo realidad un posible de Dios. Quien humanamente ideó y quienes construyeron el castillo de Chambord, se «introdujeron» aún más en el Ser divino.

Por eso titulamos nuestra humilde nota como «A la búsqueda ansiada del Azul Absoluto», porque todos queremos -consciente o subconscientemente- unirnos con Dios Absoluto. Pero no teniendo en esta tierra acceso directo a la esencia divina, podemos irnos acercando a ella buscando con nuestro espíritu, bajo la inspiración divina, ese «azul del mar aún más maravilloso que cualquiera existente», ese «castillo de ensueño aún no construido», en fin, ese «universo más magnífico», que al final de cuentas, lo único que hace es realizar el ansia del paraíso que inflama nuestras almas, en donde viviremos en la total felicidad.

Sin embargo, ya hay una criatura que realiza la perfección total, pues no podría ser más perfecta. Ella es la Virgen bendita, la Madre de Dios, y también la Madre de los posibles realizados y por realizar, bajo cuya dirección los hombres algún día construirán el Reino de Cristo aquí en la tierra. Que Ella nos inspire.

Por Saúl Castiblanco

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