sábado, 27 de abril de 2024
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Para no estresarse tanto, a la hora del embotellamiento

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Foto: ‘TravelAficionado’

Bogotá (Sábado, 05-03-2011, Gaudium Press) En mi ciudad, como ciertamente en no pocas de las grandes urbes hodiernas, el tráfico, -particularmente en horas ‘pico’- está insufrible. Las explicaciones del porqué del problema abundan por doquier; los proyectos para superarlo también. Incluso las acusaciones mutuas de culpabilidades están a la orden del día en los medios de comunicación. Quiera Dios que los responsables pronto encuentren verdaderas soluciones a éste, que es casi tema obligado de cualquier tertulia, y que se va convirtiendo a los pocos en un asunto de «salud pública»…

Salud. Tema en suma importante. Cada día más, y desde las más diversas disciplinas, se llega a la convicción de la mutua dependencia existente entre la salud física y la salud mental. Las preocupaciones ocasionan deficiencias inmunológicas; el ruido excesivo de nuestras ciudades está en el origen de trastornos de ansiedad; la relación entre estados psicológicos y neurotransmisores, hormonas y el conjunto del organismo es directa, y muy real. La salud, en su conjunto, nos preocupa crecientemente a todos.

Como una contribución, pues, a la «salud pública», narramos la siguiente pequeña historia, que puede servir también de ejercicio. Veamos.

Son las 5 de la tarde, y salimos de nuestro trabajo. A un día de arduas labores se suma -una vez más- el «tráfico infernal». Gracias a Dios no somos los pilotos, no tenemos la responsabilidad de guiar el coche, y no obstante percibimos los «humores» entre resignados y furibundos de quien lo está haciendo. Estos «efluvios» acrecientan nuestro propio stress.

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Foto: Maia C.

Entretanto, y a lo lejos, divisado desde nuestra ‘angustia vial’, un zopilote planea en vuelo descendente y circular sobre un terreno al parecer baldío. Ciertamente es el primero en percibir una -para él- apetitosa presa. Desde la distancia sentimos casi en la propia piel cómo él no está ‘estresado’. A pesar de tener muy presente el objeto carnudo de su futuro deleite, su vuelo es ponderado, es sereno, no agota en él todas sus energías, aprovecha los vientos.

Pasan los segundos y de manera casi imperceptible vemos cómo progresa en su descenso. Ora gira en un sentido, ora gira después de un tiempo en otro; a veces parece ascender un tanto, para retomar después su lenta caída; sus alas, extendidas y firmes, permanecen casi inmóviles.

Al momento ya no es solo una, sino que otra ave se ha sumado tras la estela de su sosegado vuelo. Las dos, en perfecta armonía, van descendiendo conformando una incipiente sutil sinfonía, a la que luego se agregan otra y otra ave, como otras deleitables notas musicales…

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Foto:’Oceandesetoiles’

Algunos pensamientos empiezan a formarse en nuestro espíritu: «Cómo Dios es perfecto, incluso en aves que cumplen una labor tan ‘ingrata’ como la de ser carroñeras. Ellas tienen ‘señorío’, parecen incluso -a pesar de su oscura faena- ser en algo ‘conscientes’ de su ‘dignidad’. Ellas tienen la ‘grandeza’ de quien observa las cosas desde lo alto, contemplando al tiempo un muy amplio panorama, y desde ahí, sin agitación, se dirigen sin embargo con voluntad inquebrantable a su objetivo».

De pronto un pitazo fuerte y agudo nos saca abruptamente de nuestro agradable ejercicio contemplativo. En medio de la hilera de carros, otro conductor ‘stresado’ ha realizado una maniobra imprudente que ha motivado la reacción sonora de nuestro tenso piloto.

Entretanto, y a pesar del agudo sobresalto, tenemos la sensación de haber despertado de un dulce sueño, de un descanso reparador. El «relax» del vuelo de los zopilotes, en algo ha contagiado de «relax» nuestra propia alma. Y ahora tenemos algo más de energía para seguir sufriendo el ‘trancón’. Una agradable sorpresa: desde que comenzamos a contemplar el vuelo del ave negra, ya hemos ‘digerido’, sin darnos cuenta, varios kilómetros de embotellamiento…

La historia anterior es, como se dice hoy, «basada en hechos reales». Pero podría no serlo. En todo caso, no es difícil sacar la moraleja: Casi siempre hay objetos prontos a nuestra contemplación. Algunos son ‘simples’, otros menos. Pero incluso en los simples, podemos contemplar la grandeza del Creador. Y pocas cosas más ‘relajantes’, o mejor, más portadoras de verdadera felicidad, que ‘ver’ a Dios en su creación. Ejercicio éste al cual todos estamos convocados. Y que sirve incluso para no estresarnos tanto.

Por Saúl Castiblanco

 

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