Redacción (Martes, 05-04-2011, Gaudium Press)
El poder de atracción de Santo Tomás
Otro punto resaltado por Benedicto XVI fue la gran capacidad de atracción que Santo Tomás ejercía sobre aquellos que lo conocían: «Uno de sus ex-alumnos declaró que una enorme multitud de estudiantes seguía los cursos de Tomás, a tal punto que las aulas tenían dificultades en contenerlos y, en una nota personal, agregaba que ‘escucharlo era para él una profunda felicidad'».
Santo Tomás «vivió la vida de un maestro y con toda la entrega que era capaz» [9]. En la Suma Contra los Gentiles se encuentra una discreta indicación de lo que él consideraba como la principal tarea de su vida, haciendo suyas las palabras de San Hilario: «Soy consciente de que el principal deber de mi vida para con Dios es esforzarme para que mis palabras y todos mis sentidos hablen de él» [10]. Aquella perfecta unión que había en el Angélico entre la vida de oración y la vida del estudio era el secreto de su santidad.
Además de haber sido un gran profesor y escritor, Santo Tomás también se dedicó a la predicación pública. Algunas de estas homilías pasaron a la historia y llegaron hasta nosotros. En sus predicaciones, él supo explicar los más intricados problemas teológicos, en un lenguaje accesible a las personas de poca erudición. El Papa considera verdaderamente ser una gran gracia «cuando los teólogos saben hablar con simplicidad y fervor a los fieles. Por otro lado, el ministerio de la predicación ayuda a los propios estudiosos de teología a tener un sano realismo pastoral, y enriquece su investigación con estímulos intensos». [11]
Su devoción eucarística
Entretanto, ¿cómo fue posible en solo 25 años de enseñanza, en una época donde no había prensa, en que las bibliotecas eran pequeñas y de difícil acceso, una tan grandiosa producción bibliográfica? Quien nos da la respuesta es el propio Santo Tomás. Él mismo confidenció a Fray Reginaldo, su confesor, que aprendió más en sus meditaciones en la Iglesia delante del Santísimo Sacramento, o en la celda a los pies del Crucifijo, que en todos los libros que había leído. Guillermo de Tocco insiste en decir que ‘todas las veces que él quería estudiar, iniciar una disputa, enseñar, escribir o dictar, se retiraba primeramente en el secreto de la oración y rezaba vertiendo lágrimas, a fin de obtener la comprensión de los misterios divinos’. Santo Tomás: ‘se entregó totalmente a las cosas de lo alto, y fue contemplativo de un modo enteramente admirable’ [12].
Durante la noche, Tomás, después de un breve sueño, iba a postrarse delante del Santísimo Sacramento, donde permanecía largo tiempo en oración. Cuando tocaban las Maitines, antes que los religiosos formasen fila para ir al coro, él retornaba sigilosamente a su cela para que nadie lo notase. De esta forma, era en la vida de piedad que Santo Tomás adquiría los más altos conocimientos, comprendía los textos sagrados y encontraba la solución para los más complicados problemas teológicos. El Pontífice también argumenta que en la vida de Santo Tomás encontramos aquella que es una de las principales características de las almas electas, o sea, la devoción a Nuestra Señora.
Él la definió con un apelativo maravilloso: Triclinium totius Trinitatis, triclinio, o sea, lugar donde la Trinidad encuentra su descanso porque, en virtud de la Encarnación, en ninguna criatura, como en ella, las tres Personas divinas habitan y sienten la delicia y la alegría por vivir en su alma llena de Gracia. Por su intercesión, nosotros podemos obtener todo el auxilio [13].
La celebración de la Santa Eucaristía era la devoción preferida de Santo Tomás. Celebraba todos los días, a la primera hora de la mañana e, incluso antes de sacarse los paramentos sacerdotales, asistía a una o dos misas. En cuanto a los deberes religiosos, seguía escrupulosamente las oraciones de la comunidad, sin usar las legítimas dispensas a la que tenía derecho por ejercer la función de Maestro. Al avanzar en edad, aumentó también el número de sus oraciones y meditaciones. De esta forma es que se entiende mejor toda la eficacia de la enseñanza de Santo Tomás, pues, de acuerdo con Grabmann: «la figura científica de Santo Tomás no se puede separar de la grandeza ético-religiosa de su alma; en Tomás, no se puede comprender al investigador de la verdad sin el santo» [14].
«Maestro Tomás, ¿qué lección nos puede dar?».
Benedicto XVI también recuerda que, cierta mañana, mientras Santo Tomás rezaba en la capilla de San Nicolás, en Nápoles, un sacristán llamado Domingo de Caserta, oyó un diálogo. El Angélico preguntaba, preocupado, si aquello que había escrito sobre los misterios de la fe era correcto. Es entonces que oye una voz que proviene del crucifijo:
«-Hablaste bien de mí, Tomás, ¿cuál será tu recompensa?
«- Nada más que Tú, Señor».
Y cuando se acercaba el término de su peregrinación en esta tierra, el Angélico pidió los Sacramentos y los recibió con gran fervor.
En este momento, afirmó también su fe absoluta en la presencia de Dios en la Eucaristía.
«Te recibo, precio de la redención de mi alma, te recibo, viático de mi peregrinación, por cuyo amor estudié, realicé vigilias, sufrí; te prediqué, enseñé; jamás dije algo contra ti, y si lo hice fue por ignorancia, y no insisto en mi error; si enseñé mal respecto a este sacramento o de otros, lo someto al juzgamiento de la santa Iglesia Romana, en obediencia a la cual dejo ahora esta vida» [15].
Tres días después, el 07 de marzo de 1274, de madrugada, es ungido. Responde a cada una de las santas unciones. Instantes después expira: «Su alma va tan pura como vino. Tomás no parte, regresa. Lo espera Aquel de quien nunca, al final, se separó…» [16].
Por ocasión del séptimo centenario de la muerte de Angélico, el Papa Pablo VI se dirige a Fossanova y allí afirma que, aún en el actual tiempo en que vivimos, tenemos todavía mucho que aprender con Santo Tomás. Este Pontífice interrogaba: «Maestro Tomás, ¿qué lección nos puede dar?». En seguida, respondía con estas palabras: «La confianza en la verdad del pensamiento religioso católico, como fue por él defendido, expuesto y abierto a la capacidad cognoscitiva de la mente humana» [17]. Y en este mismo día, en la ciudad de Aquino, refiriéndose aún a Santo Tomás, concluía diciendo: «¡Todos nosotros que somos hijos de la Iglesia, podemos y debemos, por lo menos en cierta medida, ser sus discípulos!» [18].
Por Inácio de Araújo Almeida
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[9] Pieper, Josef. Introducción a Tomás de Aquino. Doce Lecciones. Rialp, Madrid, 2005.
[10] Aquino, Santo Tomás de. Suma contra los Gentiles, BAC, Madrid, 2007. p. 40.
[11] Benedicto XVI, Audiencia General, Plaza de San Pedro. Miércoles, 2 Jun. 2010.
[12] Guillermo de Tocco: Storia Sancti Thome de Aquino, ed. C. Le Brun Gouanvic, Pontifical Institute of Medieval Studies, Toronto, 1996.
[13] Benedicto XVI, Audiencia General, Plaza de San Pedro. Miércoles, 23 Jun. 2010.
[14]In Ameal, João. São Tomás de Aquino. Iniciação ao estudo da sua figura e da sua obra. 3a ed. Tavares Martins: Porto, 1947, p. 130.
[15] Idem, p. 154.
[16] Ibidem.
[17] Insegnamenti di Paolo VI, XII [1974], pp. 833-834.
[18] Ibidem, p. 836.
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