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México se regocija con próxima beatificación de Virrey–obispo Palafox

Ciudad de México (Jueves, 05-05-2011, Gaudium Press) Interesantísimos guiones, muy entretenidos, y con el agregado de que son basados en la realidad y edifican, tendrían a la mano los productores fílmicos si se interesasen más por las vidas de los santos de la Iglesia católica. Miremos por ejemplo la sublime historia de Juan de Palafox, quien será beatificado el próximo 5 de junio, en El Burgo de Osma, España.

Nace nuestro beato el 24 de junio de 1600 en Fitero, Navarra, fruto de una unión ilegítima entre Jaime de Palafox y Rebolledo, más tarde segundo marqués de Ariza, y Ana de Casanate y Espés, viuda de noble estirpe. La viuda viendo la posibilidad de mancillar su reputación, oculta su embarazo, y dada a luz la criatura, busca deshacerse de la inocente obra de su pecado cometiendo el siniestro crimen del infanticidio.

palafmen.jpgPara ello, manda a una de sus criadas a que se deshiciera del niño, cosa que intenta esta última queriendo lanzarlo a las aguas del Alhama. Pero Dios velaba por ese pequeño, como veló por Moisés, y dispuso que el guardián de los Baños se percatara del horror que iba a ser cometido y en un acto de sublime generosidad cristiana se hizo cargo del pequeño hasta los 9 años, cuando su padre lo reconoció, y fue a vivir a su casa donde recibió una elevada educación.

En Salamanca, en 1620, obtuvo el bachillerato en cánones, y a su regreso a Ariza, su padre le entregó el gobierno del marquesado. Tenía solo 20 años.

Seis años después, habiendo acudido a las Cortes de Aragón a representar el estamento noble, llamó la atención del Conde-duque de Olivares -ya valido entonces de Felipe IV- quien le hizo fiscal del Consejo de Guerra (1627). Poco después (1628) fue nombrado tesorero de la catedral de Tarazona y fiscal del Consejo de Indias. Según palabras del propio Palafox, fueron estos años de inclinaciones «al vicio, el entretenimiento y el desenfreno de las pasiones», tal vez en expresiones un tanto exageradas según el estilo pío de entonces.

Su conversión

Lo que sí no es exagerado decir -a la vez siéndolo en la buena línea- fue lo de su sincera y radical conversión. Habiendo enfermado de gravedad una hermana, y viendo la muerte cernirse sobre otros dos que le eran muy cercanos, sintió la fatuidad de la vida mundana, y la verdad de procurarse un dichoso destino eterno. Con disposiciones de santidad pues, fue ordenado sacerdote por el obispo de Plasencia en 1629. Hombre dotado de gran inteligencia, obtuvo en 1633, en la Universidad de San Antonio de Portacoeli de Sigüenza, de forma consecutiva en una mañana, los grados de licenciado y doctor.

En 1639 fue nombrado por el rey visitador del virreinato de la Nueva España, con el mandato de que se «enmendasen los muchos excesos», de los que el monarca había tomado conocimiento se estaban cometiendo. Así mismo fue hecho obispo de Puebla, diócesis que a la sazón se encontraba vacante.

Ya en tierras mexicanas, el obispo Palafox tuvo que enfrentar numerosos problemas, desde comunidades que se negaban a pagar los diezmos establecidos y eran reacias a solicitar las licencias para confesar y predicar, hasta una fuerte y enquistada corrupción política, pasando por nepotismo en el gobierno, mala administración de justicia, y el maltrato a los indios. Entretanto, de todos esos desafíos muy airoso salió; tanto, que Felipe IV lo nombró virrey, cargo que ejerció en el segundo semestre de 1942. 42 años tenía el protagonista de nuestra historia.

En 1943 fue nombrado Arzobispo de México, dignidad que declinó para continuar en Puebla.

Entretanto la roña de la calumnia aún le tenía reservados tragos amargos al obispo Virrey. Caído en desgracia su protector Conde-duque, sus enemigos gratuitos comenzaron una campaña de difamación de la figura del obispo Palafox que hizo mella en el rey, quien lo mandó regresar a España, cosa que hizo en 1650 con dinero prestado, pues mientras todos los altos funcionarios regresaban a la madre patria con las arcas llenas, nuestro próximo beato lo había dado todo a los pobres.

Por lo demás el pueblo sencillo -la verdadera vox populi es por lo común vox Dei- ya lo tenía como un hombre de altísima virtud: miles y miles de estampas con su imagen circulaban como objetos de devoción en el pueblo americano; estampas que fueron confiscadas por la Inquisición.

Dibujo.jpgNuevamente en su tierra natal, le esperaban otras alegrías y otras tristezas. En épocas de patronazgo y de unión Iglesia-Estado, en agosto de 1653 fue designado por el mismo Felipe IV como obispo de Osma, habiendo sido confirmado el nombramiento por bulas pontificas al año siguiente. Ya en su sede episcopal no dejó de enfrentar sátiras, calumnias, celos y disputas con algunas comunidades religiosas. Pero allí también hizo una labor maravillosa. Además de un espléndido trabajo administrativo, siendo obispo de Osma no dejó de componer insignes obras, no solo de cuño religioso. Las siguientes son tanto de su época americana como peninsular: Varón de deseos (1641), Historia real sagrada (1642), El pastor de Nochebuena (1644), Vida de San Juan Limosnero (1649), Año espiritual (1655) o La trompeta de Ezequiel (1658). Fue también ensayista, con Naturaleza y virtudes del indio (1650), historiador con Vida de la infanta Sor Margarita de la Cruz (1635), Sitio y socorro de Fuenterrabía (1638) o Guerras civiles de la China (1638) e, incluso, escribió un Tratado de ortografía (1654), entre otras obras.

Murió en 1659, y si en vida ya se le tenía por santo mucho más después de muerto. También en España se prodigaron las estampas e imágenes del próximo beato, para la devoción particular de muchos.

Incluso el hijo de Felipe IV -Carlos II- tuvo que pagarle un tributo de reconocimiento. Estando de visita en la catedral de El Burgo Antonio Manrique de Guzmán, patriarca de las Indias, acompañando a Carlos II, el rey hubo que ver al Patriarca hincarse ante el sepulcro del Virrey-obispo y conclamar: «Está aquí el mayor hombre del mundo».

Habla sobre Palafox el Cardenal primado de México

Para el Cardenal Norberto Rivera Carrera, arzobispo primado de México, el futuro beato Palafox es un modelo a estudiar e imitar en cuanto fiel cumplidor de la función pública. Así se expresaba el purpurado en una carta pastoral con motivo de la beatificación: «pese a tener en sus manos todos los poderes eclesiásticos y civiles siempre actuó con verdad, caridad y justicia. Combatió con todas sus fuerzas la corrupción y los abusos, lo que le ganó innumerables enemigos y calumniadores y persecuciones que lo llevaron a juicio y a la ingratitud… Juan de Palafox y Mendoza será el primer arzobispo beato, y el primer Virrey de América que alcanza las cumbres de la santidad, testimonio urgente para nuestra patria para hacer ver que la santidad se puede hallar en todas partes, y es posible en todos los oficios, incluso en el ejercicio del poder y la política, donde también puede y debe reinar Dios. Por ello a estas celebraciones gozosas se han unido las autoridades civiles quienes reconocen la santidad, el genio y la generosidad de este gran Arzobispo-Virrey de México».

El próximo 22 de junio las reliquias del ya beato regresarán a tierras mexicanas y serán veneradas en la Catedral metropolitana de la capital.

Con información de «Semblanza de Juan de Palafox y Mendoza», de autoría del Prof. Jesús Alonso Romero, y del Servicio de Información de la Arquidiócesis de México.

Gaudium Press / S. C.

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