Redacción (Miércoles, 08-06-2011, Gaudium Press) Quien tenga la infelicidad de cometer un pecado, y esté imposibilitado de confesarse en seguida, tendrá siempre un precioso recurso para reconciliarse sin demora con Dios.
En su infinita misericordia, Dios pone a disposición de sus hijos, para su santificación, una inconmensurable cantidad de dones y gracias. Algunos de estos favores divinos, Él los dispensa a todo y cualquier fiel. Otros, sin embargo, en su sabiduría, el Creador los reserva para algunas almas elegidas.
Arrepentimiento de la Magdalena Grabado de Gustav Doré |
Es el caso del don de la profecía, del de hacer milagros y de tantos otros, concedidos solo en determinadas circunstancias, de acuerdo con las necesidades de la Santa Iglesia.
Algunos piensan que a esta categoría especial de dones pertenece la gracia de la contrición perfecta. Esto no es real. Muy al contrario, esta gracia está siempre al alcance de todos los fieles, sin ninguna excepción. Más aún, ella es de fundamental importancia en la vida espiritual de todo bautizado.
Entre los libros que tratan del tema, se destaca el del Padre Johann von den Driesch, titulado La Contrición Perfecta – una llave de oro para el cielo. En él, ese fervoroso sacerdote de la arquidiócesis de Colonia expone la doctrina católica al respecto, con la claridad del buen pedagogo y el ardor del apóstol empeñado en la salvación de las almas. [1]
Elementos de la contrición auténtica
La contrición -o arrepentimiento- es el dolor de alma que la persona siente por haber pecado; este dolor solo es verdadero cuando el pecador detesta la mala acción practicada y tiene el propósito de no pecar más. Por ejemplo, si un ladrón se dice arrepentido de un robo cometido, pero no tiene horror al crimen en sí, ni hace el propósito de corregirse, no se puede afirmar que esté contrito.
Para ser auténtica, la contrición precisa ser interna, o sea, provenir de hecho del alma, no puede reducirse a meras palabras pronunciadas sin reflexión. Debe también ser general, esto es, abarcar todos los pecados, al menos todos los pecados mortales. Es necesario, por último, que ella sea sobrenatural, quiere decir, que tenga por base alguna verdad de la Fe: el temor de Dios que tiene el derecho de ser obedecido, el amor de Dios que nos ama, el deseo del Cielo, el miedo del infierno, etc.
Si alguien asalta un banco y después se arrepiente porque está en riesgo de ser preso, eso no es contrición perfecta, pues se basa en motivos meramente naturales.
La esencia de la contrición perfecta: la voluntad de alejarse del pecado
Como arriba dijimos, la gracia del arrepentimiento está al alcance de todos. Para obtenerla, basta manifestar a Dios con sinceridad de alma su pesar por haberlo ofendido y el firme propósito de no volver a pecar.
«La esencia de la contrición está en el alma, en la voluntad de alejarse de verdad del pecado y convertirse a Dios», afirma el Padre Johann von den Driesch.
Contrición perfecta e imperfecta
La contrición de un pecador puede ser perfecta o imperfecta, dependiendo de los motivos que lo lleven a tenerla.
La contrición perfecta procede del amor: el pecador se arrepiente por el hecho de haber ofendido a Dios, infinitamente bueno y digno de ser amado sobre todas las cosas.
Imperfecta es la contrición que viene del temor: la persona aborrece el pecado por el miedo de perder el Cielo y ser lanzada al infierno. ¿Por qué es llamada imperfecta? Porque en ella el pecador lleva en consideración principalmente a sí mismo, y no a Dios.
Por Lucas Garcia
(Mañana II Parte: Ejemplos de verdadera contrición – Contrición perfecta y confesión)
1 Driesch, Johann von den. A Contrição Perfeita – uma chave de ouro para o céu, Tip. São Francisco, Bahia, 1913.
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