Ciudad de México (Lunes, 13-06-2011, Gaudium Press) Sobre el profundo sentido de la fiesta de Pentecostés, el Cardenal Norberto Rivera Carrera, Arzobispo de México y Primado del país, disertó en la homilía pronunciada en la capital azteca el día de ayer.
Cardenal Rivera Carrera |
Después de recordar como la venida del Espíritu Santo a los apóstoles fue prometida por el propio Cristo, según narra el evangelio de San Juan («Yo le pediré al Padre para que les dé otro Paráclito, para que esté siempre con ustedes, el Espíritu de la verdad»), y tras recordar el inicio del cumplimiento de esa promesa, realizado por el propio Jesús cuando dio a los apóstoles el poder del perdonar los pecados (Reciban al Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar -Jn. 20, 23), el Cardenal Rivera habló de la manifestación del Espíritu en la Iglesia con la diversidad de dones y carismas, que incluyen a los sacramentos.
» ‘Hay diversidad de carismas [o dones], pero el Espíritu es el mismo’. El carisma es el don, es la manifestación del Espíritu en cada uno, para bien de todos. Junto a este don o dones personales, que se nos regalan a cada uno de nosotros, están los sacramentos que nos da el Espíritu a todos: ‘En realidad todos nosotros… hemos sido bautizados en un mismo Espíritu… y a todos se nos ha dado a beber del mismo Espíritu’ «, expresó el purpurado.
Citando la Constitución Lumen Gentium del Concilio Vaticano II, el Cardenal Rivera afirmó que «estos carismas, tanto los extraordinarios como los más sencillos y comunes, por el hecho de que son muy conformes y útiles a las necesidades de la Iglesia, hay que recibirlos con agradecimiento y consuelo».
Estos dones dados por el Paráclito son «carismas de fe y de oración, carismas de apostolado y doctrina, dones de profecía y de servicio a la comunidad». Ellos «son como la columna vertebral del cuerpo de la Iglesia», y se deben «respetar», «saber recibir con agradecimiento», «valorar» e impulsar su ejercicio, expresó el Cardenal.
Entretanto, estos dones concurren a la construcción de la unidad de la Iglesia, pues «vienen de un sólo Espíritu, un solo Señor, un solo Dios, para formar un solo cuerpo, aunque los miembros sean muchos y variados».
«Pentecostés está contrapuesto a Babel en donde los hombres no pudieron construir la ciudad y la torre que llegara hasta el cielo, (…) Pentecostés es el gran acontecimiento en donde gentes venidas de todas partes, cada uno oye hablar en su propio idioma. Somos llamados a vivir en comunión siendo diversos, el Espíritu se nos ha dado para formar un solo cuerpo siendo diversidad de miembros», afirmó el Cardenal.
Finalmente, el Cardenal Rivera expresó que la unidad a la que dirije a todos el Espíritu Santo tiene su punto culminante en la Eucaristía. «Somos muchos miembros, venidos de muy diversas partes y todos comemos del mismo pan de vida que es Cristo. Saldremos a proclamar lo que hemos vivido, no por nuestras propias capacidades, sino ‘revestidos por el poder de lo alto’, concluyó.
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