Santiago (Martes, 13-06-2011, Gaudium Press) Cientos de fieles de la Iglesia de Santiago celebraron en la Catedral Metropolitana la venida del Espíritu Santo durante la misa de Pentecostés, que fue presidida por monseñor Ricardo Ezzati, Arzobispo de Santiago, el pasado domingo 11 de junio.
Mons. Ezzati en las aspersión de Pentecostés |
En su homilía, monseñor Ezzati recalcó que la venida del Espíritu Santo está unida al comienzo de la Iglesia: «Es él quien nos permite vivir en comunión con Dios dirigiéndonos a él como un Padre y es él quien nos permite vivir en comunión fraterna y en solidaridad de hermanos».
En el mismo sentido, explicó que el Espíritu Santo es signo de unidad y si no hemos sido capaces de desterrar la división y la violencia de nuestras vidas, es porque no estamos a la altura de lo que nos pide el Espíritu Santo.
Junto a ello, destacó que si bien el Espíritu es uno, existen diversidad de dones en el mismo: «Somos hombres y mujeres que hemos recibido de Dios dones diferentes. No todos somos iguales (…) en la Iglesia todos hemos recibido un don peculiar».Así, nadie es menos que otro sino que cada uno ha recibido una vocación específica y original, querida por Dios.»Todos somos importantes y todos somos indispensables», dijo.
Y agregó: «La Iglesia somos todos y es por eso que si adherimos a la realidad de Jesucristo podemos hacer presente esa misma realidad en el tejido social de nuestra comunidad nacional y de nuestras comunidades de barrio donde estamos viviendo», manifestó.
Al término de su mensaje, monseñor Ezzati hizo un llamado a los fieles presentes a ser «discípulos del Señor para servir al mundo y para estar atentos a lo que el mundo nos quiere pedir».
Educación en Chile
Una vez concluida la celebración el prelado fue consultado por la prensa sobre la opinión de la Iglesia respecto a los recientes acontecimientos en los cuales miles de estudiantes demandan una mejora en la calidad de la educación pública.
Ante la pregunta, monseñor Ezzati señaló que «la educación es un tema que toca el presente y el futuro de la vida del país y tenemos que estar muy interesados en encontrar el camino más fecundo para que tanto la educación primaria, secundaria y superior pueda alcanzar la meta alta de la calidad».
Convocando al diálogo entre las partes, agregó: «ha sido una constante de mi ministerio episcopal decir que los hombres y las mujeres estamos dotados de un gran don que es nuestra razón, que nos permite poner los problemas sobre la mesa y poder dialogarlos con la fuerza de nuestra razón y no con la fuerza de los instintos».
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