sábado, 23 de noviembre de 2024
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Papa llega a Angola, segunda etapa de su visita a África

Angola (Viernes, 20-03-09, Gaudium Press) Tras dejar Camerún el Papa Benedicto XVI llegó al final de la mañana del viernes a Luanda, capital de Angola. Benedicto XVI fue recibido por el Presidente Eduardo Dos Santos y por autoridades religiosas y políticas locales. Después de desembarcar, el Papa habló ante la multitud que lo esperaba en el aeropuerto. Delante de los fieles, exhortó a la población angoleña a fomentar paz y entendimiento entre los pueblos. “Infelizmente, dentro de las fronteras de Angola todavía hay muchas personas pobres que reivindican el respeto por sus derechos. No bebe ser olvidado la multitud de angoleños que viven abajo del límite de pobreza absoluta”, dijo el Papa, al lado del Presidente angoleño. “Para eso pido que no cedan a la ley del más fuerte. Dios capacitó los seres humanos para pasar por encima de sus tendencias naturales, volando en las alas de la razón y la fe”.

El Presidente José Eduardo dos Santos, cuyo gobierno viene gastando billones de dólares en los últimos años para reconstruir al país, concordó. “Esto apenas es el comienzo. Sabemos que el camino hasta el bienestar del pueblo y la reconstrucción nacional es largo”, dijo.

El Papa permanecerá tres días en Angola, un país en que es creciente el fervor por las sectas e iglesias evangélicas, entre ellas la brasilera Iglesia Universal del Reino de Dios.

Según datos oficiales, el 55% de los angoleños es católico y el 255 practican creencias tradicionales. Se prevé que millones de personas comparecerán para ver al Papa en la capital angoleña, principalmente durante la misa al aire libre que Benedicto XVI celebrará el domingo.

Lea a continuación el primer discurso íntegro de Benedicto XVI en Angola:

“Excelentísimo Señor Presidente de la República, Ilustrísimas Autoridades civiles y militares, venerables hermanos en el Episcopado, queridos angoleños.

Con profundo sentimiento de respeto y simpatía piso el suelo de esta joven y noble nación en el ámbito de una visita pastoral, que, en mi espíritu, tiene por horizonte el Continente Africano, pero que mis pasos tuvieron que limitar a Yaundé y Luanda. Sepan sin embargo que n mi corazón y en mi oración tengo presente África en general y al pueblo de Angola en particular, al que deseo  cordialmente animar a proseguir en el camino de la pacificación y la reconstrucción del país y de las instituciones.

Señor Presidente, comienzo por agradecerle su amable invitación para visitar a Angola y las cordiales expresiones de bienvenida que me acaba de dirigir. Acepte usted de mi parte mi deferente saludo y mis venturosos votos que extiendo a las demás autoridades que gentilmente vinieron a recibirme. Saludo a toda la Iglesia de Angola en la persona de sus obispos aquí presentes y agradezco a todos los amigos angoleños la calurosa acogida que me reservaron. A todos los que me acompañan por la radio y la televisión llegue la expresión de mi amistad, con la certeza de la benevolencia del Cielo sobre la misión común que nos está confiada: construir juntos una sociedad más libre, más pacífica y más solidaria.

¡Cómo no recordar a aquel ilustre visitante que bendijo a Angola en junio de 1.992: mi amado antecesor Juan Pablo II! Incansable misionero de Jesucristo hasta los confines de la tierra, mostró el camino a Dios, invitando a todos los hombres de buena voluntad a escuchar al propia conciencia rectamente formada y a edificar una sociedad de justicia, paz y solidaridad, en la caridad y en el perdón recíprocos. En cuanto a mí, vengo de un país donde la paz y la fraternidad son caras a los corazones de todos los habitantes, en particular de cuantos -como yo- conocieron la guerra y la separación entre hermanos pertenecientes a la misma nación, por causa de ideologías devastadoras e inhumanas que, bajo la falsa apariencia de sueños e ilusiones, hacían pesar sobre los hombres l yugo de la opresión. Comprenderéis por esto cómo soy sensible al diálogo entre hombres para superar cualquier forma de conflicto y de tensión y hacer de cada nación –y por consiguiente, también de vuestra patria- una casa de paz y fraternidad. Con tal finalidad, debéis sacar de vuestro patrimonio espiritual y cultural los mejores valores de que Angola es portadora, para ir al encuentro unos de los otros sin miedo, aceptando compartir las propias riquezas espirituales y materiales en beneficio de todos.

¿Cómo no pensar aquí en las poblaciones de la provincia de Kunene flageladas por lluvias intensas y aluviones que provocaron numerosos muertos y dejaron tantas familias desalojadas por la destrucción de sus casas?

A aquellas probadas poblaciones deseo en este momento hacer llegar la certeza de mi solidaridad juntamente con un particular estímulo a la confianza para recomenzar con ayuda de todos. Queridos amigos angoleños, vuestro territorio es rico, vuestra nación es fuerte. Usad de estos créditos para favorecer la paz y el entendimiento entre los pueblos, en base a la lealtad y la igualdad que promueva en África aquel futuro pacífico y solidario a que todos aspiran y tienen derecho. Para eso, os pido: ¡no os rindáis a la ley del más fuerte! Porque Dios concedió a los seres humanos volar sobre sus tendencias naturales  con las alas de la razón y de la fe. Si os dejáis llevar por ellas, no será difícil reconocer en el otro un hermano que nació con los mismos derechos humanos fundamentales. Infelizmente dentro de vuestras fronteras angoleñas, hay todavía tantos pobres que reclaman el respeto de sus derechos. No se puede olvidar la multitud de angoleños que vive debajo de la línea de pobreza absoluta. ¡No frustren sus expectativas¡

Se trata de una obra inmensa, que requiere una mayor participación cívica de todos. Es necesario involucrar en ella a la sociedad civil angoleña entera, pero esta necesita presentarse más fuerte y articulada tanto entre las fuerzas que la componen como también en el diálogo con el Gobierno. Para dar vida a una sociedad verdaderamente atenta al bien común, es necesario valores compartidos por todos. Estoy convencido que Angola podrá encontrarlos también hoy en el Evangelio de Jesucristo, como sucedió tiempo atrás con un ilustre antepasado vuestro, Don Alfonso I Mbemba-a-Nzinga; hace quinientos años dio él inicio a reino cristiano que sobrevivió hasta el siglo XVIII. De sus cenizas pudo después surgir, ya en el paso del siglo XIX al XX, una Iglesia renovada que no deja de crecer hasta los días de hoy gracias a Dios. He aquí el motivo inmediato que me trajo a Angola: encontrarme con una de las comunidades católicas más antiguas de África sub-ecuatorial, para confirmarla en su fe en Jesús resucitado y unirme a las súplicas de sus hijos e hijas para que el tiempo de la paz, en la justicia y la fraternidad  no conozca ocaso en Angola, permitiéndole cumplir  la misión que Dios le confió en favor de su pueblo y en el concierto de las naciones. ¡Dios bendiga a Angola¡      

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