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Copiapó (Lunes, 08-08-2011, GaudiumPress) El viernes 5 de agosto se llevó a efecto la ceremonia con que la Iglesia chilena conmemoró un año del rescate de los 33 mineros desde el yacimiento San José, en la región de Atacama, norte de Chile. El solemne «Te Deum» fue presidido por el Obispo de Copiapó, monseñor Gaspar Quintana cmf, y contó con la participación del Presidente de la República, Sebastián Piñera, ministros de Estado, parlamentarios y autoridades regionales y locales.
El oficio religioso comenzó con el traslado en peregrinación de la imagen de la Virgen de la Candelaria -patrona de los mineros- desde el Templo hasta el Altar de Piedra ubicado en el mismo Santuario. Más atrás, algunos hijos de los mineros rescatados llevaban en sus manos la bandera nacional como signo de la unión y solidaridad de todo un pueblo que oraba a Dios por la vida de los 33 trabajadores.
El primero en tomar la palabra fue Luís Urzúa, minero de basta experiencia que ocupaba el cargo de jefe de turno al momento del accidente. En su intervención, agradeció la intensa labor de todos aquellos que participaron en la búsqueda y rescate, y en especial, al equipo de técnicos y profesionales que los trajeron devuelta a la superficie. Además destacó el rol fundamental de la fe y esperanza en Dios sobre todo durante los primeros 17 días de aislamiento absoluto bajo la mina.
Hacer de la sociedad «una gran familia»
Al comentar el Evangelio de San Mateo, el prelado señaló que «la gran movilización solidaria aquí en Atacama, en Chile entero y en el mundo, por lograr exitosamente su rescate, ha sido una gran lección para todos» y que los valores de solidaridad, esperanza, y trabajo en equipo demostrados durante el rescate, deben ponerse en práctica no solo en momentos de catástrofes sino que día a día, en nuestra vida cotidiana.
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| El Presidente Piñera participó del evento |
Asimismo, valoró las innumerables manifestaciones de fe que brotaron a lo largo de todo el país: «Tanta gente orando con gran fe y confianza en el poder misericordioso de Dios, la fuerza que todos recibimos de la Palabra del Señor y de la celebración de la Eucaristía, de la oración perseverante con hermanos de distintos credos, los gestos de consuelo y cercanía de unos con otros, el servicio de los voluntarios que sostuvieron y animaron el campamento Esperanza».
Al término de su mensaje, monseñor Quintana invitó a los asistentes a reflexionar sobre las lecciones que dejó el accidente, y en particular, sobre la fragilidad de la vida humana, el derecho a la dignidad y seguridad en el trabajo; y el mensaje de Jesús de hacer de la sociedad una «gran familia».
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