viernes, 22 de noviembre de 2024
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En el día de San Juan María Vianney, Arzobispo de la Plata, pide a sacerdotes vivir los valores evangélicos para asegurar el carácter teocéntrico del ministerio

La Plata – Buenos Aires (Lunes, 08-08-2011, Gaudium Press) En la eucaristía que conmemoraba el día del ex-alumno del Seminario San José, el pasado 4 de agosto, Mons. Héctor Aguer -arzobispo de la Plata, Argentina- habló del ministerio sacerdotal y de las condiciones necesarias para que él se desarrolle según el corazón de Cristo y las necesidades actuales del mundo y de la Iglesia. La ocasión era propicia, pues también se celebraba la fiesta del Santo Cura de Ars, San Juan María Vianney.

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Para Mons. Aguer hay que «reconocer con lágrimas de penitencia los estragos que causa en el Cuerpo Místico de Cristo un sacerdote de ‘doble vida’ » – Foto: Arzobispado de La Plata

«La religiosidad de Vianney nos conmueve y nos orienta hacia Cristo, hacia Dios», afirmó el prelado, y recomendó a los seminaristas y sacerdotes leer la Vida del Cura de Ars, especialmente en su versión clásica de autoría de Francis Trochu. Mons. Aguer pidió también para todos los sacerdotes y seminaristas «la intercesión de aquel patrono eximio, para responder, de una vez por todas, con generosidad sin fallas, a las exigencias dichosas de nuestra vocación».

Durante la homilía el prelado recordó que «el Concilio [Vaticano II] hablaba de exigencias espirituales de la condición sacerdotal; es esa vivencia religiosa de los valores evangélicos lo que asegura el carácter teocéntrico del ministerio; así el presbítero diocesano puede aspirar a la santidad en el ejercicio mismo del triple oficio de maestro, sacerdote y pastor».

En su ministerio, la fundamentación debe estar «en la unión a Cristo en los actos ministeriales; toda la vida del sacerdote, en realidad, debe estar atrapada, absorbida en la ministerialidad, para que la acción de Cristo, y Cristo mismo, pasen a través de él».

«La espiritualidad del sacerdote, su búsqueda de la perfección, su vocación de santidad, no es una realidad heterogénea respecto al ejercicio del ministerio; brota de su consagración, por la cual se ha convertido en un instrumento vivo de Cristo para continuar su obra en el tiempo; para eso ha sido enriquecido por una gracia peculiar de la que es responsable y a la que debe responder. El ministerio se ordena a la perfección de vida y ésta realza y torna más fructuoso al ministerio», resaltó.

Invitando a los ministros consagrados a rechazar la «mediocridad espiritual», el Arzobispo de La Plata convocó a los presentes a «reconocer con lágrimas de penitencia los estragos que causa en el Cuerpo Místico de Cristo un sacerdote de ‘doble vida’ «.

El ministerio sacerdotal, al cual el presbítero debe «dedicarse sin defensa ni resguardo de comodidad, sin horarios de oficina», no puede ir en contravía de «su tiempo personal de intimidad con el Señor», donde se hallan «el cultivo de la adoración, ese retiro interior que le asegura la provisión de fuerzas, la inspiración, el sostén de la obediencia, la castidad y la pobreza».

«La interioridad del sacerdote tiene un valor pastoral imponderable», afirmó el prelado, poniendo como faro el ejemplo del Santo Cura de Ars.

Con información de Aica

 

 

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