La Plata (Martes, 16-08-2011, Gaudium Press) Reproducimos a continuación el texto completo de la reflexión televisiva que Mons. Héctor Aguer -Arzobispo de la Plata, Argentina- hizo en el programa «Claves para un Mundo Mejor», sobre la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María.
Los subtítulos son nuestros:
«Como ustedes saben el 15 de agosto es la Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María. Es la fiesta mariana más importante desde el punto de vista litúrgico aunque quizás, aquí en la Argentina, es más popular la fiesta de la Inmaculada Concepción, del 8 de diciembre.
«Pero la de la Asunción era la fiesta por excelencia. Se la llamaba ‘Santa María’.
«El problema que tenemos actualmente es que ya el 15 de agosto no es más un feriado, de tal modo que la obligación de participar de la misa para honrar a la Virgen y celebrar así la fiesta se hace difícil, pero es preciso recordar que se trata de una de las festividades de precepto. Es decir, que la Iglesia nos manda que la conmemoremos participando de la Eucaristía como si fuera un domingo.
«Este año se complica más la cosa porque se ha producido una confusión. Tendría que corresponder este 15 de agosto al desplazamiento del feriado civil del 17 de agosto pero parece que ha sido transferido al otro lunes. Para disipar esa confusión es bueno recordar que sigue siendo el 15 de agosto la Solemnidad de la Asunción y por lo tanto tenemos que ir a misa.
La materia propia del dogma de la Asunción
«Yo quisiera ofrecer la motivación, es decir, recordar la importancia de esta fiesta.
«¿Qué es lo qué celebramos? La fe de la Iglesia lo enuncia de esta manera: la Santísima Virgen María al término de su vida temporal fue asumida en cuerpo y alma a la gloria celestial.
«El dogma de la fe no se refiere a la muerte de la Virgen sino que enfoca, en todo caso, lo que ha sido la culminación de su existencia en la tierra. El término, no el fin temporal sino el término de sentido, es decir, Ella está con Cristo en la plenitud de su ser, corpóreo y espiritual.
«Ella es la primera de los resucitados después de Cristo y, en ese sentido, nos ofrece una imagen de lo que nosotros esperamos llegar a ser. Nos está recordando el misterio de la resurrección corporal. En el Credo afirmamos nuestra fe en la resurrección de la carne. Pues bien, eso ya ha ocurrido en María. Entonces Ella en la gloria ya participa de la plenitud de Cristo Resucitado.
«Esa situación también establece el tipo de relaciones de la Virgen Santísima con nosotros y de nosotros con Ella que está junto a Cristo.
María Santísima: La omnipotencia suplicante
«En la visión beatífica de la Trinidad, Ella conoce a cada uno de sus hijos con un conocimiento cierto y maternal. Y de ese conocimiento brota su intercesión a favor nuestro.
«Se la suele llamar en la devoción católica «la omnipotencia suplicante» que quiere decir que la súplica de María en favor nuestro, su intercesión, se realiza y se verifica desde la unión con Cristo, desde la cercanía de Cristo y de allí recibe su eficacia. Esta realidad es el fundamento de nuestra confianza en la relación filial con la Madre de Dios, que es también nuestra Madre.
«Se comprende entonces que la Iglesia hable de la mediación de la Virgen. Una mediación, explica el Concilio Vaticano II, que no compite de ninguna manera con la única mediación de Cristo. Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres pero la mediación de la Virgen, es decir su intercesión en favor nuestro, se verifica desde dentro de la mediación de Cristo.
La mediación de la Virgen
«La Iglesia enseña que así como las perfecciones de Dios son participadas por las criaturas en diversos grados así también la mediación de Jesús es participada por la Virgen Santísima y por los santos, de diversa manera también afirmamos la unión de María con el único Mediador y eso hace que Ella sea también nuestra mediadora ante el Mediador.
«Como conclusión señalemos que el dogma de la Asunción nos presenta a María tal como Ella es, actualmente, en la gloria. Cuando leemos el Evangelio recogemos los rasgos que la Revelación ha querido transmitirnos de la vida temporal de Nuestra Señora, pero cuando en la Fiesta de la Asunción la contemplamos en la gloria de Cristo contemplamos a la Virgen tal cual es ahora y de allí brota su relación maternal con nosotros.
«Esto tiene que llenarnos de alegría. Por eso la de la Asunción es una fiesta con todas las de la ley, podríamos decir. Es una fiesta para regocijarnos y por eso la Iglesia quiere que la celebremos participando de la Eucaristía, de la asamblea, del culto público de la Iglesia en la que damos gloria a Dios y le agradecemos que nos haya dado semejante Madre».
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