Yaundé (Miércoles, 18-03-2009, Gaudium Press) La Basílica María Reina de los Apóstoles, en Yaundé, recibió en la tarde del miércoles la Celebración de las Vísperas (oficio vespertino en la liturgia de las horas canónicas de la Iglesia Católica) con obispos, sacerdotes, religiosos, seminaristas, diáconos, movimientos eclesiales y representantes de otras confesiones cristianas en Camarones.
Una multitud rodeó a la basílica en una gran manifestación pública.
Autoridades militares, ministros, el presidente Paul Biya y su mujer, la Primera Dama Chantal Biya, también estaban presentes.
Un gran coro compuesto por padres, religiosos y laicos del país cantó junto con Benedicto XVI las Vísperas. Después de la bendición, el Santo Padre regaló a los fieles con un candelabro, a ser usado para colocar velas delante de la imagen de Nuestra Señora.
«Celebrando este sacramento en nombre y en la persona del Señor, no es la persona del sacerdote que debe aparecer en primer plano: él es un servidor, un instrumento humilde que reenvía a Cristo, porque el propio Cristo es quien se ofrece en sacrificio por la salvación del mundo», afirmó, acrecentando que el ministerio pastoral no es hecho solamente de renuncias, sino que es también de alegrías.
En la celebración, de acuerdo con la liturgia vespertina, Benedicto XVI invitó a contemplar los rasgos característicos de San José, que debe servir de ejemplo también a los hermanos y hermanas comprometidos con la vida consagrada o con los movimientos eclesiales. José acogió el misterio que estaba en María y el misterio que ella propia representaba. San José, dijo el pontífice, enseña que se puede amar sin poseer: «José revélanos el secreto de una humanidad que vive en la presencia del misterio. En él, no hay separación entre fe y acción. A su fe orienta decididamente sus acciones», afirmó.
Benedicto XVI citó la vida de San José como una señal elocuente para todos los discípulos de Jesús que aspiran a la unidad de la Iglesia. «Su ejemplo nos incita a comprender que es abandonándose plenamente a la voluntad de Dios que el hombre se torna un obrero eficaz del designio de Dios, que desea reunir a los hombres en una única familia, en una única asamblea (…) es en Jesús que somos llamados a reconocernos hermanos, hijos de un mismo Padre», concluyó.
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