El Catecismo actual fue publicado definitivamente en la carta apostólica Laetamur Magnopere el 15 de agosto de 1992.
Redacción (09/12/2022 09:18, Gaudium Press) Catecismo de la Iglesia, donde se contienen las verdades básicas, las que debemos creer, las que nos llevan al cielo.
El 7 de diciembre de 1992, hace por tanto 30 años, San Juan Pablo II así presentaba la nueva edición, “para exponer los contenidos de la fe de manera conforme a la verdad bíblica, a la genuina tradición de la Iglesia, y, en particular, a las enseñanzas del Concilio Vaticano II”, “en un lenguaje más acorde con las necesidades del mundo actual, la perenne verdad católica”.
Durante seis años, y por el trabajo de un equipo de doce cardenales y obispos y un Comité de Redacción de siete obispos diocesanos expertos en teología y catequesis, dirigidos por el entonces Prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe, Joseph Ratzinger, dieron como resultado, después de la bendición papal, el volumen que sirve de guía a los católicos.
Se divide en cuatro partes: La Profesión de la Fe, es decir, la afirmación de las cosas que creemos; La Celebración del Misterio Cristiano, es decir, los ritos surgidos del costado lacerado de Cristo, y por los cuáles nos llega la gracia; La Vida en Cristo, es decir, los fundamentos de la moral y espiritualidad cristiana; y La Oración Cristiana, toda una sección dedicada a nuestra elevación de la mente a Dios. Nada más esencial.
Cómo se originó
En 1985 se quiso establecer un “punto de referencia” para el anuncio catequético nació, a petición de los Padres sinodales recibidos por el Papa con motivo del vigésimo aniversario de la conclusión del Concilio Vaticano II. Al año siguiente, en 1986, se iniciaron los trabajos del Comité y de la Comisión, con el texto aprobado por san Juan Pablo II el 25 de junio de 1992, promulgado en la constitución Fidei depositum del 11 de octubre siguiente y publicado definitivamente en la carta apostólica Laetamur Magnopere el 15 de agosto de 1992.
El Catecismo –más en estos tiempos conturbados, en que muchos cristianos y hasta algunos pastores se hunden en el mar de la confusión de las doctrinas– se constituye en faro seguro para llegar a buen puerto. Debe ser cada vez más un libro de consulta, instrumento de análisis y de apostolado.
Con información de Infocatólica
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