sábado, 23 de noviembre de 2024
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El concepto de pecado original y sus consecuencias – II Parte

Redacción (Martes, 15-11-2011, Gaudium Press) Existiendo el pecado original, la naturaleza humana quedó tendiente al mal.

Así pues, los hijos de Adan nacen privados de la justicia original, esto es, de la gracia santificante y del don de integridad. La privación de esta gracia constituye lo que se llama el pecado original, pecado en sentido amplio, que no implica acto alguno culpable de nuestra parte, sino un estado de decadencia, y, teniendo en cuenta el fin sobrenatural al que persistimos destinados, una privación, la falta de una cualidad esencial que deberíamos poseer, y, por consiguiente, una mancha, o mácula moral, que nos aleja del reino de los cielos.

13371_M_fc684ad20.jpgY, como el don de integridad quedó igualmente perdido, arde en nosotros la concupiscencia, la cual, si no resistimos corajudamente, nos arrastra al pecado actual. Somos, pues, relativamente al estado primitivo, disminuidos y heridos, sujetos a la ignorancia, inclinados al mal, débiles para resistir a las tentaciones.

Conclusión

«Lo que se puede decir es que, por la caída original, el hombre perdió ese bello equilibrio que Dios le había dado; que es, relativamente al estado primitivo, un herido y un desequilibrado, como bien lo muestra el estado presente de nuestras facultades. […] las pasiones se precipitan con ardor, inclusive con violencia, hacia el bien sensible o sensual, sin inquietarse con el lado moral, procurando arrastrar el consentimiento y la voluntad. Las facultades intelectuales, que constituyen al hombre propiamente dicho, la inteligencia y la voluntad, fueron alcanzadas también por el pecado original. [Nuestra inteligencia] En lugar de subir espontáneamente hacia Dios y hacia las cosas divinas, en lugar de elevarse de las creaturas hacia el Creador, como lo hubiera hecho en el estado primitivo, tiende a absorberse en el estudio de las cosas creadas sin remontarse a su causa. […] Nuestra propia voluntad en lugar de someterse a dios, tiene pretensiones de independencia; le cuesta sujetarse a Dios y sobre todo a sus representantes en la tierra. […] ¡Y cuantas veces no se deja arrastrar por el sentimiento y por las pasiones! (Tanquerey).

Por tanto, especialmente la sensibilidad, los instintos del hombre quedaron desordenados, en continua revolución contra la inteligencia y la voluntad.

Y Tanquerey completa, sobre la pérdida de la armonía interna en el hombre:

Efectos de las pasiones desordenadas

Se llaman desordenadas las pasiones que tienden hacia un bien sensible prohibido, o incluso a uno permitido, pero con demasiada ansia y sin referirlo a Dios. Estas pasiones desordenadas:

Ciegan el alma lanzándose hacia su objeto con impetuosidad, sin consultar la razón, dejándose guiar por el instinto o por el placer. Ahora, en esto hay un elemento perturbador que tiende a falsear el juicio y a oscurecer la recta razón. Como el apetitivo sensitivo es ciego, por naturaleza, se el alma se deja guiar por él, se ciega a sí misma: en ver de dejarse conducir por el deber, se deja fascinar por el placer del momento. Es como una nube que le impide ver la verdad. Obcecada por el polvo que las pasiones levantan, el alma ya no ve claramente la voluntad divina ni el deber que se le impone y deja de ser apta para juzgar rectamente de las cosas.

Fatigan al alma y hacen sufrir. […]

De aquí, un sufrimiento tanto más intenso cuanto más vivas son las pasiones: porque ellas atormentan la pobre alma, hasta que se les de contento, y, como el apetito viene como el comer, reclaman las pasiones cada vez más; si la conciencia protesta, se impacientan, se agitan, solicitan la voluntad para que ceda a sus caprichos que incesantemente renacen: es una tortura inenarrable.

Enflaquecen la voluntad. Solicitada en diversos sentidos por esas pasiones rebeldes, se ve forzada la voluntad a dispersar sus propias fuerzas, que por eso mismo se van debilitando. Todo lo que cede a las pasiones, aumenta en ellas las exigencias y disminuye en sí las energías. […] Y no tardará el momento en que el alama enflaquecida caiga en el relajamiento y en la tibieza, dispuesta a todas las capitulaciones.

Manchan el alma

Cuando el alma, cediendo a las pasiones, se une a las criaturas, se abate al nivel de ellas y contrae su malicia y sus manchas; en vez de ser imagen fiel de dios, se torna imagen de las cosas a que se apega; granos de polvo, manchas de lodo le turbian la belleza y se oponen a la unión perfecta con Dios.

¿Que le queda al hombre por hacer para vencer esa «ley del pecado»?

La lucha contra el desorden de las pasiones

«Desde el punto de vista psicológico, no cabe duda de que el remedio capital contra las pasiones desordenadas será siempre una voluntad firme y decidida de vencer» (Royo Marín).

Por tanto, el secreto del buen éxito en el gran embate espiritual que el hombre traba en la vida está en la buena formación de la voluntad, para que esta quiera lo que debe querer según la Ley de Dios y no atendiendo la Ley del Pecado.

Por el P. Ricardo Basso, EP

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