Redacción (Jueves, 17-11-2011, Gaudium Press) Juan Alfaro enfrenta el problema del hombre en una perspectiva global y existencial como presente en toda la acción humana, pues coloca cuestiones que manan de la fenomenología de la situación que tiene que ver con el hombre que vive en relación con los otros, con el mundo, la muerte y la historia. El problema de Dios fluye de la experiencia del sentido de la vida humana.
El hombre no puede vivir sin interrogarse respecto al porqué de su vida, y el problema de Dios será siempre el problema último. El problema de Dios es posterior a la realidad visual y necesita de coraje y sinceridad, así como estos son también necesarios para enfrentar el problema último de la vida. El «tendere sempre oltre» es difícil pero da sentido a la vida porque el problema de Dios no nace de la falta de sentido sino de la propia existencia del hombre.
En el mundo de hoy, en el cual existe una crisis de la metafísica y de lo sobrenatural, la cuestión del sentido de la vida, siempre presente en la historia, resurge, y Alfaro busca dar una respuesta a estos ‘nuevos’ interrogantes de la humanidad. El hombre es por naturaleza abierto a la transcendencia, porque es abierto a la cuestión existencial. El hombre de hoy es muy consciente de sí mismo y de su propia libertad; a partir de la búsqueda de cómo dar sentido a la propia vida, él es llevado a una apertura y confianza en relación a sí mismo y a Dios.
No es el «sentido de la vida para mí» sino el «sentido de la vida en sí»
No podemos hablar del «sentido de la vida para mí», sino debemos hablar del «sentido de la vida en sí». La verdad es el «sentido en sí» que se debe tornar «sentido para mí».
El hombre no puede obrar como hombre sin la convicción de que su vida y su convicción tienen sentido. ¿Pero cómo buscar el sentido de la vida? Simplemente abriendo los ojos a la realidad de la vida humana, como Alfaro buscó hacer. La primera realidad de la vida es aquella según la cual el hombre tiene un deseo de conocerse a sí mismo.
El problema de Dios podrá ser explicado solo después de aquel del sentido último de la vida humana.
La realidad de la muerte para el hombre impone de por sí el problema del sentido último de la existencia humana y redunda en un dilema: ¿la muerte es la alienación de la persona humana o es el don de una vida nueva? El hombre tiene en sí una capacidad transcendente de esperanza – esperanzada para responder a esta interrogación y tal capacidad se llama Dios. El hombre puede encontrar a Dios solo en la opción fundamental de su libertad de esperanza, pero, en el momento en que Dios se torna el misterio absoluto que no es posible demostrar, sino que apenas se muestra, el hombre podrá entonces encontrarlo si está dispuesto a invocarlo, adorarlo, esperar en Él encuadrado en la esperanza – esperanzada.
Por el P. François Bandet, EP
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