Redacción (Miércoles, 23-11-2011, Gaudium Press) «La verdadera fuerza de la Iglesia está en ser el Cuerpo Místico de Nuestro Señor Jesucristo» dice Plinio Corrêa de Oliveira en su famoso ensayo «Revolución y Contra-Revolución». Efectivamente, como él agrega después, no se explicaría la supervivencia bimilenaria de esta institución en medio de las tantas persecuciones, contrariedades e incluso fallas de sus miembros.
«Alios ego vidi ventos; alias prospexi animo procellas»[1], podría Ella decir ufana y tranquila en medio de las tormentas por las que pasa hoy. La Iglesia ya luchó en otras tierras, con adversarios oriundos de otras gentes, y por cierto enfrentará también, hasta el final de los tiempos, problemas y enemigos bien diversos de los de hoy.
Esta misteriosa comparación de la Iglesia con un cuerpo es extraída de las epístolas de San Pablo y su principal desarrollo se da en la Primera Epístola a los Corintios:
Porque, como el cuerpo es un todo teniendo muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, aunque muchos, forman un solo cuerpo, así también es Cristo. En un solo Espíritu fuimos bautizados todos nosotros, para formar un solo cuerpo, judíos o griegos, esclavos o libres; y todos fuimos impregnados del mismo Espíritu. Así el cuerpo no consiste en un solo miembro, sino en muchos. Si el pie dijese: «Yo no soy la mano; por eso, no soy del cuerpo», ¿acaso dejaría él de ser del cuerpo? Y si la oreja dijera: «Yo no soy el ojo; por eso, no soy del cuerpo», ¿dejaría ella de ser del cuerpo? ¿Si el cuerpo todo fuese ojo, dónde estaría el oído? ¿Si fuese todo oído, dónde estaría el olfato? Pero Dios dispuso en el cuerpo cada uno de los miembros como le satisfacía. Si todos fuesen un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Hay, pues, muchos miembros, pero un solo cuerpo. El ojo no puede decir a la mano: «Yo no preciso de ti»; ni la cabeza a los pies: «No necesito de vosotros». Antes, al contrario, los miembros del cuerpo que parecen los más débiles, son los más necesarios. Y los miembros del cuerpo que tenemos por menos honrosos, a estos cubrimos con más decoro. Los que en nosotros son menos decentes, los recatamos con mayor empeño, al paso que los miembros decentes no reclaman tal cuidado. Dios dispuso el cuerpo de tal modo que dio mayor honra a los miembros que no la tienen, para que no haya disensiones en el cuerpo y que los miembros tengan el mismo cuidado unos para con los otros. Si un miembro sufre, todos los miembros padecen con él; y si un miembro es tratado con cariño, todos los otros se congratulan por él. Ahora, vosotros sois el cuerpo de Cristo y cada uno, de su parte, es uno de sus miembros». (1Cor 12, 12-27)
Pero, además, la referencia a este misterio es una constante en sus escritos. Sirvan como ejemplos las siguientes citas: «Él [Jesucristo] es la Cabeza del cuerpo que es la Iglesia» (Cl 1, 18); «Lo que falta a las tribulaciones de Cristo, completo en mi carne, por su cuerpo que es la Iglesia» (Cl 1, 24); «Lo constituyó jefe supremo de la Iglesia, que es su cuerpo» (Ef 1, 22-23); «A unos él constituyó apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas, pastores, doctores, para el perfeccionamiento de los cristianos, para el desempeño de la tarea que visa la construcción del cuerpo de Cristo» (Ef 4, 11-12); «Cristo es el jefe de la Iglesia, su cuerpo, de la cual él es el Salvador (Ef 5, 23); «como Cristo hace a su Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo» (Ef 5, 29).
Ya desde los primeros tiempos del Cristianismo el concepto de Cuerpo Místico de Cristo fue objeto de comentario y desarrollo por los Padres de la Iglesia. San Agustín, por ejemplo, así se refería a él:
Congratulémonos, pues, y demos gracias por el hecho de habernos tornado no solo cristianos, sino el propio Cristo. ¿Estáis comprendiendo, hermanos, la gracia que Dios nos hizo, dándonos a Cristo por Cabeza? Admirad y alegraos: nosotros nos convertimos en Cristo. Con efecto, una vez que Él es la Cabeza y nosotros los miembros, el hombre completo es Él y nosotros […]. La plenitud de Cristo es, por tanto, la Cabeza y los miembros. ¿Qué quiere decir: la Cabeza y los miembros? Cristo y la Iglesia.
Por el P. Ignacio Montojo Magro, EP
(Mañana: El Cuerpo Místico en Santo Tomás – La Iglesia, esposa mística de Cristo)
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