Redacción (Jueves, 24-11-2011, Gaudium Press) Discurrir sobre ángeles parecería extravagante y pueril hasta hace algunos años atrás. No obstante, el tema está de regreso con toda la fuerza, en plena era del materialismo.
Junto con el renovado interés por las criaturas angélicas, muchas fantasías y errores se agregan a aquello que la Iglesia enseña respecto a ellos. No es nuestra intención analizarlos aquí. Nos proponemos solo investigar un tema que mueve en extremo nuestra curiosidad, en el intento de rasgar un poco el velo que nos oculta el mundo de los puros espíritus: ¿cómo ellos se comunican?
Seres inmateriales, pero compuestos
Que los ángeles son seres inmateriales es algo hoy aceptado pacíficamente, aunque no sea fácil de comprender. Tenemos tendencia a «antropomorfizar» su vida, transponiendo al plano celestial las circunstancias de nuestra existencia terrenal. Entretanto, nada hay más distante de la realidad.
Por eso mismo, en los primeros siglos de la Iglesia, el debate sobre la existencia de un «cuerpo angélico» causó controversias entre los entendidos, e incluso entre santos. Una corriente teológica muy numerosa -en la cual se incluye a San Buenaventura- defendía la tesis de que los seres angélicos tienen, en su composición, alguna «materia espiritual», un cuerpo etéreo, extremamente sutil. Pues, argumentaban los defensores de esa corriente, ¿cómo explicar su individuación, contingencia, el hecho de ser criaturas compuestas y estar delimitados? Más aún: ¿si los ángeles son puros espíritus, no serían totalmente simples? ¿Cómo distinguirlos de Dios?
La cuestión vino a ser aclarada por uno de los mayores luminares del pensamiento: Santo Tomás de Aquino. Con sencillez y objetividad, él aclaró ideas abstrusas y precisó conceptos ambiguos – a veces, casi diríamos, infantiles.
Notemos de paso que él fue apropiadamente apodado de Doctor Angélico, título utilizado por primera vez por San Antonino de Florencia (1389-1459) y después consagrado por San Pío V en la bula Mirabilis Deus, de 1567, «tal vez por sus virtudes, de modo particular por la sublimidad del pensamiento y pureza de la vida», como observa el Papa Benedicto XVI.
En la Suma Teológica, Santo Tomás dedica todo un tratado al tema de los ángeles, discurre sobre ellos también en el tratado De Substantiis Separatis, en el II Libro de las Sentencias y en De Veritate, además de hacer aclaradoras menciones en varias otras obras.
De inicio, discordó de la necesidad de haber un cuerpo angélico, señalando que el concepto de «materia espiritual» es de sí contradictorio e insustentable. Tal afirmación fue una de las que más causaron polémica en su tiempo y casi llevó al Obispo de París, Étienne Tempier, a condenarlo como hereje.
Por otro lado, señaló que todos los seres creados son necesariamente contingentes y compuestos.
En el caso de los seres corporales, hay una composición de materia y forma. Pero existe una composición anterior, inherente a toda criatura, la de esencia y acto de ser (o existencia). Una está para el otro en una relación de potencia y acto. De esta manera, aunque en los ángeles no haya materia, son ellos también compuestos: su esencia se distingue realmente de su acto de ser.
Ahora, Dios es acto puro; en Él hay identidad de esencia y existencia. Él, explica el padre Bandera, «es absolutamente simple, y en Él no hay ningún tipo de composición. Las criaturas no alcanzan nunca la simplicidad propia de Dios y, consecuentemente, implican alguna composición. Pero para explicar esta composición no es necesario recurrir a la materia; la composición original, aquella inherente a la criatura como tal, es la de esencia y existencia».[1]
Los ángeles tiene el ser por participación en el Ser divino. No existían desde siempre, sino recibieron en determinado momento el don de la existencia, creados de la nada. Eso, según la doctrina innovadora de Santo Tomás, ya es suficiente para distinguir a la criatura del Creador.
Quedaba así resuelto por Santo Tomás el problema referente a la naturaleza angélica: una criatura, por más excelente que sea, está compuesta por lo menos de esencia y existencia; en el Creador, la existencia es idéntica a la esencia.
¿Cómo los ángeles llegan al conocimiento de las cosas?
Enseña la Escolástica que todo conocimiento nos viene a través de los sentidos. Así, antes de nuestro intelecto formar una idea sobre un objeto, intermedian los sentidos internos -sentido común, imaginación, memoria, cogitativa-, organizando y preparando los datos brutos percibidos por los sentidos externos, en representaciones imaginarias. Por último el intelecto abstrae las características individuales del objeto particular, aprehendiendo su esencia, con la cual trabajará para llegar a conceptos, raciocinios y juicios universales.
En el proceso de conocimiento humano hay, pues, un paso del objeto particular conocido a las ideas universales. Así, si alguien, caminando por una calle, encuentra de repente un animal, incluso sin conocer detalles sobre él (por ejemplo, cuándo nació y quién es su dueño), sabrá de inmediato que se trata de un perro o de un gato, por ejemplo.
Después de haber conocido varios perros, la esencia canina está bien determinada en nuestra mente por ciertas características las cuales, siendo universales, se aplican a todos los seres de aquella especie. Por eso, a menos que haya alguna interferencia (por ejemplo, falta de buena iluminación en el lugar), viendo un perro, sabremos que es un perro, ya sea un dálmata, un pastor alemán, un labrador o un simple mestizo, no importa su tamaño, edad, color u otros trazos individuales.
Nuestro raciocinio trabaja, pues, con ideas universales. Por eso, entendemos perfectamente una noticia que diga: «Por determinación del Servicio Sanitario Estatal, todos los perros deben ser vacunados contra la rabia». «Perros», refiriéndose a la esencia, designa a todos los individuos de la especie canina.
Sin embargo, con el ángel el proceso de conocimiento no puede darse de la misma manera, una vez que él no tiene cuerpo y, así, no posee sentidos que capten los particulares.
Por el P. Louis Goyard, EP
(Mañana: Jerarquía piramidal y vertical – Cómo hablan los ángeles)
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[1] BANDERA GONZÁLEZ, Armando. Introducción a las cuestiones 50 a 64. In: Suma Teológica. 4.ed. Madrid: BAC Maior, 2001, p.496.
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