Redacción (Viernes, 25-11-2011, Gaudium Press) ¿Cómo, entonces, llega él al conocimiento de las cosas?
Resumiendo la doctrina de Santo Tomás al respecto, el profesor Peter Kreeft afirma que «es propio del hombre progresar en la verdad por etapas, por medio de conceptos y raciocinios hasta el conocimiento de la verdad de un juicio», mientras que a los ángeles es propio conocer «intuitiva e inmediatamente, de una vez, no por medio de ese proceso temporal».
Veamos más detenidamente estos puntos.
Las especies (ideas) por las cuales los ángeles conocen las cosas no les vienen de estas últimas. Así, por ejemplo, un ángel no precisa conocer varios gatos para, abstrayendo las características particulares de cada uno, concluir en la idea de «gato». El espíritu angélico no está sujeto a un desarrollo gradual, sino que comenzó a existir en la plenitud de su conocimiento. Nunca tuvo que aprender, en el sentido propio de la palabra.
En otros términos, en el momento en que creó a los ángeles, Dios les infundió las ideas o conceptos abstractos de todas las cosas, sin los cuales ellos no serían capaces de conocer las cosas particulares o individuales. Cuando un ángel «ve», o sea, aplica su inteligencia a algo nuevo, no adquiere alguna idea; apenas confiere con el concepto universal presente ya en su intelecto.
Jerarquía piramidal y vertical
Entre los hombres existe una jerarquía que podríamos llamar de piramidal, donde muchos dependen de uno o de algunos. Así se da en una familia, en la cual los hijos están sujetos a los padres; o en un país, donde los súbditos dependen del monarca o del Jefe de Estado. En la jerarquía familiar, los hijos tienen una igualdad relativa, no dependiendo unos de los otros para hacer llegar a los padres sus deseos y preguntas. Evidentemente, la igualdad absoluta no es sustentable, pues un hijo será más inteligente o más fuerte – y, en ese aspecto, superior – que los otros. En un nivel más elevado, tal desigualdad es la que torna posible la constitución de una sociedad.
Entre los ángeles eso pasa de manera diferente. Como cada uno constituye una especie única, cuanto más elevado es el ángel, más ricas son las ideas o conceptos que le fueron infundidos por Dios, al crearlo.
Podríamos, tal vez, imaginar que esta desigualdad fuese motivo de tristeza para los ángeles inferiores. Entretanto, eso no se da, pues las apetencias, capacidades y gloria de cada uno son plenamente satisfechas por el propio Creador, a partir del momento en que ellos entraron en la Visión Beatífica. No tienen, por tanto, posibilidad de sentimiento de infelicidad. Al contrario, las cualidades de los ángeles que les son superiores, constituyen para ellos motivo de admiración.
¿Cómo hablan los ángeles?
Puestas estas aclaraciones, podemos preguntarnos cómo se da el «habla» de los ángeles, y es Santo Tomás quien nuevamente nos responde: se da por iluminación y por locución.
Se denomina iluminación el acto por el cual un ángel superior da a conocer a uno inferior alguna verdad sobrenatural de la que tuvo conocimiento, gracias a la inmediata revelación de Dios. Por ejemplo, Dios manifestó directamente a todos los seres angélicos la futura Encarnación del Verbo, pero no de modo igual: a unos comunicó más, a otros menos, dejando a los ángeles superiores el encargo de iluminar a los inferiores, de modo que estos progresasen en el conocimiento de ese misterio hasta el día de su realización.
Según Santo Tomás, la iluminación es hecha de la siguiente manera: en primer lugar, el ángel superior fortalece la capacidad de entender del ángel inferior; en segundo lugar, el superior propone al inferior aspectos particulares de verdades sobrenaturales que él, ángel superior, «concibe de modo universal».
Santo Tomás ilustra esta doctrina dando el ejemplo de un profesor que, para enseñar una materia, la divide en partes coherentes y ordenadas, acomodándola a la capacidad de los alumnos. Evidentemente, estos tendrán un conocimiento fraccionado, muy inferior al del profesor. Así pasa con los ángeles: «El ángel superior toma conocimiento de la verdad según una concepción universal, para cuya comprensión el intelecto del ángel inferior no sería suficiente». Para iluminar al inferior, el superior fragmenta y multiplica la verdad que él mismo conoce de modo universal, tornándola más particular.
Esta forma de comunicación, por iluminación, solo procede de los ángeles superiores para los inferiores. Entretanto, en la locución, también los ángeles inferiores hablan a los superiores. Según el Doctor Angélico, la locución tiene por finalidad manifestar algo interior a aquel con quien se habla o pedirle alguna cosa: «Hablar nada más es que manifestar a otro el propio pensamiento». No se trata aquí de presentar una verdad sobrenatural, pues en este caso, tendríamos la iluminación. En otras palabras, toda iluminación es locución, pero no toda locución es iluminación.
Evidentemente, la comunicación de los ángeles entre sí no se expresa con sonidos, gestos u otro elemento material, pues su naturaleza es solo espiritual. Esta comunicación se da por un acto de voluntad, por el cual un ángel dirige el pensamiento al otro, dando a conocer conceptos que posee. Puede, inclusive, dar a conocer algo a unos y no a otros, conforme quiera.
Los ángeles se comunican también con Dios, nunca sin embargo como el agente se dirige al paciente o, según la terminología humana, el maestro al discípulo. «El ángel habla a Dios – explica Santo Tomás -, sea consultando la divina voluntad al respecto de lo que debe ser hecho, sea admirando la excelencia divina que él nunca comprende a fondo».
El tema de las conversaciones angélicas
Claro que el principal objeto de conversación de los ángeles es Dios, pues toda criatura tiende naturalmente a dirigirse al Creador, sobre todo tratándose de seres tan perfectos como ellos. Además, estando en la Visión Beatífica, estarán siempre contemplando nuevos aspectos de Él durante toda la eternidad. Siendo Dios infinito, por más que los ángeles del Cielo lo vean en su todo, no lo ven totalmente, lo que es imposible para cualquier criatura.
Ellos conversan también sobre los designios divinos respecto al universo material, en el cual el elemento más importante es el hombre. No pueden, pues, dejar de interesarse enormemente por la acción divina en la Historia; así, los ángeles superiores comunican a los inferiores lo que «ven» en Dios a tal propósito.
Podríamos, pues, imaginar un diálogo en el cual nuestro ángel de la guarda pregunta a un ángel más elevado cómo comprender mejor nuestra psicología. Por ejemplo, por qué procedí de tal modo, por qué dejé de actuar en tal o cual ocasión, etc. El ángel superior, además de dar al ángel de la guarda las explicaciones, agregaría una orientación sobre cómo guiar nuestra alma de la manera más conforme al plan de Dios.
Una cosa es segura: nuestros ángeles de la guarda están constantemente conversando sobre nosotros con los ángeles que les son superiores, de manera que existe una «cascada», o «cadena», de ángeles interesados en la santificación y salvación de cada uno de nosotros.
¡¿Qué tal pensamiento para contribuir a aumentar nuestra devoción a los santos ángeles, estos gloriosos intercesores celestiales, de los cuales muchas veces nos olvidamos?!
Por el P. Louis Goyard, EP
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