Redacción (Martes, 03-01.2011, Gaudium Press) Cuando Jesús dijo: «consummatum est» y expiró, José de Arimatea tuvo la «audacia de ir hasta Pilatos» (Mc 15, 43) a pedir el cuerpo de Jesús para proceder a la sepultura conforme la costumbre.
Los Evangelios nos cuentan que, una vez concedida la licencia, Jesús fue envuelto en una sábana y depositado en un sepulcro nuevo. San Mateo habla de un paño limpio de lino y San Lucas de una sábana de lino.
Lo que conocemos hoy como Sudario es una sábana de lino, de tejido firme y fuerte, de color sepia, y de grandes dimensiones (4,36 m de largo por 1,10 m de ancho), que trae milagrosamente estampado, de frente y hacia atrás en tamaño natural, la figura de un hombre de barba con edad calculada entre 30 y 35 años, de aproximadamente 1,80 m de altura y pesando más o menos 80 kilos, que fue torturado, flagelado y crucificado. Se conserva hace más de cuatro siglos en la ciudad italiana de Turín.
Un pañuelo con el cual se secaba el sudor del rostro se designaba: sudario. Después, con el tiempo esa terminología pasó a ser usada para designar la sábana o mortaja utilizada para envolver cadáveres en las sepulturas. Con el mismo significado, tenemos en griego la palabra «sidon», de ahí viene sindonología que quiere decir: estudio del sudario.
Desde el momento en que José de Arimatea salió del Pretorio, de prisa, para adquirir la sábana en el mercado de Jerusalén, se inició una historia que atravesaría los siglos. En nuestros días ella despierta interés tan o más significativo que en los primeros siglos, sobre todo por causa de las incógnitas que presenta y que ni la ciencia moderna consigue desvendar enteramente.
Fue un largo período, marcado por aparecimientos y desaparecimientos que va desde el año 30 de nuestra era hasta 1356, cuando es entregada por Godofredo de Charny I a los canónigos de Lirey, Francia. A partir de ahí, la historia del Santo Sudario es bien conocida y está debidamente documentada.
En 1356, Godofredo de Charny I – caballero cruzado – entrega a los canónigos de Lirey el Sudario, que estaba en su poder hace por lo menos tres años.
Difícil saber, entretanto, cómo el Sudario fue a parar a Francia porque Godofredo jamás reveló como entró en su posesión.
Creían algunos historiadores tal vez fue en la época en que Constantinopla cayó en manos de los cruzados.
En 1390, dos bulas tratando del Sudario fueron editadas por el antipapa de Avignon, Clemente VII.
No se volvió a hablar del Sudario hasta 1418, cuando Humberto, Conde de La Roche, que se casó con Margarita de Charny, recibió el Santo Sudario de los canónigos de Lirey, para guardarlo por un cierto período en que ocurrían guerras y desórdenes.
El Conde de La Roche, entretanto, vino a fallecer sin haber restituido la reliquia a los canónigos de Lirey.
El 8 de mayo de 1443, Margarita de Charny, nieta de Godofredo de Charny, fue intimada en juicio a devolver el Sudario a los canónigos de Lirey, cuando alegó «ser el mismo de su propiedad por derecho de conquista hecha en guerra por su abuelo».
En 1453, el día 22 de marzo, Margarita entrega el Sudario a la mujer del duque Ludovico de Saboya, Ana de Lusignan.
En 1457, el día 30 de mayo, Margarita fue castigada con excomunión por el tribunal eclesiástico de Besançon.
El 7 de octubre de 1459, Margarita de Charny falleció.
En 1464, el día 6 de febrero, el duque Ludovico de Saboya, (que estaba en posesión de la sábana), se niega a atender un pedido de restitución de la reliquia, hecho por los canónigos de Lirey, que se consideraban sus legítimos propietarios.
En 1502, el Sudario fue llevado a la Sacra Capilla del castillo, en Chambéry, especialmente construida para él.
En 1506, el Papa Julio II aprueba la Liturgia del Santo Sudario, con fiesta anual el día 4 de mayo. Desde 1453 hasta 1506 el Sudario estuvo en posesión de la familia Saboya, en Chambéry, como objeto privado.
El incendio de 1532
Un violento incendio, ocurrido en la noche del 3 para el 4 de diciembre de 1532 en la sacristía de la Sacra Capilla, afectó seriamente el Sudario allá guardado dentro de una urna de plata. El canónigo Lambert, ayudado por dos franciscanos y un herrero, consiguió salvarlo lanzando gran cantidad de agua sobre la urna, ya incandescente y comenzando a fundirse.
Felizmente los daños, aunque irreversibles, no perjudicaron totalmente las imágenes impresas. Como la sábana estaba doblada dentro de la urna, los bordes de los pliegues, que estaban en contacto con una lateral incandescente, quedaron chamuscados. Algunas gotas de la plata fundida también lo perforaron y el agua, utilizada para calmar el incendio, produjo manchas en forma de rombo, tanto en la imagen frontal, como en la dorsal.
En 1534, en el período del 15 de abril al 2 de mayo, las hermanas Peronette Rosset, Marie de Barre y Collete Rochete, aplicaron remiendos triangulares en los agujeros, cosiéndolos al revés de la sábana, porque allí no hay ninguna imagen.
En 1535, por motivo de guerra, el Sudario fue llevado a otras ciudades de Italia y Francia. Salió de Chambéry, pasó por Turín, Vercelli, Milán, Nice, nuevamente Vercelli.
En 1561, la reliquia retornó a Chambéry. El traslado a Turín se dio por un acto de piedad del entonces Cardenal Carlos Borromeo.
En 1578, el día 8 de octubre, el Sudario fue trasladado a la Catedral de Turín. En ese año, el Cardenal de Milán, hoy San Carlos Borromeo, hizo un voto de ir a pie, desde Milán hasta Chambéry, en peregrinación para adorar el Sudario, caso la epidemia de peste desapareciese de su ciudad. Alcanzada la gracia, el Cardenal inició la caminata. Para librarlo del penoso viaje a través de los Alpes, el duque Emanuel Filiberto de Saboya mandó llevar el Sudario hasta Turín, mitad del camino entre Milán y Chambéry.
Desde entonces, permanece el Santo Sudario en Turín hasta nuestros días.
Por el P. David Francisco EP
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