Ciudad del Vaticano (Miércoles, 04-01-2012, Gaudium Press) La Navidad en su misterio significa para los cristianos «expresar la alegría, la novedad, la luz que este nacimiento ha traído a toda nuestra existencia, para ser también nosotros portadores de la alegría, de la verdadera novedad, de la luz de Dios hacia los otros», dijo Benedicto XVI en la primera audiencia general del 2012 dirigida a las 7.000 personas presentes en el Aula Pablo VI en el Vaticano, dedicada al significado de la Navidad y la Epifanía. En dos días, la Iglesia Católica celebrará la solemnidad de la Epifanía, que significa el misterio de Dios que «se revela en la naturaleza humana de Cristo y -explicó el Papa- este es el significado del verbo griego ‘epiphaino’ – hacerse visible»
«Podemos decir que la fiesta de Navidad hace hincapié en el ocultamiento de Dios en la humildad de la condición humana, en el Niño de Belén. En la Epifanía, sin embargo, se evidencia su aspecto manifestativo, la aparición de Dios a través de esta misma humanidad». El Santo Padre, aún en la atmósfera del tiempo natalicio, se centró en tres temas que caracterizan a esta época: la alegría, la maravillosa noticia del intercambio entre la naturaleza divina y humana, y la luz.
La alegría es el tema que podría ser presentado como uno de los principales del magisterio del Papa Ratzinger. El tema que «abre el Evangelio, y es el tema que lo cierra por que Jesús resucitado reprochará a los propios apóstoles el estar tristes».
La Novedad – La Luz
Otro aspecto del que habla la Navidad es el de la novedad. Por el hecho misterioso que «en ese Niño, necesitado de todo, aquello que es Dios: la eternidad, poder, santidad, la vida, la alegría, se unió a lo que somos nosotros: Debilidad, el pecado, el sufrimiento, la muerte». Por lo tanto, en el Niño Jesús se obra un «maravilloso intercambio» entre la humanidad y la dignidad divina.
El tercer tema meditado por el Papa en la audiencia general fue el de la luz. «La liturgia de la Navidad -observó- es bañada por la luz. La venida de Cristo disipa las tinieblas del mundo, llena la Noche Santa de un fulgor celeste y difunde sobre el rostro de los hombres el esplendor de Dios Padre». Por el hecho de que «la Iglesia no es la luz», pero «recibe la luz de Cristo, la acoge para ser iluminada y para difundirla en todo su esplendor».
En nuestras vidas personales también estamos llamados a seguir a la Iglesia en el ser iluminados por la luz de Cristo. Estamos llamados, Benedicto XVI reiteró, a «acoger de nuevo en nosotros mismos a aquel Niño, que es Cristo el Señor, para vivir de su propia vida, para que sus sentimientos, sus pensamientos, sus acciones, sean nuestros sentimientos, nuestros pensamientos, nuestras acciones. «
En su saludo en varios idiomas, el Santo Padre invitó a los peregrinos de lengua española a volver a «contemplar este Misterio de Dios que se hace hombre en la humildad y pobreza, y que lo acojáis en vuestros corazones viviendo de su misma vida y manifestando a los demás la alegría, la novedad y la luz que su nacimiento ha traído a nuestra existencia y al mundo entero»; y a los de lengua portuguesa «a contemplar en el Niño Jesús el misterio de dios que se hace hombre en la humildad y en la pobreza, y sobre todo, a acoger en nosotros mismos a este Niño «.
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