jueves, 28 de noviembre de 2024
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El pequeño sublime mundo de los cirios

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Foto: Angelica Brunatto

Bogotá (Viernes, 06-01-2012, Gaudium Press) Cirios, velas o velones, no importa el tamaño, la forma o el color, cada cual tiene su aplicación y significado en la piedad cristiana, autenticas herederas de las candelas de la Menorá de los Hebreos. Desde aquellas pequeñas velitas de varios colores, puestas en los veladores de los templos en diferentes niveles, en un mueble que la Iglesia ideó frente a los altares de lo santos, hasta el solemne cirio pascual robusto y serio, pasando por los cirios de las misas, los de los velorios de difuntos, los de Primera Comunión, los que adornan la mesa para la cena de navidad o los que alumbran la víspera de la fiesta de la Inmaculada Concepción en muchas calles, andenes, ventanas y balcones de algunas de nuestras ciudades colombianas, todas significan esperar con alegría o con imbatible confianza.

Un mecho largo en el centro de un cilindro macizo prensado hecho de cera, grasa animal o parafina que sirve de combustible al mismo tiempo, puede ser que haya sido invento de los tiempos del bajo imperio romano salpicado con la sangre de los primeros mártires cristianos, pero lo que ahora usamos en nuestras procesiones y actos litúrgicos, incluso aderezados con cierto suave aroma de miel cuando el cirio es de auténtica cera de abejas, es una bella innovación católica de comprobadísima originalidad. La fuerza de significación de las velas encendidas está hoy día lamentablemente deturpada, pero esto también nos sirve de prueba para dejar en plena evidencia que no fue nada equivocada la costumbre cristiana de usar las velas con fe.

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Foto: Eric Parker

El haberla llamado simplemente «Vela» ennoblece todavía más el significado de este objeto para la piedad y la devoción: Velar frente al Santísimo Sacramento, velar las armas de la legendaria caballería, pasar la noche en vela, son expresiones que nos hablan de vigila al pie de algo o alguien esperando obtener con ello una gracia o un favor. Con todo, es innegable que fue la Cristiandad la que le dio el más alto simbolismo al uso de las velas encendidas, al punto de que no hay en estos tiempos ceremoniales más marcados por la presencia de cirios y de velas que los que hace la Iglesia católica.

Todavía es más admirable el arte que al utilizar las velas y los cirios desarrolló nuestra civilización inspirando la fabricación y uso de candeleros y candelabros profanos o litúrgicos de las más variadas formas y tamaños, en metales preciosos y aleaciones, todo un universo de estos elegantes y sagrados soportes móviles o fijos donde la vela o el cirio arden plácidamente haciendo guardia, iluminando, acompañando o rindiendo homenaje. Y para completar, aquellos capiteles ciriales hechos para que la cera se derrita uniformemente sin dejar estragos sobre la mantelería de los altares. O el matacandil para apagar los cirios, que el juicioso monaguillo debe saber aplicar bien sobre el pabilo para no hacer un daño ahogando la llamita con cierta solemnidad. Piezas de uso litúrgico que fueron siendo reveladas al ingenio humano desde la fe y la piedad para gloria de Dios y perfeccionamiento de nuestra cultura.

¿Qué sería entonces la sociedad temporal hoy día y el uso de cosas terrenas, con el mismo espíritu creativo que desarrolló el pequeño mundo de las velas y los cirios?

Por Antonio Borda

 

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