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"Podemos construir un mundo nuevo", dice a los jóvenes obispo de Osório, en Brasil

Osório (Viernes, 13-01-2012, Gaudium Press) Con el artículo titulado «Educar a los jóvenes para la justicia y la paz», Mons. Jaime Pedro Kohl, obispo de la Diócesis de Osório, en el estado de Río Grande del Sur, Brasil, hace una reflexión sobre los responsables por la educación, que es la aventura más fascinante y difícil de la vida. Educar -en su etimología latina educere- significa conducir para fuera de sí incluso al encuentro de la realidad, rumbo a una plenitud que hace ‘crecer’ a la persona.

De acuerdo con Mons. Kolh, este proceso se alimenta del encuentro de dos libertades: la del adulto y la del joven. Él resalta que esto exige la responsabilidad del discípulo, que debe estar disponible para dejarse guiar en el conocimiento de la realidad, y la del educador, que debe estar dispuesto a darse a sí mismo. «Pero, para eso, no bastan meros dispensadores de reglas e informaciones; son necesarios testigos auténticos, o sea, testigos que sepan ver más lejos que los otros, porque su vida abraza espacios más amplios. El testigo es alguien que vive, primero, el camino que propone», completa.

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Mons. Jaime Pedro Kohl

Para una mejor reflexión, el obispo lanza un cuestionamiento: ¿cuáles son los lugares donde madura una verdadera educación para la paz y la justicia? Antes que nada, explica él, en la familia, ya que los padres son los primeros educadores y la familia es la célula originaria de la sociedad. «Es en la familia que los hijos aprenden los valores humanos y cristianos que permiten una convivencia constructiva y pacífica. Es en la familia que aprenden la solidaridad entre las generaciones, el respeto por las reglas, el perdón y la acogida del otro», dijo Mons. Jaime, que destaca que ésta es la primera escuela, donde se educa para la justicia y la paz.

La necesaria presencia de los padres y su testimonio

Según el prelado, vivimos en un mundo donde la familia y hasta la propia vida se ven constantemente amenazadas y, no raramente, destrozadas con condiciones de trabajo poco compatibles con las responsabilidades familiares, preocupaciones con el futuro, ritmos frenéticos de vida, emigración a la búsqueda de un adecuado sustento o por la pura sobrevivencia. Mons. Kolh cree que todos estos factores dificultan la posibilidad de asegurar a los hijos uno de los bienes más preciosos: la presencia de los padres; una presencia, que permita compartir de forma cada vez más profunda el camino para poder transmitir la experiencia y las certezas adquiridas con los años.

«¡Quiero aquí decir a los padres que no se desanimen! Con el ejemplo de su vida, induzcan a los hijos a colocar la esperanza antes que nada en Dios, el único de quien surgen justicia y paz auténticas. Quiero dirigirme también a los responsables de las instituciones con tareas educativas: velen, con gran sentido de responsabilidad, para que sea respetada y valorada en todas las circunstancias la dignidad de cada persona», aconseja el obispo.

Con relación al ambiente educativo, Mons. Jaime evalúa que él debe ser lugar de apertura a lo transcendental y a los otros; lugar de diálogo, cohesión y escucha, donde el joven se sienta valorado en sus capacidades y riquezas interiores y aprenda a apreciar a los hermanos. Según él, el ambiente debe enseñar a saborear la alegría que deriva de vivir día a día la caridad y la compasión para con el prójimo y de participar activamente en la construcción de una sociedad más humana y fraterna.

El obispo también se dirige a los responsables políticos, pidiéndoles que ayuden concretamente a las familias y las instituciones educativas a ejercer su derecho-deber de educar y que actúen de modo que a nadie sea negado el acceso a la instrucción y que las familias puedan escoger libremente las estructuras educativas consideradas más idóneas para el bien de sus hijos, más allá de proporcionar a los jóvenes una imagen transparente de la política, como verdadero servicio para el bien de todos.

Mons. Kolh hace también un apelo al mundo de los medios de comunicación para que presten su contribución educativa, pues en la sociedad actual, los medios de comunicación de masa tienen una función particular: no solo informan, sino también forman el espíritu de sus destinatarios y, consecuentemente, pueden concurrir notablemente para la educación de los jóvenes. «Es importante tener presente la ligación estrechísima que existe entre educación y comunicación: de hecho, la educación se realiza por medio de la comunicación, que influye positiva o negativamente en la formación de la persona», afirma.

Por último, el obispo deja un mensaje a los jóvenes para que tengan el coraje de comenzar, ellos mismos, a vivir aquello que piden a cuantos los rodean y que tengan la fuerza de hacer un uso bueno y consciente de la libertad, pues les cabe en todo esto una gran responsabilidad: son responsables por su propia educación y formación para la justicia y la paz. «Educadores y educados, adultos y jóvenes, juntos podemos construir un mundo nuevo, más justo y pacífico, más feliz», concluye.

 

 

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