Ciudad del Vaticano (Miércoles, 25-01-2012, Gaudium Press) El tema de la transformación y de la victoria fueron el punto central de la homilía de Benedicto XVI en las Segundas Vísperas de la fiesta de conversión de San Pablo Apóstol, que concluye la celebración de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que este año tuvo como tema: «Todos seremos transformados por la victoria de Jesucristo, nuestro Señor» (cfr 1 Cor 15, 51-58). La ceremonia ocurrió en la Basílica de San Pablo Extramuros. Al final de la ceremonia, el Santo Padre inauguró una muestra sobre el Concilio Vaticano II, montada en la Pinacoteca de la Basílica, donde el 25 de enero de 1959 el Beato Papa Juan XXIII lo anunció.
El Pontífice afirmó que la conversión de San Pablo no se limitó al plano ético ni al plano intelectual |
El «extraordinario» evento de Damasco, comenzó el Santo Padre, en el cual «Saulo, que se distinguía por el celo con el cual perseguía a la Iglesia naciente, fue transformado en un incansable apóstol del Evangelio de Jesucristo», nos demuestra que «tal transformación no es el resultado de una larga reflexión interior y mucho menos el fruto de un esfuerzo personal», sino «es antes que nada obra de la gracia de Dios que actuó según sus inescrutables vías».
La transformación de Saulo, explicó el Papa, «no se limita al plano ético -como conversión de la inmoralidad a la moralidad- ni al plano intelectual -como cambio del propio modo de comprender la realidad», sino que fue «una radical renovación del propio ser, similar en muchos aspectos a un renacimiento» y una participación al misterio de la Muerte y Resurrección de Jesucristo.
Benedicto XVI observó en seguida que este evento trae un mensaje de esperanza para la transformación que trae la victoria a «todos aquellos que creen en Jesucristo y también a toda la humanidad y la creación entera». Porque «todo hombre, mediante el bautismo en la muerte y resurrección de Cristo, participa de la victoria de Aquel que en primer lugar venció a la muerte, comenzando un camino de transformación». En la oración, principalmente aquella por la unidad, continuó el Papa, se expresa nuestra confianza de «ser transformados y conformados a imagen de Cristo» y el deseo «para que todos sean uno» (Jn 17, 21).
Jesucristo «nos acompaña en la lucha contra la fuerza destructora del pecado que daña a la humanidad y la entera creación de Dios». Por eso, afirmó el Papa, Él «llama a todos nosotros cristianos a actuar juntos en la causa del bien», a «compartir su misión» de «llevar esperanza allá donde dominan la injusticia, el odio y el desespero». Mientras la idea de victoria en la cultura hoy dominante «es con frecuencia asociada a un éxito inmediato», por otro lado, en la óptica cristiana es un largo y «no siempre linear proceso de transformación y de crecimiento en el bien». El Papa observó que el empeño de los cristianos por la unidad deber «paciente y seguro», carente de pasividad o resignación y debe responder de modo «listo y atento a toda posibilidad de comunión y fraternidad, que el Señor nos concede».
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