Ciudad del Vaticano (Viernes, 27-01-2012, Gaudium Press) El movimiento ecuménico también precisa de una fe en la cual «el hombre encuentra la verdad que se revela en la palabra de Dios», la palabra que anima todo el dinamismo de una sincera búsqueda de la plena unidad de todos los cristianos, resaltó Benedicto XVI. El Pontífice hizo énfasis en la importancia de la prioridad de la fe, al comentar los trabajos de la Sesión Plenaria anual de la Congregación para la Doctrina de la Fe dedicados al tema de la unidad de los cristianos. El Santo Padre indicó dos cuestiones fundamentales necesarias para el desarrollo del diálogo ecuménico: el riesgo de un falso irenismo y de un indiferentismo en la relación entre el empeño ecuménico y la enseñanza del Concilio Vaticano II; y la problemática moral.
El Papa afirmó que en el diálogo ecuménico no pueden ignorarse las grandes cuestiones morales |
La prioridad en el empeño de toda la Iglesia de hoy es aquella de la «renovación de la fe» porque «en vastas zonas de la tierra la fe corre el peligro de borrarse como una llama que no encuentra más alimento. Estamos delante de una profunda crisis de fe, de una pérdida del sentido religioso que constituye el mayor desafío para la Iglesia de hoy», observó el Santo Padre sobre la situación de la fe en la proximidad del Año de la Fe cuya organización fue confiada a la Congregación para la Doctrina de la Fe.
En el diálogo ecuménico de hoy, resaltó el Papa «el impulso de la obra ecuménica debe partir de aquel «ecumenismo espiritual», de aquella «alma de todo el movimiento ecuménico» (Unitatis redintegratio, 8), que se encuentra en el espíritu de la oración para que «todos sean una sola cosa» (Jn 17, 21)». Benedicto XVI, que por largos años guió a la Congregación, ahora ve dos aspectos doctrinales en los cuales el diálogo debe seguir: «la coherencia del empeño ecuménico con la enseñanza del Concilio Vaticano II y con toda la Tradición» y de las «grandes cuestiones morales acerca de la vida humana, la familia, la sexualidad, la bioética, la libertad, la justicia y la paz».
Hoy, está difundido un indiferentismo que dice que la verdad es inaccesible al hombre y que reduce la fe a un «moralismo sin un fundamento profundo». «El centro del verdadero ecumenismo – afirmó el Papa – en vez de eso, es la fe en la cual el hombre encuentra la verdad que se revela en la palabra de Dios. Sin la fe todo el movimiento ecuménico sería reducido a una forma de «contrato social» al cual adherir en vista de un interés común. La lógica del Concilio Vaticano II es completamente diferente: la búsqueda sincera de la plena unidad de todos los cristianos es un dinamismo animado por la Palabra de Dios».
El problema «crucial» que marca los diálogos ecuménicos es el de la «estructura de la revelación – la relación entre la Sagrada Escritura, tradición viva en la Santa Iglesia y el ministerio de los sucesores de los Apóstoles como testigos de la verdadera fe», cuestión que es diferente en varias Iglesias cristianas y las separa de la Iglesia católica. Por eso, desafió Benedicto XVI, es preciso «enfrentar con coraje también las cuestiones controvertidas, siempre en el espíritu de fraternidad y respeto recíproco». Además, es importante «ofrecer una interpretación correcta de aquel ‘orden’ o ‘jerarquía’ en las verdades de la doctrina católica», puesto de relieve en el Decreto Unitatis redintegratio».
El segundo tema que es importante en el diálogo es la problemática moral. «En los diálogos -afirmó el Santo Padre- no podemos ignorar las grandes cuestiones morales acerca de la vida humana, la familia, la sexualidad, la bioética, la libertad, la justicia y la paz. Sería importante hablar sobre estos temas con una sola voz, llegar al fundamento en la Escritura y en la viva tradición de la Iglesia».
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