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La dignidad humana

 

Redacción (Viernes, 27-01-2012, Gaudium Press) Todo ser humano tiene una intuición fundamental sobre la dignidad humana, es decir, sobre el valor particular que cada uno posee. La dignidad constituye una sublime modalidad de lo bueno, de lo valioso y de aquello que está dotado de una categoría superior. El reconocimiento de su ser y de su dignidad, independientemente de su tendencia ideológica, descubre al hombre como un todo, como un universo completo, como alguien que merece respeto, protagonista de una historia única, singular, irrepetible, insustituible, alguien que no se dio la vida sino que la recibió como un don [1].

iluminura1-267x300.jpgEn la filosofía y en la ética actual se difunden diferentes concepto de la dignidad humana. Esta no puede ser relativizada, ni depender de ninguna circunstancia. Por eso es de trascendental importancia hacer un análisis antropológico de la persona humana y así buscar un sentido a la vida del hombre, incluso cuando se encuentra cercada de dolor y sufrimiento. Por pertenecer a la naturaleza humana, todo hombre, en la situación en que se encuentre, es en sí mismo digno y merecedor de respeto.

¿Por qué el Ser Humano es digno?

Maritain [2] presenta el humanismo tomista como algo que es más que aquello que hay en el hombre. Pues sabe que el hombre fue hecho de la nada, pero también es imagen de Dios. Así, la dignidad del ser humano tiene su origen en esta imagen de Dios, que va implícita en la propia naturaleza del ser humano y en la capacidad de creación dignificante y trascendente de sus acciones. Con el conocimiento espontáneo, teniendo el sentido común, percibimos diferencias primordiales con otros seres de la naturaleza, además de una cierta, o mejor, gran superioridad respecto al mundo animal y vegetal, obviamente del mineral [3].

Es propio del hombre conocer lo que es trascendente. Se trata de una superioridad especial que tiene una cosa sobre otra, por el hecho de ser intrínsecamente de una calidad más elevada. De todas esas criaturas terrenas, el hombre es el único capaz de pensar y, a través del raciocinio, llegar a comprender su trascendencia en relación a los seres que le están por debajo [4]. Esto nos habla de una dimensión espiritual del hombre.

Los hombres son iguales por naturaleza, y diferentes sólo en sus accidentes. Por el hecho de ser hombres, participan todos de los mismos derechos: derecho a la vida, a la honra, a condiciones de existencia suficientes, al trabajo, a una familia, entre otros; y todo lo que atenta contra esos derechos es contrario a la dignidad humana [5].

El cristianismo realizó un importante aporte en el Mundo Antiguo al invertir la relación entre el hombre y el mundo, ya que elevó la vida humana, que se consideraba mortal, a la característica de inmortal, trayendo como consecuencia una gran esperanza para quienes sabían que su mundo estaba condenado.

Desde entonces, la vida adquirió el adjetivo de sacra, e incluso, en la Época Moderna continuó siendo un punto fundamental de referencia, sobreviviendo a la secularización y a la general decadencia de la humanidad [6]. Transponiéndose a la época actual, la prioridad de la vida terrenal se sobrepuso a la inmortalidad, pasando a ser considerada ésta un bien supremo [7].

Por tanto, a pesar del progreso de la ciencia y de la desmitificación de la naturaleza que se ha derivado de ella, la vida continúa teniendo un carácter sagrado, y sigue siendo un misterio trascendente para el hombre. Sin embargo, el hombre no ha dejado de ocuparse de ella, de intentar dominarla y usarla como si fuera un juguete, es decir, ha relativizado el valor esencial de la vida. El respeto de la dignidad de la persona involucra varias características: cada persona es irrepetible y única, cada hombre es irremplazable y por lo que es en sí mismo: un ser humano [8].

Teniendo en cuenta este panorama, es importante aclarar lo que se quiere expresar con la palabra vida. Es, en efecto, un término que define realidades intercambiables ya que la vida de una planta es muy diferente a la vida animal o humana. Para Tomás y Garrido «la vida humana tiene su identidad genética, responde a una singularidad biológica, es individual, irrepetible y paradójicamente presenta interioridad y apertura» [9]. La vida no solo es la esencia de la existencia del hombre en el mundo viéndola desde lo meramente biológico, sino también «se refiere a la vida plena, objeto del designio creador de Dios, que es la que en sentido propio, tiene valor absoluto» [10]. La vida además, es una interrelación de todos los hombres, unos con los otros, en la que se debe buscar el bien común.

En la Postmodernidad, se han venido divulgando ideas que cuestionan los valores esenciales de la vida. Se ha cultivado una mentalidad hedonista que busca el culto al cuerpo, como también hay el deseo de dominar totalmente la naturaleza. Claro ejemplo de esto es la clonación y la manipulación genética que busca generar vida, o el aborto y la eutanasia, que a su vez deciden sobre el fin de la misma, bajo la excusa del ejercicio de la libertad y de la dignidad humana. El Doctor Marco Aurelio Mejía afirma: «En esta concepción liberal podemos vislumbrar la ambivalencia de nuestros días fundamentada en una falsa autonomía que termina contradiciendo la libertad del hombre y su deber de conciencia»[11].

dignidade-237x300.jpgPara Ana Marta González [12] la dignidad es un concepto trascendental que pertenece totalmente al ser humano y hace una distinción entre el «ser» en el plano metafísico y el «deber ser» en el ético, ya que la naturaleza humana no es desde el principio forma alguna de totalidad finita que pudiera consumarse en sí misma como totalidad biológica, porque no sería posible la trascendencia racional sobre la vida si esta no tuviera de antemano la forma de la razón, de manera que los intereses de ésta no fueran totalmente diversos a los de la vida. Al tomar primero el «ser» como algo metafísico, se apela directamente a los atributos y responsabilidades dadas por Dios a los hombres, al entregarles la posibilidad del libre albedrío y dominio sobre la tierra; es el estado de potencia del hombre frente a determinadas circunstancias. En cuanto el «deber ser», desde la ética, se refiere al acto concreto de cada uno de los hombres frente a dichas situaciones donde éstos diferencian lo bueno de lo malo, pero eligen por lo que consideran la mejor opción.

La dignidad está dada por el hecho de ser humanos, por tener inteligencia, voluntad y libertad, y no por características particulares, méritos o circunstancias que rodean el ser humano. Sin embargo, las reflexiones contemporáneas tienden a rechazar cualquier explicación racional al fundamento de la dignidad, considerando que siempre dicha explicación es subjetiva y cambiante.

Una excelente afirmación es la que hace Hernán Mora, comentando a Juan Pablo II: «La dignidad humana viene de Dios, de ser su criatura, y ésta se perfecciona y actualiza, y así se corrobora en la construcción que esta criatura hace de un mundo cada vez más digno y justo, cada vez más proporcional y adecuado a esa semejanza natural y trascendente de quien le confiere tan elevada dignidad» [13].

Por la Hna. Martha Lucía Ovalle Pinzón,EP

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1 FERNÁNDEZ, Paz. Eutanasia y bioética. [En línea]. [Consulta: 1° Jun., 2009].
2 MARITAIN, Jacques. De Bergson à Thomas D?Aquin. New York: Maison Française, 1944. p. 107.
3 GARCÍA CUADRADO, Op. Cit., p. 29.
4 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Na Renascença, domínio do natural e do terreno. Em: Revista Dr. Plinio. São Paulo. No. 23. (Fev., 2000); p. 13. (Traducción personal).
5 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Revolução e contra-revolução. São Paulo: Retornarei, 2002. p. 71. (Traducción personal).
6 ARENDT, Hannah. La condición humana. Barcelona: Paidós, 1993. p. 338.
7 Ibid., p. 342.
8 LÓPEZ TRUJILLO, Alfonso. Algunos aspectos candentes de la bioética. Bogotá: Sociedad de San Pablo, 2004. p. 13.
9 TOMÁS Y GARRIDO, Gloria María. Cuestiones actuales de bioética. Pamplona: Eunsa, 2006. p. 27.
10 SARMIENTO, Augusto. Sentido y valor de la vida humana: inviolabilidad. En: El don de la vida. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1996. p. 31.
11 MEJÍA, Marco Aurelio. Hablemos de bioética y eutanasia. Bogotá: San Pablo, 2008. p. 42.
12 GONZÁLEZ, Ana Marta. Naturaleza y dignidad. Pamplona: Eunsa, 1996. p. 22.
13 MORA CALVO, Hernán. Juan Pablo II: Apostillas filosóficas a su concepto de la dignidad humana. [En línea]. En: Revista Reflexiones. No. 83 (2004); p. 91. [Consulta: 14 Jul., 2009].

 

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