Ciudad del Vaticano (Miércoles, 01-02-2012, Gaudium Press) En nuestra oración cotidiana «tenemos que ser capaces de exponer a Dios nuestras fatigas, sufrimientos de ciertas situaciones, de ciertos días» y así «tenemos que aprender a confiar más en la Providencia divina, pedir a Dios la fuerza para salir de nosotros para renovar a Él nuestro ‘sí’, para repetirle ‘sea hecha Su voluntad’ «, observó el Santo Padre en una catequesis sobre el tema de la oración de Jesús en el Huerto de Getsemaní, en el Jardín de los Olivos. En la audiencia general de la mañana de hoy, en la Sala Pablo VI, Benedicto XVI continuó el ciclo de las catequesis sobre la oración de Jesús.
Según el Papa Cristo sufrió el ataque del mal en Sí, para quitarle su poder |
Después de la catequesis sobre la oración del Señor en la Última Cena, hoy el Papa habló sobre la oración de Jesús en el Jardín de los Olivos, antes de su muerte en la Cruz. La oración, en la cual Jesús pide al Padre «una proximidad ‘espacial’, un pedido de solidaridad en el momento en que siente la muerte acercarse» y «la sintonía con Él en el momento en que comienza a cumplir hasta el final la voluntad del Padre y es una invitación a todos los discípulos a seguirlo en el camino de la Cruz». Es un momento particular de pedido por una proximidad «significativa», porque «invita a Pedro, Santiago y Juan a quedarse más cerca de él», pero pide al Padre «‘solito’, porque su relación con Él es totalmente única: es la relación del Hijo Unigénito».
Cristo vivió la Pasión en su Humanidad
En la última oración antes de la crucifixión, Jesús tiene también «miedo y angustia», así con «la certeza de su inexorabilidad y la percepción del peso del mal que toca nuestra vida». Eso se expresa también en sus gestos, «Jesús cae de rostro en el piso: es una posición de oración que expresa la obediencia a la voluntad del Padre, el abandonarse con plena confianza en Él». Su pedido «si fuese posible, pasase lejos de él esta hora», expresa «no solamente el miedo y la angustia del hombre delante de la muerte, sino es la conmoción del Hijo de Dios que ve la terrible grandiosidad del mal que tendrá que vivir en Sí para superarlo, para privarlo del poder», observó el Santo Padre.
Al final Benedicto XVI se dirigió a los fieles con una invitación para seguir el ejemplo de Jesús en la oración cotidiana y en el «empeño cotidiano de seguirlo» incluso en los momentos «del peso del mal que vemos en nosotros, para que Él nos dé esperanza, nos haga sentir su proximidad, nos done un poco de luz en el camino de la vida». Su «relación de ternura, de afecto, de confianza, de abandono» al Padre que expresa la palabra aramea «Abbá», nos enseña que nosotros también tenemos que abandonarnos a Dios con la seguridad de que «hay una voluntad de Dios con nosotros y para nosotros, una voluntad de Dios sobre nuestra vida, que debe tornarse cada vez más la referencia de nuestro querer y de nuestro ser».
«Aprendamos también nosotros en la oración a poner ante Dios las fatigas y los sufrimientos, los esfuerzos de cada día para seguirlo. Supliquémosle que nos haga sentir su cercanía y nos done su luz. Confiemos en su Providencia divina para confirmar así su voluntad a la nuestra, repitiendo cada día el «sí» de Jesús, el «sí» de María», repitió el Papa esta invitación después de la síntesis en lengua española, invitando a los presentes de Chile, Argentina, México y otros países latinoamericanos a pedir «al Señor para que seamos capaces de vigilar con Él en oración, de cumplir su voluntad cada día aunque comporte sacrificio. Que estemos dispuestos a vivir una intimidad cada vez más grande con Él».
Benedicto XVI saludó también a los brasileños presentes «pidiendo a Dios que os llene de esperanza y conceda la luz para descubrir su voluntad sobre vuestra vida y hacer de ella el punto de referencia diario de vuestro querer, de vuestro ser».
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