Redacción (Viernes, 03-02-2012, Gaudium Press) El Cardenal JOSEPH RATZINGER, actual Papa BENEDICTO XVI, así se refirió al problema de la libertad: «[…] La idea de que al rechazar lo que es malo se ve obstaculizada mi libertad, constituye una perversión de la libertad. En efecto, la libertad solo encuentra su espacio creativo en el ámbito del bien» [9].
Dios creó al hombre perfectamente libre, y el pecado no es sino un defecto de la verdadera libertad. El punto vulnerable de la naturaleza humana es esta libertad imperfecta y caprichosa, y mientras el hombre permanece en este mundo tiene el triste privilegio de poder desviarse rumbo al pecado. Según TANQUEREY: «La criatura […] puede, efectivamente, desviar los ojos del bien verdadero para dirigirlos al bien aparente, apegarse a este último y preferirlo al primero; y es precisamente esta preferencia que constituye el pecado» [10].
Verdadera libertad es someterse a la verdad |
En consecuencia, se puede afirmar que el verdadero uso de la libertad no incluye la facultad de pecar. «La elección de la desobediencia y del mal es un abuso de la libertad y conduce a la «esclavitud del pecado» (Rm 6,17)» (CIC 1733). Así, la posibilidad de alejarse del bien no participa de la esencia de la libertad. Si tal fuese, tendríamos que caer en la aberración de afirmar que Dios, Jesucristo, los ángeles, los santos del cielo, que carecen de esa posibilidad, no son libres o por lo menos lo son menos perfectamente que el hombre en estado de prueba.
Dios es libérrimo
Dios es libérrimo, entretanto impecable porque no puede obrar nada contrario a su propia naturaleza. Afirma ROYO MARIN:
Es un gran error, con efecto, creer que la facultad o poder de pecar pertenezca a la esencia de la libertad. Al contrario, esa defectibilidad de la libertad humana que le pone en las manos el triste privilegio de poder pecar, es un gran defecto e imperfección de la misma libertad, que únicamente afecta a las criaturas defectibles, no a Dios ni a Jesucristo hombre que son intrínsecamente impecables por su propia naturaleza divina [11].
A este respecto son luminosas las enseñanzas de SANTO TOMÁS, en sus comentarios al Evangelio de San Juan, contenidos en la Carta Encíclica Libertas Praestantissimum:
Todo ser es lo que le compete ser por su propia naturaleza. En consecuencia, cuando es estimulado por un agente exterior, no obra por su propia naturaleza, sino por un impulso ajeno, el cual es propio de un esclavo. Ahora, el hombre, por su propia naturaleza, es un ser racional. Por tanto, cuando obra según la razón, actúa en virtud de un impulso propio y de acuerdo con su naturaleza: en eso consiste precisamente la libertad. Pero cuando peca, actúa al margen de la razón, actúa como si fuese impelido por otro y estuviese sometido al dominio de otro; por esto, quien comete el pecado, es siervo del pecado [12].
Y completa SAN AGUSTÍN:
Es ésta nuestra libertad: someternos a esa Verdad; [tal libertad] es nuestro mismo Dios, que nos libra de la muerte, o sea de la condenación del pecado. Con efecto, esa misma Verdad, [que es] también un hombre que habla con los hombres, dice a los que creen: si permanecéis en mi palabra seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad, y la verdad os liberará (Jn 8,31). Efectivamente, de nada el alma disfruta con libertad, a no ser lo que disfruta con seguridad. [13]
A la luz de esos principios queda evidente que dejarse llevar por las pasiones no significa ejercer la propia libertad, sino obrar con una libertad defectiva y hasta incluso caer en la esclavitud.
Se concluye que, si la libertad es la facultad de elegir, cuanto más numerosos sean los obstáculos vencidos por ella, más queda demostrada su fuerza. Dejarse arrastrar por la corriente es fácil y, al contrario, la libertad, obrando según la razón contra las inclinaciones viciosas, manifiesta toda su plenitud y vigor.
En sentido opuesto, las pasiones desordenadas obnubilan el entendimiento y debilitan la voluntad. ¿Quién tendrá suficiente mala fe para afirmar que en esto consiste la libertad?
Finalmente, aquel que se deja llevar por las malas pasiones pasa fácilmente del acto a la costumbre, y por tanto al vicio; del vicio a la abulia (inercia de la voluntad); de la abulia a la difamación. Ahora, ¿esto no es esclavitud?
Por la Madre Mariana Morazzani Arráiz, EP
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9 BENEDICTO XVI.HYPERLINK «http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_const_19651207_gaudium-et-spes_po.html» (2005, p. 89).
10 TANQUEREY, Adolphe. Compêndio de Teologia Ascética e Mística. Lisboa: Editorial Áster, 1961. p.35.
11 Es un gran error, en efecto, creer que la facultad o poder de pecar pertenezca a la esencia de la libertad. Al contrario, esa defectibilidad de la libertad humana que le pone en las manos el triste privilegio de poder pecar, es un gran defecto e imperfección de la misma libertad, que únicamente afecta a las criaturas defectibles (que pueden fallar), no a Dios ni a Jesucristo hombre que son intrínsecamente impecables por su misma naturaleza divina.( ROYO MARIN, Antonio. Jesucristo y la vida cristiana. Madrid: B.A.C 1961, p.167, tradução do autor)
12T odo ser es lo que le conviene ser por su propia naturaleza. Por consiguiente, cuando es movido por un agente exterior, no obra por su propia naturaleza, sino por un impulso ajeno, lo cual es propio de un esclavo. Ahora bien: el hombre, por su propia naturaleza, es un ser racional. Por tanto, cuando obra según la razón, actúa en virtud de un impulso propio y de acuerdo con su naturaleza, en lo cual consiste precisamente la libertad; pero cuando peca, obra al margen de la razón, y actúa entonces lo mismo que si fuese movido por otro y estuviese sometido al dominio ajeno; y por esto, el que comete el pecado es siervo del pecado.(LEÃO XIII. Libertas praestantissimum, 1888, Op. cit. Tradução do autor)
13 AGOSTINHO. Trad. Antônio Soares Pinheiro. O livre arbítrio. 3. ed. Braga: Publicações da Faculdade de Filosofia da UCP, 1988. p. 134.
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