Roma (Lunes, 27-02-2012, Gaudium Press) La humildad y la voluntad de conversión son los medios que permiten a Dios intervenir en la vida del hombre y hacen posible superar la tentación que siempre estará presente, mientras viva. Este es el mensaje central que Su Santidad Benedicto XVI dirigió a la Iglesia en el tradicional rezo del Ángelus el pasado domingo 26 de febrero, primer domingo de Cuaresma.
El Santo Padre dedicó la introducción de la tradicional oración a la reflexión cuaresmal sobre las tentaciones padecidas por Cristo, recordando las palabras de San León Magno: «el Señor ha querido sufrir el ataque del tentador para defendernos con su ayuda y enseñarnos con su ejemplo»». La tentación, recordó el Papa, ocurrió en el desierto, que ofrece dos significados: el estado de abandono y soledad «donde no existe apoyo ni seguridad, donde la tentación se hace más fuerte», o el alejamiento del mundo que se convierte en refugio y amparo, a imagen del pueblo de Israel que huye de la esclavitud. Este último desierto es «donde se puede experimentar de una manera especial la presencia de Dios», comentó Su Santidad.
«Con la paciencia y con la verdadera humildad nos haremos más fuertes que cualquier enemigo», afirmó el Papa |
«El hombre nunca está totalmente libre de la tentación, mientras viva… pero con la paciencia y con la verdadera humildad nos haremos más fuertes que cualquier enemigo», afirmó el Santo Padre, citando este texto de la Imitación de Cristo. La virtud de la paciencia, vinculada a la humildad, permite al hombre seguir a Dios y encontrar en Él la fuente de la vida. «La tentación de quitar a Dios», advirtió el Papa, «de poner orden solo, en sí mismo y en el mundo, contando sólo con las propias capacidades, ha estado siempre presente en la historia del hombre».
El Santo Padre meditó entonces sobre la persona de Cristo, quien anuncia la llegada del Reino de Dios y un acontecimiento sin precedentes: «Dios habla al hombre de una manera inesperada, con una cercanía única, concreta, llena de amor»; comentó el Santo Padre. «Dios se encarna y entra en el mundo del hombre a tomar sobre sí el pecado, para vencer el mal y traer a la persona al mundo de Dios». El Papa explicó entonces que esta intervención de Dios está condicionada al esfuerzo del hombre por buscar la conversión, que consiste en «tener fe en Dios y a adecuar cada día de nuestras vidas a su voluntad, dirigiendo todas nuestras acciones y pensamientos hacia el bien».
Su Santidad destacó la importancia de aprovechar el tiempo de Cuaresma, «momento preciso para renovar y mejorar nuestra relación con Dios mediante la oración diaria, los actos de penitencia, las obras de caridad fraterna». Como conclusión, el Santo Padre encomendó a la Santísima Virgen este propósito: «Roguemos fervientemente a la Santísima Virgen María que acompañe nuestro camino cuaresmal con su protección y nos ayude a inculcar en nuestros corazones y en nuestra vida las palabras de Jesucristo, para convertirnos a Él».
Con información de Zenit.
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