Roma (Viernes, 02-03-2012, Gaudium Press) La urgente necesidad de la paz y el valiente testimonio de fe de los cristianos en Tierra Santa son los temas principales de reflexión propuestos por el mensaje que la Congregación para las Iglesias Orientales envió a los obispos de todo el mundo, con motivo de la colecta cuaresmal «Pro Terra Sancta» que ayuda al sostenimiento de las obras de la Iglesia en los Santos Lugares.
El tiempo cuaresmal, señala la carta, es un tiempo propicio para la oración y la caridad que permitan a los católicos de todo el mundo ponerse «al lado de los cristianos de Jerusalén, Israel y Palestina, así como de los países circunstantes: Jordania, Siria, Líbano, Chipre y Egipto». Estos lugares componen la Tierra Santa, en la cual vivió y predicó Jesucristo. «Desde entonces todo cristiano se encuentra a sí mismo en aquella Ciudad (Jerusalén) y en aquella Tierra», gracias a la labor de la Iglesia, presente en estos territorios.
El texto firmado por el Cardenal Leonardo Sandri, Prefecto de la Congregación, recuerda que el trabajo de la Iglesia es esencialmente pastoral, pero también de un «encomiable servicio social a todos sin distinción». Este es un ejemplo de fraternidad, «una admirable obra de paz y de reconciliación, tanto más necesaria hoy, preocupados como estamos, con el Santo Padre, por la población de los países que están sufriendo tensiones y violencias». El Card. Sandri llamó la atención sobre la actual situación de violencia en Siria, motivo por el cual Su Santidad Benedicto XVI ha orado repetidamente.
La carta identifica también la meditación sobre la Pasión de Cristo con la unión espiritual a nuestros hermanos en Tierra Santa: «El Viernes Santo de este año parece expresar aún con más viveza las necesidades de los pastores y de los fieles, encerrados en medio de los sufrimientos de todo el Medio Oriente. Para los discípulos de Cristo las hostilidades son el pan de cada día que alimenta la fe y, a veces, hace resonar el eco del martirio con toda su actualidad». El texto también hace referencia a la situación de destierro a la que se ven obligadas las comunidades cristianas amenazadas por la violencia.
Es por estas razones que el testimonio de los cristianos, comparado a la semilla del Evangelio, necesita para mantenerse la ayuda de toda la Iglesia. Esta semilla da un fruto espiritual muy grande: «¡Cuánta fe descubrimos en los jóvenes, deseosos de testimoniar las bienaventuranzas, amando sus Países en el empeño por la justicia y por la paz, con los medios de la no violencia evangélica! ¡Cuánta orgullosa fe, cuánta firmeza, nos transmite quien pronuncia palabras de reconciliación y de perdón, sabiendo que ésa es la respuesta que debe darse a la violencia y a la opresión!»
El mensaje hace un llamado a la solidaridad que es simplemente una retribución por todo el bien espiritual que ha heredado la Iglesia de los cristianos de Tierra Santa: «Tenemos el deber de devolver a estos cristianos el patrimonio espiritual que hemos recibido de su milenaria fidelidad a la verdad de la fe cristiana. Podemos y debemos hacerlo con nuestra oración, con lo concreto de nuestras ayudas, con nuestras peregrinaciones».
El texto concluye con un mensaje de gratitud en nombre de Su Santidad Benedicto XVI, la Diócesis patriarcal de Jerusalén, de la Custodia Franciscana y de las Iglesias Orientales Católicas locales «a los pastores, a los sacerdotes, a los religiosos y a las religiosas, a los jóvenes y a cuantos se prodigan en favor de la Tierra de Jesús».
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