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El sacerdote debe ser modelo para los fieles

Redacción (Jueves, 08-03-2012, Gaudium Press) Siendo visto por los fieles como alguien escogido por Dios para guiarlos, el ministro ordenado debe ser siempre ejemplo preclaro de virtud, como recomienda el Apóstol a su discípulo Tito: «Muéstrate en todo modelo de buen comportamiento: por la integridad en la doctrina, gravedad, lenguaje sano e irreprensible, para que el adversario sea confundido, no teniendo que decir de nosotros mal alguno» (Tit. 2, 7-8).

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San Juan María Vianney

Con efecto, una conducta irreprensible, inflamada de caridad, dando testimonio de la belleza de la Iglesia y de la veracidad del mensaje evangélico, hablará mucho más profunda y eficazmente a las almas que el más lógico y elocuente de los discursos: «El ornato del maestro es la vida virtuosa del discípulo, como la salud del enfermo redunda en alabanza del médico. […] Si presentamos nuestras buenas obras, será alabada la doctrina de Cristo» (Super Tit. cap. 2, lec. 2).

A veces, se interpreta la obligación de dar ejemplo, de ser modelo, en un sentido minimalista: el de apenas cumplir más o menos los propios deberes, al mismo nivel de todos los otros. Y así, por el criterio de la medianía, se busca contentar la propia consciencia. Ahora, quien es llamado a servir de ejemplo para los otros no debe compararse con los que le son iguales, sino con aquellos que alcanzaron el más alto grado de perfección.

Cristo, sí, es el verdadero modelo del ministro consagrado. Es con Él que el sacerdote debe configurarse, no solo por el carácter sacramental, sino también por la imitación de Sus perfecciones, de forma que en él los fieles puedan ver a otro Cristo. Solo así estos se sentirán atraídos por el buen ejemplo de su pastor y guía.

Por Mons. João S. Clá Dias, EP.

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