viernes, 22 de noviembre de 2024
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Benedicto XVI a los niños de México: "Dejad que Jesús cambie sus corazones y ustedes podrán cambiar al mundo"

Guanajuato, Guanajuato (Lunes, 26-03-2012, Gaudium Press) En el segundo día de visita a México, el sábado, el Papa dio un discurso a los niños de México y les reveló «el secreto de la verdadera felicidad»: «Dejad que Jesús cambie sus corazones y ustedes podrán cambiar al mundo».

Este sábado 24 fue el segundo día de actividades de Su Santidad en tierras Guadalupanas.

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Foto: Radioevangelizacion.org

Su Santidad inició sus actividades con una misa privada en el Colegio Miraflores a la cual asistieron las Hnas. Esclavas de la Santísima Eucaristía y de la Madre de Dios, encargadas de dicho instituto.

Por la tarde, Benedicto XVI partió hacia la Ciudad de Guanajuato, capital del estado homónimo donde sostuvo un encuentro privado con el Presidente de México, Felipe Calderón Hinojosa, en la Casa del Conde Rul.

Tras el encuentro, el Papa asomó al balcón de dicha casa para dirigirse a los niños que abarrotaron la Plaza de la Paz. En el mensaje, el Papa resaltó: «Dejad que Jesús cambie sus corazones y ustedes podrán cambiar al mundo. Ese es el secreto de la auténtica felicidad».

Tras el discurso varias palomas blancas, símbolo de la paz, fueron soltadas desde el balcón y Benedicto XVI dirigió una bendición a los niños.

Un coro de niños cantó bajo lágrimas de emoción a Su Santidad y la gente se quedó vitoreando al Papa aun cuando el Papa ya había abandonado el balcón.

De nueva cuenta, los trayectos realizados en papamóvil (para ir y regresar de Guanajuato) fueron copados de gente que no quería perder la oportunidad de ver al Pontífice.

Hasta el momento, se calculan cientos de miles de personas que han salido a la calle para saludarlo.

A continuación transcribimos el discurso a los niños:

Queridos niños:

Estoy contento de poderlos encontrar y ver sus rostros alegres llenando esta bella plaza. Ustedes ocupan un lugar muy importante en el corazón del Papa. Y en estos momentos quisiera que esto lo supieran todos los niños de México, particularmente los que soportan el peso del sufrimiento, el abandono, la violencia o el hambre, que en estos meses, a causa de la sequía, se ha dejado sentir fuertemente en algunas regiones. Gracias por este encuentro de fe, por la presencia festiva y el regocijo que han expresado con los cantos. Hoy estamos llenos de júbilo, y eso es importante. Dios quiere que seamos siempre felices. Él nos conoce y nos ama. Si dejamos que el amor de Cristo cambie nuestro corazón, entonces nosotros podremos cambiar el mundo. Ese es el secreto de la auténtica felicidad.

Este lugar en el que nos hallamos tiene un nombre que expresa el anhelo presente en el corazón de todos los pueblos: «la paz», un don que proviene de lo alto. «La paz esté con ustedes» (Jn 20,21). Son las palabras del Señor resucitado. Las oímos en cada Misa, y hoy resuenan de nuevo aquí, con la esperanza de que cada uno se transforme en sembrador y mensajero de esa paz por la que Cristo entregó su vida.

El discípulo de Jesús no responde al mal con el mal, sino que es siempre instrumento del bien, heraldo del perdón, portador de la alegría, servidor de la unidad. Él quiere escribir en cada una de sus vidas una historia de amistad. Ténganlo, pues, como el mejor de sus amigos. Él no se cansará de decirles que amen siempre a todos y hagan el bien. Esto lo escucharán, si procuran en todo momento un trato frecuente con él, que les ayudará aun en las situaciones más difíciles.

He venido para que sientan mi afecto. Cada uno de ustedes es un regalo de Dios para México y para el mundo. Su familia, la Iglesia, la escuela y quienes tienen responsabilidad en la sociedad han de trabajar unidos para que ustedes puedan recibir como herencia un mundo mejor, sin envidias ni divisiones.

Por ello, deseo elevar mi voz invitando a todos a proteger y cuidar a los niños, para que nunca se apague su sonrisa, puedan vivir en paz y mirar al futuro con confianza.

Ustedes, mis pequeños amigos, no están solos. Cuentan con la ayuda de Cristo y de su Iglesia para llevar un estilo de vida cristiano. Participen en la Misa del domingo, en la catequesis, en algún grupo de apostolado, buscando lugares de oración, fraternidad y caridad. Eso mismo vivieron los beatos Cristóbal, Antonio y Juan, los niños mártires de Tlaxcala, que conociendo a Jesús, en tiempos de la primera evangelización de México, descubrieron que no había tesoro más grande que él. Eran niños como ustedes, y de ellos podemos aprender que no hay edad para amar y servir.

Quisiera quedarme más tiempo con ustedes, pero ya debo irme. En la oración seguiremos juntos. Los invito, pues, a rezar continuamente, también en casa; así experimentarán la alegría de hablar con Dios en familia. Recen por todos, también por mí.

Yo rezaré por ustedes, para que México sea un hogar en el que todos sus hijos vivan con serenidad y armonía. Los bendigo de corazón y les pido que lleven el cariño y la bendición del Papa a sus padres y hermanos, así como a sus demás seres queridos.

Que la Virgen les acompañe.

Muchas gracias, mis pequeños amigos.

Gaudium Press / María del Carmen Sierra T.

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