Madrid (Lunes, 26-03-2012, Gaudium Press) El celibato no es un obstáculo para un nuevo florecimiento vocacional de sacerdotes, afirmó el Prefecto de la Congregación para el Clero, Cardenal Mauro Piacenza, para él no se debe atraer a los jóvenes rebajando los ideales, sino ayudándolos a alcanzarlos.
El purpurado relató que «en los últimos cincuenta años se volvió casi una moda agredir cíclicamente al celibato eclesiástico», y según él «en algunos ambientes es fácil intuir que se trata de una verdadera y propia estrategia».
El site español de informaciones católicas «Religión Digital», publicó declaraciones de las cuales el Cardenal Piacenza resalta que «la Iglesia es plenamente consciente de la extraordinaria riqueza de ese don que Dios le dio. Ciertamente no es solo una ley eclesiástica».
Card. Mauro Piacenza |
La autoridad vaticana explicó también que el celibato es «una normal consecuencia, particularmente acorde a la identidad del sacerdote y de su ser configurado a Cristo, totalmente entregado a la obra de la redención».
Sobre la posibilidad de admitir un sacerdocio femenino para aumentar el número de vocaciones, el prefecto de la Congregación para el Clero, reforzó que ese problema ya fue resuelto por el Beato Juan Pablo II en su Carta Apostólica Ordinatio Sacerdotalis, donde él señala que el sacerdocio está reservado solo a los hombres.
En cuanto a la intención del Santo Padre Benedicto XVI de limpiar la Iglesia de malos elementos en su interior, el Cardenal comentó: «Es necesario estar siempre vigilantes, porque jamás se termina de ‘hacer limpieza’, meramente porque nunca se termina de convertirse, y la lucha contra el pecado durará hasta la consumación de la historia».
A los sacerdotes que se sienten iludidos en su vida consagrada, el prefecto vaticano aconsejó que se dediquen más «a la oración y la fraternidad».
«La primera nos pone continuamente en contacto con Dios y con el origen y la razón de nuestra existencia y de nuestro ministerio. La segunda es condición imprescindible de una experiencia existencial auténticamente humana, en la cual la comunión y la fraternidad es señal de la nueva vida que Cristo inauguró», agrega.
El Cardenal concluyó diciendo también que «en la vida sacerdotal, cada nuevo día y cada día el Señor reserva algo grande. Si somos realistas y honestos con nosotros mismos, todos entendemos que el don del sacerdocio florece en nuestras manos día tras día, año tras año y, después de muchos lustros, se presenta con toda su belleza, como jamás podríamos haber imaginado en el día bendecido de nuestra ordenación».
Con informaciones de ACI.
Deje su Comentario