Santiago (Miércoles, 03-04-2012, Gaudium Press) El pasado lunes 2 de abril, en el Palacio de Gobierno se efectuó la solemne eucaristía con que la Iglesia y el Estado chileno conmemoraron los 25 años de la visita apostólica del beato Juan Pablo II al país. La Santa Misa fue presidida por el Arzobispo de Santiago, monseñor Ricardo Ezzati y fue concelebrada por el capellán de La Moneda, padre Bernardino Piñera, entre otros sacerdotes.
Mons. Ezzati se dirige a los concurrentes al acto durante la homilía |
El acto contó con la presencia del Presidente de la República, Sebastián Piñera; su esposa, Cecilia Morel; el Nuncio Apostólico, monseñor Ivo Scapolo; el ministro secretario general de la presidencia, Cristián Larroulet; el ministro secretario general de gobierno, Andrés Chadwick, y el Alcalde de Santiago, Pablo Zalaquett, entre otras autoridades políticas y militares.
«Nos reunimos en el Palacio de gobierno, lugar de tradición republicana y escenario de grandes hitos de la historia patria para recordar con gratitud los 25 años de la visita de Su Santidad Juan Pablo II a nuestro país», dijo al inicio del oficio religioso.
Y agregó: «El 1 de abril de 1987 el Mensajero de la Vida y Peregrino de la Paz aterrizaba en tierra chilena para alentarnos en el camino de la fe y animar nuestro proceso de reconciliación. Fue un acontecimiento de Gracia que por sobre las diferencias nos constituyó en una sola patria de hermanos unidos en torno a la figura del vicario de Cristo y a todo lo que ello significa para un pueblo de profundas raíces cristianas».
«La victoria del perdón, de la misericordia y de la reconciliación»
Refiriéndose al beato Juan Pablo II como un verdadero discípulo de Jesucristo, monseñor Ezzati manifestó en su homilía que «desde el inicio de su pontificado percibimos que su peregrinar por tantas latitudes conllevaba la presencia viva de Cristo y hacía evidente la primacía de Dios».
En este sentido expresó: «Por eso cuando llegó a Chile lo quisimos recibir en un ambiente de fiesta y hacerlo sentir como en una verdadera Betania. Buscamos darle también nuestros mejores dones, como lo hizo María con Jesús. El pudo experimentar con dolor que en medio de tanta alegría y de tanto don no se podía ocultar el dolor de una patria herida por discordias, por el atropello de los derechos más fundamentales del hombre, por la pobreza, el rencor y la injusticia».
A continuación el prelado destacó que las primeras palabras que pronunció Juan Pablo II en su visita Chile explicitaron «un mensaje de vida, para promover en el mundo la victoria del bien sobre el mal, del amor sobre el odio, de la unidad sobre la rivalidad, de la generosidad sobre el egoísmo, de la paz sobre la violencia, de la convivencia pacífica sobre la lucha, de la justicia sobre la inequidad, de la verdad sobre la mentira, en una palabra: la victoria del perdón, de la misericordia y de la reconciliación».
Fue en este contexto, de mucha tensión y rivalidad -agregó monseñor Ezzati- donde Juan Pablo II buscó apacentar a su rebaño y conducir a su Iglesia «mostrando que el odio no tiene la última palabra y que la reconciliación siempre es posible para los hombres y las mujeres de buena voluntad».
Hitos de su visita apostólica
Continuando con su mensaje, monseñor Ezzati destacó lo que a su parecer fueron los momentos que marcaron la visita apostólica del Papa en 1987. En primer lugar recordó el discurso a los «constructores de la sociedad», pronunciado en la Universidad Católica. En la ocasión, Juan Pablo II «exhortó a ensanchar y consolidar una corriente de solidaridad que contribuyera a asegurar el bien común, el pan, el techo, la salud, la dignidad, el respeto a todos los habitantes de Chile, prestando oído a las necesidades de los que sufren».
El Presidente Piñera observa una exposición fotográfica sobre la vida del Beato Juan Pablo II |
Fue en esa misma oportunidad -agregó- donde «fundado en una antropología de sentido, nos exhortó a poner a la persona en el corazón del desarrollo, porque en la dignidad de la persona y su realización está el secreto de una sociedad humanamente sana».
El segundo hito fue el llamado a enfrentar la violencia con amor. Juan Pablo II «afirmó que el amor es más fuerte, mostrando que el camino de la agresión, de la odiosidad y del desencuentro no terminan en nada».
Es así como «en nuestras manos está la posibilidad de hacer caminos, dijo, de tender puentes, de ser agentes responsables de diálogo y reconciliación para construir de verdad una patria de hermanos», manifestó a los presentes monseñor Ezzati.
Durante su visita apostólica, el Papa tuvo especiales palabras para los jóvenes en el Estadio Nacional cuando los llamó a «no permanecer indiferentes ante la injusticia y a comprometerse responsablemente en la construcción de una sociedad más cristiana, una mejor sociedad». También los invitó a alejarse del camino del odio y reconocer «como engañosas, falsas, incompatibles con su seguimiento a Cristo, toda ideología que proclame la violencia y el odio como medios para conseguir la justicia».
«Finalmente no es posible en este día de acción de gracias olvidar un hecho que sin duda despierta en todos nosotros un sentimiento de especial gratitud», expresó monseñor Ezzati al referirse a la mediación papal entre Chile y Argentina.
Gracias a ella «dos pueblos hermanos fueron capaces de dejar de lado toda vía armada para sentarse a la mesa y buscar una solución pacífica a sus problemas limítrofes. La paz con Argentina es uno de los regalos más grandes de Juan Pablo II a Chile. Cuánta gratitud le debemos», dijo el obispo.
Intercesión de Juan Pablo II
«Pidamos en esta mañana su intercesión en esta hora en la que emergen también signos preocupantes de odiosidad entre diferentes actores sociales, (para que) seamos permanentes agentes de diálogo, de paz y de auténtico desarrollo», señaló el Arzobispo de Santiago.
«No es posible que la violencia se apodere de las mentes, de los corazones y que las legítimas manifestaciones de la calle no se puedan realizar en paz y en respeto hacia todos. No es posible que dejemos de reconocernos como hermanos. No es posible que velemos por intereses particulares reconociendo el valor insustituible del bien común», manifestó.
Al concluir la Eucaristía monseñor Ezzati solicitó la ayuda y protección de la Virgen del Carmen para que «guíe nuestros pasos para que todos seamos gestores de una sociedad donde el respeto y el diálogo sean norma de vida y donde la búsqueda sincera de la verdad y del bien común sea la motivación más profunda que guíe nuestro anhelo de servir a la patria».
Gaudium Press / Igor Roco
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